Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Los monstruos de Absurdistán

 

 

 

monstruo

Federico Acevedo Ramírez

 

Llegó el día en que todos los monstruos de Absurdistán se presentaron a la Primera Audición Nacional de Monstruos para conseguir un cupo en alguno de los 23 circos que construiría el rey alrededor del país. Los intelectuales aplaudieron la medida y se alegraron de que los abortos del demonio, como han sido llamados, pudieran desempeñar una función distinta a la de limpiar baños públicos y recoger basuras. Los duques, los condes y demás ostentadores de títulos nobiliarios estaban furibundos. Les parecía inconcebible que esas criaturas ocuparan un lugar más digno en el reino. Nacieron para lo más ruin. En general, a ellos no les gustaban los cambios. El orden social existente era el dictado por las divinidades y no se debía alterar. El Rey pensaba lo mismo, pero era más inteligente. Según su último censo, los monstruos habían crecido más en la última década de lo que crecieron en el último siglo.  Era mejor tenerlos contentos y evitar insurrecciones.

La fila de monstruos era interminable. Cuando uno pensaba que había  llegado el último, ahí mismo aparecía otro. Era la oportunidad de oro. La mayoría estaban disfrazados. Sus deformidades, decoradas. Quienes tenían habilidades circenses practicaban con esmero mientras esperaban la audición. La diversidad de la fauna monstruosa era inmensa. Eran monstruos, pero eran diferentes. Había altos, bajos, gordos, flacos; de piel morena, blanca, negra, azul, roja, verde, gris y de colores inexistentes; con narices aguileñas, garfios, ñatas, respingadas, rectas, gibosas o griegas. La variedad en su máxima expresión.

Como siempre, no faltó quien quisiera sabotear las audiciones. Desde el cielo, los unicornios de los nobles arrojaron agua. La ventaja es que la piel de los monstruos absorbe rápidamente la humedad. En cuestión de minutos estaban secos y con la misma disposición. Nada los iba a detener ese día. Sus almas, sus vidas y sus corazones se dirigían lanza en ristre a aprovechar esa oportunidad.

Y la oportunidad se aprovechó. El 70% de los monstruos de Absurdistán fueron elegidos para actuar o trabajar en los circos. Unos harían parte de los espectáculos; otros, trabajarían como meseros y anfitriones. Los 23 circos iniciales tuvieron tanto éxito que se construyeron diez más. Gente de todo el mundo asistía a los espectáculos. La economía creció, pero también creció el resentimiento de los nobles hacia ellos. En los baños públicos y en las basuras seguían trabajando monstruos, pero también gente “normal”. Había escasez de monstruos, casi todos estaban en los circos. Este hecho era imperdonable. La raza normal no había sido creada para desempeñar esas vilezas. Era un insulto a las divinidades que debía ser reparado.

El odio fue avivado cuando los monstruos se organizaron alrededor de un partido político y obtuvieron un tercio de las curules en el parlamento. Era imposible que la monstruosidad tuviera voz y voto. La indignación fue masiva. Se organizaron huelgas generalizadas por todo Absurdistán. Las protestas se convirtieron en revueltas. Los circos fueron quemados. Al principio, eran normales contra monstruos. Al final, eran todos contra todos. El país quedó reducido a ruinas. El auge económico se convirtió en desgracia. La pobreza, la desigualdad y la mediocridad volvieron a ser el pan de cada día. La nobleza recuperó el parlamento y negoció con el rey su permanencia en el trono. Nunca más los monstruos serían tratados como normales. Ese error era irrepetible.

Hoy, Absurdistán sigue siendo lo que siempre fue: un paraíso para unos; un infierno para otros.

 

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