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Publicado el habad

Godos y liberales ortográficos

Frente a la ortografía, como frente a casi todas las cosas de esta vida, los humanos nos partimos en dos: asumimos posiciones conservadoras o posiciones reformistas. A los conservadores les molesta cualquier cambio. Muchos de ellos, por ejemplo, recibieron con bastante mal genio el hecho de que la Academia, recientemente, suprimiera la obligatoriedad de algunos acentos. Los reformistas, en cambio, harían de inmediato una revolución ortográfica y suprimirían sin pensarlo dos veces la hache (que por muda les parece inútil), dejarían una sola be (ya que ambas suenan igual en español), y usarían la jota (como Juan Ramón Jiménez) cada vez que su sonido se escriba con ge, como en “gemido”. Irían más lejos: como en Hispanoamérica no diferenciamos el sonido de la ese y la zeta, harían que todas las palabras que se escriben con zeta se escribieran con ese, pues para los revolucionarios la zeta es tan solo un rezago colonial (y ellos escribirían resago).

Aunque para casi todas las cosas de la vida tiendo a ser liberal, y por lo tanto reformista, en los asuntos ortográficos me gusta más la posición conservadora. En castellano ya tenemos la suerte de que la ortografía siga a la fonética bastante de cerca. En español se escribe casi como hablamos, a diferencia del inglés o del francés (ni se diga del chino) donde algunas palabras se dicen tan distinto de como se escriben que se ha llegado a afirmar que en esas lenguas escritas hay palabras-ideogramas. Por ejemplo en inglés casi la misma combinación ortográfica (through, lough) produce sonidos tan distintos como “zrú” y “laf”. Es tan conservadora la ortografía de esa lengua que una vez Bernard Shaw dijo que podría escribirse fish de la siguiente manera: «ghoti» -gh as in tough, o as in women, ti as in nation.»

En español casi no hay casos así. Se me ocurre tal vez que la palabra “para” es una de las menos fonéticas que existen pues en casi todos los rincones donde se habla nuestra lengua la gente no dice pa-ra, sino pa. A pesar de esto, no estoy seguro de que convenga escribir algo así como, “yo no sirvo pa naa.” Por muy fonético que suene, gracias a la costumbre de los siglos, una frase escrita así nos resulta más difícil de entender, cuando la leemos, que la ortográficamente más completa: “Yo no sirvo para nada”.

Creo que los reformistas que se obstinan en proponer revoluciones ortográficas para que el español escrito siga más de cerca nuestra manera de hablar, se encontrarían con graves problemas y contradicciones al poner por obra sus cambios. Para empezar, los distintos países que hablamos en español, tendríamos que empezar a escribir de distinta manera. Y eso nos alejaría mucho a unos de otros y sería nefasto para el intercambio cultural. Hasta dentro de las fronteras de Colombia habría dificultades. Les pongo un solo ejemplo: la palabra “nosotros”, si se siguiera una regla fonética, se escribiría con una ortografía distinta en Antioquia, la costa y Bogotá. En Medellín se escribiría “nojotros”, en Barranquilla “nosotroj” y “nosothrros” en la capital. Qué enredo. Mejor dejar las cosas como están.

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