Parsimonia

Publicado el Jarne

El campesino no tiene sitio en la trinchera

El campesino no tiene sitio en el frente. Todos los puestos están ocupados por más y más soldados que gritan, luchan y caen. Antes de que pueda acercarse a la trinchera, otros combatientes ocupan los puestos que los anteriores han dejado vacios. Nuestro hombre no puede gritar, batallar y morir. El labriego no tiene sitio para participar en esta carnicería, en esta guerra sin cuartel y donde no se hace prisioneros.

Él lo intenta. Quiere cumplir órdenes de sus superiores y participar en este festín de sangre, heroísmo y metralla, pero no le sale. Escucha poesía en la radio de un pastor y no le dice nada. Escucha a una mujer con voz ronca y palabras fuertes y no le dice nada. Ve los afiches, las pancartas y las banderas y no le dicen nada.

Ve cruces, hoces, camaradas y soldados uniformados. Un general ciego, cojo y con cicatrices, ciudades que resisten al envite fascista o el rejoneo de curas. Mineros asturianos, niños muertos en Getafe, bibliotecas que arden o bombas que no estallan en el Pilar. El Prado bajo las bombas y tantas y tantas otras cosas, pero no puede; no está hecho para el conflicto.

A él lo único lo que importa es su burro y sus campos. Pequeños y arcillosos, pero sus campos. Y su burro, seco y curvado y por los años, pero su burro. Sólo le preocupa eso. Manda cartas a su mujer y lo único que le pide es que le cuente cómo están su burro y el campo. Se desvive noche tras noche por llegar para la cosecha y disfrutar de los días de vendimia.

Espera respuesta día tras día. Su mujer contesta. Va bien, pero le necesita en el pueblo. Hay mucho trabajo, ella sola no da abasto para tanta tarea. Pero no llega ese día en el que termine la guerra. En que le digan si es vencedor o vencido, si le van a dar una pensión o le van a decir que luchó por nada y pueda volver a casa.

Ha pasado. Nuestro campesino se ha ido y ha desertado. Dice que no habrá quien are su campo y ni quien recoja su cosecha. Se fue. Dejo una nota donde le explicaba al teniente que no podía dejar de pensar en su mujer, en sus campos y en su burro. El oficial leyó la nota, la quemó y todo terminó.

En Twitter: @Jarnavic

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