Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Las niñas de la pradera

 

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Para Francy Elena.

Cada nuevo año las niñas de la pradera recuerdan de qué están hechas.

Caminan hablando de todo lo que les ocurrió siendo chicas, cuando la novedad estaba a la vuelta de la esquina, pensando solamente en aprobar o no la salida a montar bicicleta.

En analizar, de lejos, las ideas que los demás les iban contando sobre el mundo, y en ocuparse de ser más livianas, luego de verificar que cada uno arma su dulce destino.

Se reúnen en los mismos lugares para verificar que los años pasan y la conciencia se expande hasta encontrar la comodidad del corazón.

Saben que tienen la misma raíz. Son un espejo de marcas invisibles. Una red que  han tejido a distancia con la capacidad de anticiparse a la respuesta de la otra, siempre con la seguridad de que ningún externo puede modificar lo que aprendieron cuando vestían las mismas prendas antes de tomarse fotos en los parques.

Las niñas de la pradera saben que los egoísmos no crecen, que en lugar de la imitación está la complicidad. Que llega el momento de comprender lo que piensan los demás, solo con respirar sus motivaciones y sus desengaños.

Entienden que no hay mayor fuerza que el amor. Porque lo esperaron, lo revaluaron, lo armaron a su antojo, se desencantaron y volvieron para contarle a las otras que el futuro es una burbuja que estalla de repente y que de nada vale pensar y pensar en lo que viene, cuando es la vida la que decide por todos.

Maduraron en compañía.  Fueron cómplices y amigas de esas que no están para cuestionar el abandono. No hablaron nunca de negación sino que crearon lazos, y los vieron una y otra vez en forma de letras, de risas, de llamadas a la media noche y de comprensiones sobre los silencios y la soledad.

Las niñas de la pradera no le dijeron nunca al mundo cómo se sentían.  Porque tomaron decisiones conscientes, se atrevieron, visitaron el abismo, aprendieron y defendieron que valía la pena ser felices.

Las niñas de la pradera caminan en sus nuevos ciclos con la frente en alto, sintiendo cómo el aire del verano bordea sus faldas y sus uñas pintadas de primavera.  Aprendieron lo básico y conocieron la intención de las miradas ajenas. Fueron ellas mismas…fueron felices.

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