Pareidolia del Sur

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El fútbol desde las tablas

Por Andaluz

Quisiera aprovechar el desocupe de quienes nos leen para compartirles una reflexión sobre el fútbol y los toros que surgió del manifiesto taurino que leyó el periodista y escritor Antonio Caballero Holguín el 12 de septiembre de 2014 en la plaza de la Santa María en Bogotá -al final encontrarán el link del escrito completo- Les advierto que este es un guiño a la tauromaquia, una expresión cultural y artística legítima. Por eso me disculpo en público con mis compañeros escritores en el blog pues si llegan a publicar esta entrada perderemos a todos nuestros lectores progresistas y de avanzada que solían acompañarnos.

Tomado de aquí
Tomado del bl0g de Marcos Sanchidrián

Sacando a bailar el concepto que tiene Antonio Caballero sobre los toros, el fútbol es “una fiesta, un rito, un espectáculo, un combate, un sacrificio, un juego. Y un arte”. Esa diversidad existencial es un milagro que agradecemos quienes todavía entramos a la cancha pensando en la inmortalidad, lanzando gambetas y muletazos de manera sacramental, amorosa, abnegada y despiadada sobre la delgada línea que separa la heroica victoria de la humillante derrota. Cuando se trata de los toros la cosa va más en serio, pues lo que se pone en juego es la vida. Sin embargo, el valor que destilan por los poros el futbolista y el torero evoca una misma pasión por cruzar las fronteras de lo impensable.  La confrontación mortal con los toros y el popular juego del balón se justifican como arte a través de la belleza y la plasticidad de sus movimientos, que ante todo son creación estética.

Quienes sentimos atracción por esta singular voluptuosidad futbolera y taurina, sabemos que nos arriesgamos a la más ortodoxa y rigurosa censura de quienes teorizan hasta la caída de una manzana. No obstante, tanto el arte del balompié como el de la tauromaquia se definen por sí mismos y no hace falta que se alargue el discurso con palabrejas y artimañas: todos tienen derecho a fabular con tonterías. La libertad, además de ser un mal chiste en los discursos políticos, es un buen  argumento estético para cualquier arte: el fútbol, la danza, la música, la cocina, la vanidad, el cine, la pereza, la pintura, los cálculos, el teatro y los toros. La libertad de hallarle elementos artísticos al fútbol no parece un problema para ninguna ley humana o divina, pues quienes aman la caprichosa –balón de fútbol– somos más y sería una ridiculez prohibir esta noble expresión de habilidad mental y física. Con menos suerte cuentan las minorías dedicas a los toros que les toca lidiar –que irónico y que bello– con la  universalización de su definición artística y con decretos absurdos que los prohíben en una sociedad que se presume democrática.

Esa lucha contra el poder también la ha padecido –otrora– el fútbol, ante la imposibilidad de grupos marginales de disfrutarlo y aprehenderlo. Un ejemplo de ello fue el Barcelona de los 70’s que enfrentaba nada más ni nada menos que al franquismo, autoritario y católico, empeñado en aplastar la minoría catalana. Allí nació uno de los más brillantes artistas de todos los tiempos, Hendrik Johannes Cruijff. El fútbol logró asestar al dictador el golpe más duro con su riqueza artística basada en la delicada armonía de pases y regates que surgieron de los pies del holandés.

Nos encontramos ante una encrucijada más grande que la de aquellos tiempos, pues a la tauromaquia no solo se le reprime desde el poder político, sino que se le censura desde el lenguaje impuesto por una cultura puritana y mojigata que concurre al festín mundial de la guerra y la pobreza con el mismo desdén con el que se compra una caja de chicles. La exuberante cantidad de alegrías que brindan los toros y el fútbol se las debemos a las palabras, a su sonido, a su forma y ante todo a sus significados que colman de delicias a quiénes oyen, ven, siente, respiran y juegan. La hecatombe no es un alcalde rufián o un déspota católico prohibiendo lo que les venga en gana a diestra y siniestra. La tragedia es que presenciemos la muerte lenta de un mundo sinfónico de melodías.

Todavía queda la posibilidad de resistir y enfrentar –con la misma virilidad con que el torero confronta la muerte– las fuerzas que acallan el ensueño de una tarde roja en la que se oyen gritos que abren las puertas del tártaro, con historias que hablan de faenas, tandas, burladeros, pitones, tercios, encierros, paseíllos, estocadas, cuadrillas, doblones, naturales, molinetes, manoletinas, flores, botas, pañuelos, arenas, abanicos, tablas, novillos, sementales, mozos y matadores.

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Manifiesto Taurino escrito por Caballero: http://www.radiored.com.co/noticias/cultura/manifiesto-por-la-libertad-y-la-tauromaquia-antonio-caballero/

Coda: Recomiendo a los curiosos que vean el primer video sin sonido, acompañado por la melodía del segundo.

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@Pareidoliasur

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