Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Mi nota favorita

 

music

Luisa Fernanda Viatela Lozano

Escuchaba canciones que no entendía, tenía conversaciones a las que procuraba ponerles la atención suficiente, planteaba líneas extrañas y lloraba mientras hacía todo esto.

De fondo, unos tambores que redoblan de vez en cuando.  Una voz femenina grata al oído a la que le correspondía en ese instante la pieza musical.

Un piano daba el paso al resto de los músicos, aunque ella siguiera sin entender de qué hablaba la canción en sus oídos. Nadie más la escuchaba, sólo ella.

-No me gusta ver cómo caen los lagrimones de sus ojos, decía la mamá.

¿Qué duele tanto?

¿Qué causa tanto daño para que llore hacia adentro?

¿Qué atraviesa su garganta con una gota inmensa de no sé que?

¿Qué rebota dentro de su cabeza como ardilla con cafeína en la sangre?

¿Qué ahoga su suspiro innato?

¿Qué calla cada ojo? ..o ¿sólo llora de felicidad?.

Ella lleva un vestido a cuadros, borde dorado, zapato de tacón cubano y un suéter de hilo vino tinto. De tanto andar de acá para allá con su pelo recogido, el viento le enredó la cola de caballo en la coleta de agarre.

Hay cosas que guarda el corazón, cosas que sabe atesorar y no poner en evidencia.

Tal vez eso pasaba con ella. Quizá una nota se volvió su espejo. Le daba pavor pensar que era su nota favorita.

No es que no sepas querer, es que no te gusta demostrarlo… no lo sabes demostrar”, le decían. A veces las decisiones duelen; cuando te dejas guiar por el corazón, duelen y cuando no… también duelen.

¿Por qué sus ojos se cargan y al parpadear gotean?.

Cuando se levantó de allí, pasó por mi lado con un audífono a reventar de volumen. Sólo alcancé a escuchar la parte que dice “My, my, my, my, oh give me love, my, my, my, my, oh give me love, my, my, my, my, give me love”, de Ed Sheeran.

Levantó su cara para mirar el cerrojo de la puerta.  Cruzó una mirada conmigo y parpadeó.

Ya hubiese querido yo, agarrar esa lágrima que cayó, pero no me correspondía trancar el dolor que cargaba en su nariz roja. Dolor, que estoy segura, llevaba anotado en ese papel amarillento de cuaderno viejo, en el que escribió por casi dos horas.

Cruzó la puerta, guardó el papel en el bolsillo izquierdo del suéter de hilo vino tinto, rosó las mangas con los pómulos para secar los cachetes, acomodó sus audífonos y se fue.

Ahí, sólo pensé, en qué será lo que cargan mis ojos, mi garganta y mi libreta. Cuál será mi nota, mi espejo… ¿sería tal vez mi favorita?.

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