Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

La mujer que soy

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Por: María Isabel Cardona Figueroa

Hasta que la acepté.  A ella, a mí.

No la quería.  Era símbolo de vulnerabilidad, de debilidad, tristeza, drama, dolor físico y también del otro, del que te hunde y no se va fácilmente, el dolor del alma.

La minimicé y la guardé en el fondo de mi ser; la relegué a vivir en un rincón privado, sin escucharla, sin sentirla.

Mientras tanto, le dí fuerza a él, siempre preparado para la batalla, siempre fuerte, a la defensiva, sin miedo ni sentimentalismos, listo para saciar sus ansias de deseo, de libertad, de placer, de éxito y de poder.

De a poco, fue creciendo,  alimentándose de vestigios de alegría, de lágrimas y de la luz que a veces llegaba. Cuando aparecía, renegaba, el dolor se acrecentaba, los estados de ánimo eran una montaña rusa que me producía cada vez más un  inevitable rechazo.

Lamentaba que las dos fuéramos una. Solo me interesaba él porque era mi mejor mecanismo de defensa, con él al frente sentía que lo podía lograr todo.

Nos hicimos fuertes, de alguna manera.  De allí nacieron los sentimientos más nobles, pues me permitió vibrar, renovarme, transformarme, saber que ella la que resiste, la resiliente.

La escucho, la acepto y la amo, la cubro en mi interior con la fuerza y la energía que necesita para reinventarse, para empoderarla y luego dejarla ser, actuar e irradiar su magnífica luz.

La mujer que hay en mí es lo más preciado que tengo; es mi esencia, soy yo.

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