Yo veo

Publicado el Diego Leandro Marín Ossa

Semana Santa. El espíritu de la imagen y la imagen del espíritu.

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Esta es una reflexión sobre el valor cultural que para Occidente poseen algunas formas de la imagen en la Semana Santa, y un aporte a la comprensión del fenómeno icónico en una época que requiere referentes para pensar las maneras de hacer y de vivir las identidades religiosas no solo en el universo cristiano.

Para comenzar hay que decir que por estos días finalizando marzo, constatamos la influencia de la Semana Santa en la transmisión de valores y en la formación de la conciencia cristiana, como también es indiscutible que presenciamos la riqueza estética y cultural de la iconografía religiosa que nos ha llegado a través de los siglos, y el valor tanto comunicativo como educativo que la procesión, el viacrucis, los vitrales, el arte escultórico y pictórico adquieren en el proceso evangelizador de todos los tiempos.

En ese orden de ideas una de las tesis esbozada en este escrito, es que la imagen del espíritu cristiano – el ícono religioso –  es mediación de la fe al menos en tres sentidos y relaciones: teológico – filosófico, comunicativo – educativo y antropológico – cultural.

Es tan real y verdadero el papel de mediación de la imagen religiosa, que hoy y desde hace tiempo se reconoce el papel protagónico del cristianismo y de la iglesia católica en la construcción de lo que hoy conocemos como comunicación social y en las ideas y aplicación de la comunicación educativa, sobre todo en Latinoamérica si tenemos en cuenta que la palabra y la imagen han sido importantes medios para la formación de las sociedades en la fe.

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Algunos orígenes

Para ubicar algunos referentes culturales que permitan identificar los orígenes de prácticas culturales e icónicas como la procesión, se puede decir que estas toman elementos expresivos en las fiestas paganas de la antigüedad europea, eso sí, teniendo en cuenta que no sólo en el pasado de Europa se han usado estos actos de fe.

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Por otra parte y a pesar de las dificultades históricas que enfrentó la imagen religiosa (con los iconoclastas en el arte bizantino por ejemplo), en la Edad Media la iconografía religiosa de la procesión, cobra fuerza tras la mixtura generada entre el Auto de fe sacramental (primero en la Inquisición y después en el teatro didáctico religioso) y las fiestas masivas celebradas en el seno de la cultura popular, eclipsando en muchas ocasiones las imágenes del carnaval y desplazándolo a los márgenes de los primeros meses o a mediados del año, definiendo así para la sociedad los tiempos de lo sacro y lo profano.

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Imágenes secuenciadas como el viacrucis, si bien podrían tener orígenes en los recorridos que hacían los primeros cristianos por lugares sagrados, es en la Edad Media que se consolida su forma estructural a la manera de relato y como representación de instantes significativos en la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús.

En su momento estas imágenes “instantáneas” habían sido usadas en la Biblia pauperum, o Biblia de los pobres, que sirvió para la difusión del cristianismo entre analfabetas que no dominaban el idioma latín, y en los retablos pintados que luego tomarían forma en el teatro doctrinario.

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Con respecto a los vitrales, el arte escultórico y pictórico, existen innumerables escritos y documentos audiovisuales, que explican la manera como se promovió la creación de una iconografía religiosa, que además de estar amparada por el mecenazgo de la iglesia, sirvió para el desarrollo de la plástica figurativa, y de paso para el estancamiento del lenguaje pictórico y escultórico de Occidente en muchos casos, cuya reacción generó el “giro pictórico” en las variadas formas plásticas de las vanguardias a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Como se puede apreciar, aquí deseo resaltar la importancia de dichas imágenes en un dos períodos: La Edad Media y El Renacimiento, tiempos en los cuales la iconografía religiosa además de servir para adoctrinar, cumplió un papel importante en la construcción de la realidad empírica de las Sagradas Escrituras, si se tiene en cuenta que la tradición cristiana se transmitió de generación en generación inicialmente en clave oral, luego escrita, después icónica y hoy en día en una articulación multiexpresiva (como dice el profesor Rodrigo Argüello) y multimediática muy evidente.

Así es que el proyecto icónico cristiano logró hacerle frente a la realidad empírica promovida por la ciencia positiva y la razón, que con frecuencia amenaza con fisurar los soportes de le fe.

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Con todo esto, transformaciones y hondos cambios, es a través de la imagen pictórica y escultórica que se estableció un régimen visual que domina hasta nuestros días, pese a la existencia de la fotografía, el cine y la televisión como medios dominantes en la construcción empírica y simbólica de la realidad. Medios que cambiaron definitivamente la referencia de la realidad, no solo desde el parecido de la imagen con el objeto representado, sino además con el carácter verosímil de lo que en ellos se representa.

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Otro aspecto que vale esbozar aquí, es que gracias a la amplia difusión social en el período de La Conquista de América (a menudo con la cruz en una mano y con la espada en la otra), el espíritu de la imagen y la imagen del espíritu son dos fenómenos que se constituyen en expresión pública del acto de fe, que para la mayoría de latinoamericanos juega un rol muy importante en la formación de un espíritu cristiano, el cual se difuminó en diversos centros promotores de semejantes procesos culturales y educativos: En las familias, las instituciones educativas, las iglesias, los medios de comunicación y las fiestas religiosas. Todos ellos encargados de la herencia cultural religiosa y la afirmación de la fe mediante dispositivos de memoria como los que hoy vemos en Semana Santa.

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Transmisión cultural

Los rasgos físicos y los vestuarios de las imágenes religiosas que hacen referencia a la cristiandad rebasan lo meramente cosmético, hacen parte de la manera que encontró el proyecto evangelizador para avanzar a través del dominio eurocéntrico que trajeron los colonizadores y que se traduce en la fisonomía de las imágenes religiosas por ejemplo.

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Y aun así, no sólo los cabellos rubios y los ojos verdes o azules hacen parte de esta mímesis cultural que bien puede ser muy lejana a la realidad étnica de aquel tiempo en Medio Oriente, puesto que es conocida la existencia de imágenes negras de Jesucristo y la Virgen María en diferentes latitudes por poner tan solo un ejemplo. Es decir que la transmisión cultural de la fe cristiana encontró varias vías miméticas o imitativas de la naturaleza latinoamericana, hasta quedarse como parte de la cotidianidad fervorosa de la gente creyente en este continente.

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Memoria religiosa

La participación de los fieles, la transmisión cultural y los actos públicos de la fe, hacen parte del modo de ser del mundo cristiano que por estos días encuentra la manera no solo de representar y ratificar sus vínculos con Dios, sino que además perpetúa la memoria religiosa en medio de fuertes cambios sociales.

Si acaso esto implicara hondas transformaciones en la iglesia de ayer y de hoy, ¿cambiarían de alguna manera las representaciones de la fe?, ¿volvería a transformarse el espíritu de la imagen y la imagen del espíritu como lo he reseñado?, ¿qué papel jugará tanto la palabra como la imagen para mediar la fe en los años por venir?

NOTA: Las imágenes fueron tomadas en Pereira por el autor del escrito durante esta Semana Santa que pasa.

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