Liliana Isabel Alvarado O.
Perdone que me tome la libertad de saludarlo, pero no podía aguantar la tentación de tenerlo tan cerca y no hacerlo.
Apenas pude decirle hola con mis pulsaciones a mil. Volver a saludarlo después de no sé cuánto tiempo, fue como una brisa fresca que sacudió mi corazón.
Me parecía mentira que estuviera ahí. Han pasado tantos días y no se alcanza a imaginar cómo lo he extrañado.
Tal vez esta es una de esas veces en las que renuncié a quererlo nuevamente y en la que se me hinchan las ilusiones y las esperanzas con tan solo una palabra.
Para qué mentir si me moría por saber de usted, aunque sé que más tarde moriré con su indiferencia y su fría respuesta, recordando además que aquí estoy, desprotegida, con los sentimientos a flote y deseando un instante más para que escriba un poquito de su vida aquí en la mía, aún en esta frágil espera.
No le voy a negar que en medio de esta muerte lenta, me gustaría reprocharle mil cosas y quizás encontrar la respuesta de otras; pero solo quiero sentir en este instante, cómo avivo mi sentir, cómo acelero mi sangre y mis pulsaciones, queriendo estallar de emoción tan solo con su voz.