Pazifico, cultura y más

Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

Don Quijote en América – A propósito del día del idioma y del libro -.

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Nota: Pazifico, cultura y más, consciente del legado ancestral que vive y pervive en los afrodescendientes y habitantes del litoral recóndito, se suma a la celebración del idioma y del libro, convencidos de que la cultura es patrimonio de todos, un homenaje así a todos los gestores culturales, escritores y narradores de nuestro hermoso Pacifico colombiano.

Hasta antes de 1492, en América existían infinidad de lenguas, cada pueblo había apropiado el mundo bajo sus concepciones particulares, de tal manera que la forma de designar las cosas obedecían a esos constructos particulares. Con las expansiones e invasiones propias, predominaban el Quechua, desde Chile hasta el actual departamento de Nariño; el guaraní, en parte de lo que hoy es Paraguay, Argentina, Bolivia y Brasil; el aimara, hablado en partes de lo que ahora es Bolivia, Argentina y Perú; el náhuatl, hablado en México y gran parte de Centroamérica; el maya, también hablado en Guatemala, México, Belice y Honduras; el mapudungun, hablado en parte de lo que ahora es Chile y Argentina; el chibcha, hablado en parte de lo que ahora es Colombia y gran parte del Caribe y Centroamérica. De dichas lenguas, actualmente subsisten más de mil, distribuidas desde Alaska a la Patagonia, muchas en riesgo de desaparecer y otras, lastimosamente, ya totalmente perdidas y olvidadas.

Con la invasión europea, se impone principalmente el español, el portugués y el inglés, y en menor medida el francés. Los pueblos que correspondían a la parte española, que se extienden por toda América, debieron enfrentar la crueldad de los bárbaros conquistadores que únicamente buscaban enriquecerse con el oro, del cual hablaban conquistadores y cronistas, creando así un imaginario que terminó por extenderse por todo el mundo hispánico, y aún más allá, ya que las fantasiosas e imaginativas descripciones de estas tierras dieron a luz una nueva forma de describir el mundo, pero también una forma nueva de literatura.

También en el siglo XVI los esclavistas europeos comercian con las nacientes colonias, son portugueses e ingleses quienes principalmente esclavizan a habitantes del África para comerciar con ellos, como si fuesen mercancía, en los principales puertos americanos, tales como Cartagena, Veracruz, Bahía y Pernambuco. Entre los esclavizados venían príncipes, nobles, letrados, ya que se los capturaba sin conmiseración alguna; en los barcos, hacinados, venían hombres y mujeres, niños y jóvenes, traían su cultura, sus creencias, muchos de los cuales se mantuvieron como un legado universal. Cuando podían, se comunicaban en sus propias lenguas, tales como candia, fulani, quimbundo, angola, arda, carabalí, banu, mandinga, biojo, bran, nalu, biáfara, ararás, carabís, kikongo, entre muchas otras más.

De tal manera que puertos como Cartagena parecían una babel de lenguas africanas. Los curas doctrineros, amparados en los designios de la corona española terminaron por prohibir la comunicación en sus lenguas originarias, así que muchos optaron por el español, sin embargo, también optaron por aprender secretamente las lenguas más generales, para de esta manera mantener comunicación secreta. Nada raro que secretamente narraran la Epopeya de Sundiata, la Épica de Dinga o el Libro de los Reyes de Etiopía, así como sus mitos creacionales y los poemas que marcaron sus historias.

Luego se crearon los estados Cimarrones, donde huían buscando su libertad. Salían de servir a las familias blancas, salían de las minas, en general, de los trabajos más pesados que la ociosidad española se rehusaba a hacer. Así surgieron la mayoría de pueblos afrocolombianos, destacando particularmente San Basilio de Palenque, guiados por el Rey Benkos Biojó, lograron imponerse a los esclavistas y mantienen hasta la actualidad su propia lengua: el criollo palenquero.

Hoy es fácil identificar muchas palabras que muestran que ninguna lengua es prístina en su diario trasegar, el español está plagado de palabras árabes y americanas, tanto así, que en las cartas de relación que Colón dirige a los reyes de Castilla y Aragón, emplea ya palabras tainas que aún se emplean, y que se fueron aumentando a medida que invadían otros pueblos. De tal manera, que esto demuestra la dialéctica hegeliana, ya que no se puede comprender al más español de los españoles, don Miguel de Cervantes Saavedra, y su principal obra Don Quijote de La Mancha, sin América. Se nutrió de los relatos que le llegaban desde estas lejanas tierras, se apasionó con las historias fantásticas que escuchaba de los marinos en los viejos puertos que se abrían al mundo.

América, un sueño, una intención y un desvelo para Cervantes. Así se deduce de su intención de venir a estas tierras, el 21 de mayo de 1590, cuando contaba con 43 años escribe al Consejo de Indias: “Pide y suplica humildemente, cuanto puede a vuestra Majestad, sea servido de hacerle merced de un oficio en las Indias de los tres o cuatro que al presente están vacos, que es el uno la Contaduría del Nuevo Reino de Granada, o la Gobernación de la provincia del Soconusco en Guatimala, o contador de las Galeras de Cartagena, o Corregidor de la ciudad de La Paz, que con cualquiera de estos oficios que Vuestra Majestad  le haga Merced, le recibirá, porque es hombre hábil, y suficiente y benemérito para que Vuestra Majestad le haga merced; porque su deseo es acontinar siempre en el servicio de Vuestra Majestad y acabar su vida como lo han hecho sus antepasados, que en ello recibirá muy gran bien a merced.”

La escueta respuesta del burócrata de turno fue: “Busque por acá donde se le haga merced”, cinco años después, como recompensa por los servicios prestados como Militar, como espía ante los turcos, por los años de cautiverio en Argel, lo nombran en el no promisorio cargo de recaudador de impuestos en Granada. América entonces le fue una utopía, sin embargo, y como se verá más adelante, sería su obra la gran conquistadora de América y del mundo entero.

Miguel de Cervantes, hijo de su tiempo, padeció también la esclavitud cuando estuvo cautivo en Argel, de tal manera que entendió lo que significaba ser privado de la libertad, como los negros que llegaban a América, por eso dice en El Quijote: “porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y Naturaleza hizo libres”, las licencias y el asiento las conoció de cerca, por eso valoró tanto la libertad. A través de su obra describe el estado de esclavitud, los oficios y la forma como eran vistos por la sociedad española de entonces.

Realmente fue temprana la recepción de Don Quijote en América. Se tiene noticia que en 1605 se enviaron a América la no despreciable suma de 193 Quijotes, de los cuales 103 iban con destino a Cartagena de Indias, el resto quedarían en Portobello, actual Panamá. En el navío Nuestra Señora del Rosario se despacharon 3 ejemplares de la edición príncipe remitidos por Juan de Sarazaga, para ser entregados a Juan de Guevara “natural de Tunja”; y en el Espíritu Santo, se despachó el 9 de abril, desde Sevilla, por parte de Diego Correa, a Antonio Toro, en Cartagena, un total de 100 ejemplares. Es decir que en mayo de 1605 los libros debieron llegar a su destino.

Además de estos, 172 ejemplares del Quijote, en su segunda edición, se remitieron al puerto de San Juan de Ulúa, hoy Veracruz, en México, en la Flota Nueva España, que arribó el 16 de septiembre de dicho año. Sin embargo, pese a las pesquisas que se han hecho por parte de los especialistas, no ha sido posible encontrar ningún incunable en lo que hoy es Colombia, ni en Cartagena, ni en Tunja, ni en Popayán, ni en Pasto, ni en Bogotá, las ciudades más importantes de la Colonia en la Nueva Granada, una tesis puede ser que el Nuestra Señora del Rosario naufragara, o que el clima insalubre de Cartagena de Indias cobraría cuentas sobre el libro, editado en mal papel y en cubiertas de baja calidad. Nada raro, entonces, que los negros esclavizados escucharan los relatos de un loco y un gordinflón, un momento de solaz y de alegría dentro de sus trabajosos días.

Pero no sólo el texto llega a América como libro, sino como símbolo, y esta es quizá la primera representación que se hace de Don Quijote y Sancho en América, nada más ni nada menos que en un pueblito enclavado en los Andes peruanos, cerca de la capital Inca, Cuzco, Pausa. El relato denominado: Relación de las fiestas que se celebraron en la corte de Pausa por la nueva de provimiento de Virrey en la persona del marqués de Montesclaros, relata cómo en dicha recepción se paseó por las calles Don Quijote y Sancho, representando el denominado juego de la sortija, así lo relata el autor:

A esta hora asomó por la plaza el Caballero de la Triste Figura don Quijote de la Mancha, tan al natural y propio de cómo le pintan en su libro, que dio grandísimo gusto verle. Venía caballero en un caballo flaco muy parecido a su Rocinante, con unas calcitas del año de uno, y una cota muy mohosa, morrión con mucha plumería de gallos, cuello del dozavo, y la máscara muy al propósito de lo que representaba. Acompañábanle el Cura y el Barbero con los trajes propios de escudero e infanta Micomicona que su crónica cuenta, y su leal escudero Sancho Panza, graciosamente vestido, caballero en su asno albardado y con sus alforjas bien proveídas y el yelmo de Mambrino, llevábale la lanza y también sirvió de padrino a su amo, que era un caballero de Córdoba de lindo humor, llamado don Luis de Córdoba, y anda en este reino disfrazado con nombre de Luis de Galves. Había venido a la sazón de esta fiesta por juez de Castro Virreina; y presentándose en la tela con extraña risa de los que miraban, dio su letra, que decía:

    Soy el audaz don Quixó-,

    y maguer que desgraçiá-,

    fuerte, brabo y arriscá-.

Su escudero, que era un hombre muy gracioso, pidió licencia a los jueces para que corriese su amo y puso por precio una docena de cintas de gamuza, y por venir en mal caballo y hacerlo adrede fueron las lanzas que corrió malísimas, y le ganó el premio el dios Baco, el cual lo presentó [a] una vieja, criada de una de las damas. Sancho echó algunas coplas de primor, que por tocar en verdes no se refieren.”

Continuando con esa presencia simbólica, como un ir contra lo mandado, en recuerdo de aquella sentencia que se nos ha hecho metástasis: “se obedece, pero no se cumple”, don Quijote vuelve a aparecer en México en 1621, nuevamente en una mascarada, de ahí se colige la interpretación que de Don Quijote se hace en sus inicios, como algo burlesco, faltaría mucho para entenderlo como una ironía en toda su humanidad. Así dice el relato denominado: Verdadera relación de una máscara, que los artífices del gremio de la platería de México y devotos del glorioso San Isidro el labrador de Madrid, hicieron en honra de su gloriosa beatificación. Compuesta por Juan Rodríguez Abril, platero:

“Seguíale un bizarro labrador (en un caballo morcilla, el más pequeño que se conoce en la Nueva España, y de los mejores brazos y traza que se puede pintar, hermosísimo de crin, con rico y vistoso jaez), con máscara de plata, calzón y camisa ricamente labrado de pita, caperuza, sayo y polainas de paño pardo con todos los vivos guarnecidos de jacintos engastados en oro, y todo el campo lleno de mucha diversidad de piedras preciosas, diamantes, rubíes, esmeraldas, girasoles, perlas y otras muchas joyas de oro, en tanta copia, que no es posible hacer suma de su riqueza. Llevaba en la mano derecha una asta de plata melcochada, y pendiente della un excelente retrato de las armas de Madrid, y delante de sí, por grandeza y ornato, todos los caballeros andantes autores de los libros de caballerías, Don Belianís de Grecia, Palmerín de Oliva, el caballero del Febo, etc., yendo el último, como más moderno, Don Quijote de la Mancha, todos de justillo colorado, con lanzas, rodelas y cascos, en caballos famosos; y en dos camellos Mélia la Encantadora y Urganda la Desconocida, y en dos avestruces los Enanos Encantados, Ardian y Bucendo, y últimamente a Sancho Panza, y doña Dulcinea del Toboso, que a rostros descubiertos, los representaban dos hombres graciosos, de los más fieros rostros y ridículos trajes que se han visto: llevaba por todos cuarenta hombres.”

No en vano se ha dicho que Cervantes pudo haberse inspirado en la figura del Adelantado don Gonzalo Jiménez de Quesada para recrear al ingenioso Don Quijote, en razón al destiempo que vivieron los dos: el uno caballero en época de venteros y golfos, el otro, un guerrero conquistador en época de colonización, el uno aspirando a ser reconocido el más grande caballero que al mundo dieron los siglos, el otro, buscando un marquesado que nunca le llegó. Además la intención de Cervantes de venir como contador en Santafé o contador en las galeras de Cartagena, según petición hecha en Madrid el 21 de mayo de 1590, la misma que le fue negada.

Cabe además recordar que Don Quijote se paseó por el Sur, habitó en Ipiales, bajo la pluma de don Juan Montalvo, disolvió una comuna en Pasto, y Helcías Martán Góngora nos recuerda que: “La «sola sombra larga» de don Quijote de la Mancha, no se da por vencida. Regresa en libros y revistas, en discursos y ensayos. La vitalidad de la criatura cervantina se mide por centurias y kilómetros de hojas de papel impreso. Don Alonso Quijano, el bueno, reta a la vejez. Y salta al ruedo hispanoamericano siempre que sus comentaristas y glosadores se lo exigen”, y él, como muchos otros, también pusieron a recorrer a Don Quijote y a Sancho por los esteros, ríos y playas de nuestro Pacifico; fue a morir a Popayán, donde, según se dice, reposan sus restos, no mortales, sino vivos en la gloria de las letras, de la humanidad, de esa que si pudiese tener una sombra, esta sería la de Don Quijote y Sancho sobre sus Rocinante y Rucio.

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