Por: Laura Castro
Tanto tiempo conociéndome fue inútil.
Días enteros dedicados a tolerar las bajas temperaturas de mis emociones, la alta presión del aire mis fracasos, la falta de humedad de mis instantes de frenesí y la mala condición del suelo que sostenía mi esperanza.
Todo ello tan conocido, tan aceptado, tan controlado, tan equilibrado entre mis ilusiones y mi realidad.
Ahí estaba yo, sentada en mi confortable rutina.
Sentía haberme encontrado. Reafirmé mi incredulidad en el amor y me di a la pena de vivir sin él.
Me sentía segura y tranquila. Con la plena certeza de que no necesitaba más que mi estima propia. Pero llegaste tú a arruinarlo. A remover esa tierra árida, a sazonar mis deseos y desestabilizar mis vacuas proyecciones.
¿A caso quieres hacerme creer en lo extraordinario? ¿En que existe un destino? ¿En que hay hilos invisibles entre nosotros, que tarde o temprano entrelazan sentimientos? Hoy mi fantasía se viste de rojo carmesí. Y es ese descabellado tono del que se jactan los vehementes, el que ahora le hace sombra a mis temores.
Y mírame aquí, en este horizonte desconocido. Maravillada con sus matices. Ridículamente asombrada de la vida, de sus vacilaciones y casualidades, con el ánimo de redefinirme, o mejor aún, de vivir sin definiciones.
Amo la mujer que ves en mí. Ya no temo ser una nueva cada día y de nuevo encontrarme, pero ahora en ti.
Más de lloronas de abril en https://www.facebook.com/lloronasdeabril/?ref=bookmarks