Brasil 2014 desde el Maracana

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Brasil 2014 ¿Más emocionante en las ruas que en las canchas?

Seré sincero: me puede más el sociólogo que el hincha. Si me lo preguntan, que esto arda y que haya una nueva lección para los dirigentes y los monopolios comerciales. Si por mí fuera, que las calles se colmen de personas que eleven su voz contra los derroches faraónicos de recursos públicos; que las multitudes cerquen los estadios protestando por los desalojos inmisericordes de barrios pobres y que la indignación movilice a los ciudadanos brasileros contra la injusta y asimétrica repartición de las ganancias: ellos –Fifa y patrocinadores- se llevan todo. Ellos: Blatter, Valcke y su tropa de vampiros alzaran vuelo en sus jets privados y mientras tanto aquí nos quedaremos celebrando un trofeo de hojalata (el original ni lo dejan) o lamentando heridas al prestigio nacional que siempre se expone en las Copas Mundo.

Manifestantes impiden el paso del Bus de la 'Canarinha'
Manifestantes impiden el paso del Bus de la ‘Canarinha’

Ellos se largarán para sus castillos de Europa y sus sofisticados edificios en Manhattan, Dubái o Londres y nuestros hermanos del Brasil seguirán pagando tributariamente la Copa por lo menos 10 años más y direccionando utilidades del erario -no en necesidades inaplazables- sino en deudas por elefantes blancos como los de Manaos, Cuiabá y Brasilia que jamás se volverán a llenar.

Y conste que no se trata de nostalgia de revolución popular o de ser políticamente correcto en la identificación con un desconcierto de clase media. Tampoco es la sectaria invocación del demonio,  de cuño marxista, que veía en el fútbol al opio del pueblo. No. Esto no es una consigna de izquierda o de clase. Esto es una demanda urgente ante una depredación onerosa y humillante. Es el puño cayendo sobre la mesa por el negociado que se rige por este guión: la nación brasilera pone todo y se queda con la gaseosa imagen internacional que proyecte y la Fifa con sus seis sponsor/socios no ponen nada y recogen utilidades netas (maquilas y derechos por todo, más taquillas).

Tampoco es ser aguafiestas. Cierto es que el Mundial pinta bonito en lo deportivo: nunca antes hubo ocho campeones en liza. Jamás una Copa tuvo tantas sedes ni tan variados paisajes. Además se jugará en el país del fútbol: el de más clubes existentes (800), el de más jugadores profesionales en activo (dos millones), el de más futbolistas en el exterior (500 mil), el más veces campeón… y sin embargo –y por eso mismo- es también el momento perfecto para gritarles en la cara a los políticos de países emergentes (Brasil es poderoso como nación, pero más de la mitad de su población es pobre) y a los ejecutivos de la Fifa que se lo piensen dos veces antes de imponer sus megaeventos en el hemisferio sur o –lo que sería mejor- que replanteen su modelo de negocio que pase del gana-gana al invierte y gana. Un sistema de Mundial de gastos y beneficios compartidos.

Ya estamos en la cuenta regresiva y sube la temperatura ¿Qué tan dispuestos están los brasileros a repetir con potencia lo de la pasada Copa de las Confederaciones (que ahora es llamada “de las manifestaciones”? Un primer round le da el 1 x 0 al pueblo emputado: el bus de la Selección Brasil fue retenido por manifestantes y sus estrellas abucheadas. Eso contrasta con la despedida apoteósica que se le hizo en el Campín a Colombia. Algo pasa en la nación de la samba. Algo pasará… se huele, se ve venir ¿Se imaginan si a Brasil lo llegaran a eliminar pronto? Mama mía, ahí sí que el Mundial se va a poner más bonito en las calles que en las canchas…

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