Gol y Fútbol

Publicado el Jorge Tovar

Eusebio y la Maldición de Bela Guttmann

El debate sobre el mejor jugador portugués de la historia está en su punto más alto. Desde los años sesenta, a pesar de la amenaza que en algún momento supuso Figo, Eusebio da Silva Ferreira fue unánimemente declarado como el mejor de todos. Pero la lucha con Cristiano Ronaldo es de otro nivel. Tanto así que en 2013 cuando Ronaldo superó el número de goles marcados por Eusebio con la selección portuguesa, éste declaró: «Me entristece porque no se puede hacer esa comparación. Es un error porque yo jugué alrededor de 60 partidos para marcar mis 41 goles. Ahora, después de tantos años, alguien más ha marcado esa cantidad de goles, pero obviamente eso sucede hoy en día porque es más fácil jugar contra ciertos rivales. Yo nunca jugué contra Liechtenstein o Azerbayán». Ronaldo, claro está, no ayudó con su comentario: «Superar a Eusebio en la lista de goleadores era algo natural y era sólo cuestión de tiempo que sucediera, pero pese a ello estoy muy orgulloso». A falta de unos años para que termine la carrera de Ronaldo, Eusebio sigue siendo mi jugador portugués preferido.

Eusebio llegó al Benfica de la mano del húngaro Bela Guttmann. Una de esas personalidades únicas que, con una visión muy particular de la vida, llegó a ser uno de los mejores entrenadores de la historia. Guttmann, medio centro como jugador, fue influenciado por la primera escuela de fútbol europea que destacó más allá de las Islas Británicas: la Escuela del Danubio. Allí la técnica primaba sobre la potencia física. El debate de hoy, era el debate de hace casi 100 años.

Guttmann como entrenador fue un auténtico trotamundos. No solía permanecer más de dos temporadas en un único equipo. La tercera, afirmaba, “es fatal”. Entre 1945 y finales de los años cincuenta, Gutmman entrenó en Hungría, Rumanía, Italia, Argentina, Chipre y Brasil. Su influencia en Brasil es legendaria. Él siempre afirmó ser el responsable de introducir allí el exitoso 4-2-4 húngaro que luego los brasileros utilizarían para ser campeones del mundo.

Desembarcó en el Porto en 1958 proclamándose campeón de liga tras descontar cinco puntos de desventaja al Benfica. Su éxito no pasó desapercibido en Lisboa. En 1959 firmó con el Benfica donde se proclamó campeón de liga. Su llegada al equipo de la capital no estuvo exenta de polémica porque su primera decisión consistió en despedir a 20 jugadores. El debate se cerró muy pronto. Además de la liga de 1960, y tras repetir un año después, derrotó en 1961 por 3-2 al Barcelona en la final de la Copa de Europa. La primera de la historia que no ganó el Real Madrid. Las porterías, entonces con postes cuadrados, colaboraron para que el potente Barça de Czibor, Kubala, Kocsis y Luis Suárez no lograrse su primer título. Dice la leyenda que fue a raíz de ese partido, la final de los postes, que estos se decidieron hacer redondos.

Eusebio, no jugó aquella primera final del Benfica. Su destino era jugar en el Sporting de Lisboa, el rival de patio del Benfica. Pero quiso la fortuna que Guttmann se encontrase con un antiguo jugador suyo en una barbería de Lisboa: Carlos Bauer. Bauer, que había jugado para Guttmann en el São Paulo, se encontraba a cargo de un equipo brasilero camino a un tour por África. Guttmann le pidió mantenerlo al tanto de nuevos talentos.

Tras cinco semanas de tour, ya en Lisboa nuevamente, Bauer le mencionó de un delantero que había visto en Lourenço Marques (el nombre entonces de la capital de Mozambique). El problema era que jugaba en un club afiliado a las divisiones inferiores del Sporting de Lisboa. Su destino era vestir la camiseta verde y blanca. Bauer intentó firmarlo pero no contó con el músculo financiero para acometer la operación. Guttmann, en cambio, llamó al club mozambiqueño y obtuvo en dos días la firma de Eusebio.

Eusebio

 

Eusebio debutó apenas una semana después de la victoria en Berna contra el Barcelona. Un año después, con apenas 20 años, Eusebio se plantaba en Ámsterdam en la final de la Copa de Europa para encarar al otro gigante español: el Real Madrid. Ni los tres goles de Puskas, ni la ventaja de 2 – 0, ni la de 3-2 fueron suficientes para evitar la segunda victoria consecutiva del equipo portugués en Europa. Con 2 goles de Eusebio, el Benfica derrotó 5 – 3 al todopoderoso Real Madrid. Al finalizar el partido Puskas buscó a Eusebio para intercambiar camisetas y, así lo entendió el planeta fútbol, para oficializar el traspaso de poderes del Madrid al Benfica. Los sesenta debían ser la década del Benfica de Eusebio.

Sin embargo, al finalizar el partido de Ámsterdam, Guttmann pidió una bonificación a los directivos del Benfica. Argumentaba que recibía menos por ganar la Copa de Europa que por la victoria en el campeonato portugués. Los directivos argumentaron que no había nada estipulado en el contrato que los obligara a darle tal bonificación. Dos meses después, el húngaro abandonó el Benfica. La leyenda dice que Guttmann maldijo al equipo: nunca ganaría otro título europeo hasta que se le pagase lo que se le debía.

Eusebio, jugador único, llevó al Benfica a jugar otras tres finales de Copa de Europa. En 1963, la Pantera Negra de Mozambique abrió el marcador pero al final la victoria sonrió 2-1 al Milan del Bambino de Oro Gianni Rivera y Altafini, bigoleador en aquella ocasión. En 1965 el Benfica cayó 1 – 0 contra el Inter del Mago Helenio Herrera y de Mazzola y Luisito Suárez. Finalmente en 1968 fue el Manchester United de George Best y Bobby Charlton el que derrotó al Benfica; 4 – 1 en aquella ocasión.

Aun jugaría dos finales más el Benfica, en 1988 y 1990. También perdió ambas y la leyenda en torno a la maldición creció. Guttmann regresó fugazmente al Benfica tiempo después y aunque no participó directamente en las finales jugadas, las Águilas de Lisboa simplemente nunca han podido volver a triunfar en Europa. En 1990, antes de la final de Copa de Europa entre el Benfica y el poderoso Milan de Sacchi y los holandeses, Eusebio, ante la tumba de Guttmann, rezó por el fin de la maldición. Sus oraciones fueron en vano.

Eusebio marcó 41 goles en 64 partidos con la selección portuguesa. Con el Benfica, además de ganar 11 ligas, anotó 596 goles en 557 partidos, una impresionante cifra de 1,07 goles por partido. Además fue bota de oro en 1968 y 1973 y balón de oro en 1965.

Su momento culminante con la selección fue aquel partido contra Corea del Norte en los cuartos de final del Mundial de Inglaterra en 1966. En el minuto 24 Portugal, que había eliminado al Brasil de Pelé en el grupo de la muerta, perdía 3-0. Entonces Di Stéfano se levantó: «apuesto por los portugueses. ¿Nadie quiere jugar a favor de un equipo que gana tres a cero?» La ‘Saeta’ Rubia diría después que Corea seguiría jugando igual, rápido, sin pausa. Portugal al final controlaría el partido. También sabía él que Eusebio aún no entraba en juego. Antes de terminar el primer tiempo, ya había marcado 2 goles. Marcó dos más en la segunda parte y Portugal en su debut alcanzaba la semifinal del Mundial. Allí Eusebio sería anulado por el perro de presa de la selección inglesa: Nobby Stiles. Aún así, con 9 goles, fue el goleador de aquel mundial.

Se fue Eusebio. No es más que una excusa para que su leyenda siga creciendo.

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