Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Sencillo: apariencia o personalidad

apariencia

Federico Acevedo Ramírez

Me tiene pensativo una conversación que tuve con Laura ayer. Creo que me hizo reflexionar sobre mí mismo. A veces uno cree que se conoce hasta que alguien le hace ver que no.

Ella siempre dice que me conoce tanto que cuando yo olvide quién soy, ella podrá recordármelo. Le digo que no, que no lo pienso así, a pesar de que somos amigos desde la infancia. Ayer estábamos en mi cuarto hablando sobre las aplicaciones en línea para encontrar pareja. Me preguntó si yo le hablaba a alguien que no tuviera foto de perfil. Le contesté con la verdad: no.

—¿Por qué? —me preguntó.

—No sé. Tal vez me guste hacerme una idea de con quien hablo —le contesté.

—¿No será que te importa demasiado la apariencia física?

—mmm me importa, pero no demasiado.

—No te molestes, pero yo sé que para ti importa mucho, a pesar de que todo el tiempo digas que hay otras cosas más importantes.

—Laura, yo he dicho que la apariencia física es muy importante para mí, pero en un inicio. Después me fijo en la personalidad y en los principios, que son los que al final enganchan.

—Pues a mí me engancha eso primero.  La apariencia física es un valor agregado, pero no incide en mi decisión de estar con alguien o no.

—Te apuesto a que sí —le dije—. Cuando dices que un hombre desconocido es lindo, lo juzgas solo desde su apariencia. No digo que esa apariencia tenga que cumplir con los cánones de belleza actuales, pero sigue siendo una atracción física. Es algo así como un patrón personal que juzga  o no atractivo el físico de los demás.

—Pues no tengo un patrón específico —me espetó.

—Tal vez no lo hayas identificado. Por ejemplo, hay personas que no cumplen con los estándares de belleza de la publicidad, pero aun así te parecen atractivas. ¿O no?, Laura.

—Tal vez. Pero yo no busco que un hombre sea lindo sino que tengamos los mismos principios.

—Entonces te podrías fijar en el profesor de ética. Has dicho antes que admiras su pensamiento y te parece un hombre con mucho músculo intelectual.

—Pues no. No me gusta porque programé mi mente para que no me guste ningún profesor. Si de entrada no contemplé la posibilidad de fijarme en él, ya no lo haré.

—Entonces moldeaste tu conducta. Es una buena respuesta, pero no te creo. Obvio que sientes atracción física por los demás y eso actúa antes de que conozcas a la persona. Lo que pasa es que esa atracción es superficial y efímera. Pero sé que sigue prevaleciendo en un inicio, cuando ves a la persona por primera vez.

—No sé.

—Hay gente con una personalidad que se ajusta perfectamente a uno, pero que aun así no nos gustan. Solo los queremos como amigos.

—Sí, eso es cierto. Me ha pasado.

—Entonces todos de alguna manera nos fijamos en el físico. El problema sería: ¿En qué medida importa el físico? ¿En qué medida importa la personalidad y los principios?

Aunque aparentemente la discusión la gané yo (logré convencerla de que a ella también le importa el físico), quedé preocupado por mi incapacidad para hablar con alguien si no conozco su rostro. ¿Será que le estoy dando mucha importancia a las apariencias?

Cuando una persona no me atrae sexualmente desde un inicio, no hago mayor esfuerzo por conocerla, a menos de que haya visto algo tan atractivo en su personalidad que decida convertirla en mi amiga. Si me acusan de superficial, no tendré más remedio que decir: “sí, lo soy”. Pero estoy seguro de que no lo soy ciento por ciento. Hay muchas personas que me encantan físicamente, pero que solo las he contemplado como prospecto de pareja hasta conocerlas. Si la personalidad, los ideales y los principios no coinciden con los míos o no los juzgo como “aceptables”, no hay belleza física que pueda mantenerla como una opción.

“Está buena pero que no abra la boca”, dice un amigo mío para explicar lo que acabo de decir. También lo he escuchado del mismo modo, pero en el sentido contrario: “Está bueno pero que no hable”, dice una amiga mía. Entonces, ¿la apariencia o la personalidad? Yo elijo las dos. Mi pareja me tiene que encantar físicamente, pero a la vez tengo que coincidir con su visión de mundo, su orden mental y sus principios. Así de sencillo.

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