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ARDE PARIS

El Parque de los Príncipes era un carnaval. El césped emanaba una luz especial por el rocío de la lluvia en una noche europea; los colores azul, blanco y rojo de la banderas parisinas, se mezclaban en armonía con el ímpetu de la tribuna. Un equipo plagado de estrellas tenía la ventaja, y bandeja puesta para alcanzar los cuartos de final en Champions League. Nada podía fallar; incluso, el enemigo en silencio acusaba múltiples bajas y destacaba por la inexperiencia. 

Pero el fútbol anárquico en sus designios y 90 minutos de indigestión y arrogancia del PSG prendían las alarmas. Cualquier accidente en los últimos minutos podría condenar a un once estelar para abrazar su adiós a Europa una vez más: condiciones para una tormenta perfecta.

Manchester United, -sin diez de sus titulares y con una banca llena de adolescentes- en la última avanzada hacia territorio galo, encontró un penal a favor, con una polémica mano de Kimpembe. Marcus Rashford dio un cachetazo seco al balón hacia la derecha de Buffon que no alcanzó con su guante izquierdo a rozar la pelota. La red se infló y el estadio cayó en llanto mientras que once jugadores blanco y rosa, se fundían en un abrazo de épica y gloria.

PSG cayó 1-3 contra todo pronóstico. Neymar vestido de príncipe en la tribuna y con jet-lag tras el carnaval de Río, sintió como pocos el mazo de la derrota. Una más en su larga lista desde que huyó a orillas del Sena hace 20 meses.

PSG obtuvo otro diploma de graduación en el fracaso. Tres años consecutivos de soportar la derrota en Europa y quedar vacío en metas y sueños antes de la primavera. “Grandes para Francia, pequeños para Europa”, titularon diarios franceses a la mañana siguiente. Ningún equipo en la historia del torneo, había sido eliminado con una ventaja de 0-2 a la ida.

El emir de Qatar, Tamin Al Thani, tal vez cuestione su regreso al estadio francés, ya que cada vez que se sitúa en el palco, hay derrota del club parisino. El presidente Nasser Al-Khefaïli, revisa sus finanzas de inversión que superan el billón de euros en jugadores, entrenadores y salarios, y ve que apenas los trofeos franceses se mantienen en las vitrinas del club, mientras que apenas los cuartos es su máximo escalón en la Champions.

Tomas Tuchel, alumno aventajado de Jurgen Klopp, y con garantías tras su paso por el Borusia Dortmund parecía haber mejorado la gestión de un vestuario difícil de gobernar, pero la ventaja de 0-2 conseguida en Old Trafford dio al equipo y al entrenador la sensación de una clasificación anticipada. Para muchos ver el vestuario con Buffon, Alves, Silva, Verrati, Di María, Mbappe -columna vertebral y con jerarquía para una noche que merecía cuidado-, llevó a rotular al equipo de candidato a campeón. 

No fue así. Ni clasificado y con el sueño de la orejona más lejos de lo pensado.

Explicaciones más rigurosas en Francia argumentan que la compra del equipo por parte de los cataríes, tuvo que ver más con limpiar la imagen internacional de un país bañado en oro negro, y la Champions es a nivel del fútbol el mejor estandarte para mimetizar los turbantes por el pantalón corto. Con todo ello, el fiasco deportivo, también es político y económico.

Mientras la afición aún llora y ve lejos una revancha, el mundo del fútbol hace cábalas por Neymar y Mbappé. Muchos tiburones en el agua con dinero, irán por ellos para atraerles a mares con más alcurnia en Europa. Cada quién participe según su camiseta y talonario.

De igual forma, el fracaso del PSG ilusiona porque muestra que el dinero siendo muchas cosas, no lo es todo en el fútbol. Eventualmente ganen la Champions; para alcanzarla, primero ellos, pero igual todos, ojalá aprendamos la lección de que no sólo dinero y buenos jugadores hacen un equipo, y menos ganan un gran campeonato. Menos en estos tiempos de magia y carnaval.

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