Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Elogio de la bendecida

 

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 FEDERICO ACEVEDO RAMÍREZ

Ella es su larga y frondosa cabellera; su cintura de avispa; sus dientes blancos y perfectos, sin ningún desnivel; unos pechos grandes insuflados de orgullo; unas nalgas inflamadas de fantasía y una voz dulce, meliflua, frágil, de ángel desentonado.

Ella sabe para donde va. No duda. Cada paso es calculado. La universidad le sirve de fachada. El cartón, para que no la llamen bruta. Es como una sanguijuela, sonrisita va, sonrisita viene, obtiene lo que quiere. Sus compañeros estudian por ella.  No aspira a trabajar, no de esa manera.  Su labor será asechar un macho, un proveedor, que la ponga a vivir como se lo merece. Es una bendecida,  da gracias a Dios todos los días. Juega por punta y punta, va a la iglesia y baja a los sótanos del inframundo a contemplar el arte de la brujería. No se percata de la contradicción. Quizás comprendió que no existe tal. Todo sea por asegurar, por asegurarlo, por asegurarse.

Se alimenta saludablemente, revisa las etiquetas de cada producto, es fanática de la comida orgánica,  come semillas y frutos secos, evade los alimentos procesados y prepara bebidas de frutas y verduras. Se toma un batido antes de ir al gimnasio y otro después. Su cita allí es ineludible. Sus compañeros de universidad saben que deben ajustar sus horarios al de ella, pues ni por un trabajo en grupo se cancela el ejercicio. Primero lo primero. Si le preguntan, no es por vanidad sino por salud que hace todo esto. Su cuerpo es su templo y hay que cuidarlo. Se ama a sí misma, sus redes sociales dan fe de ello. Cuando la ofenden saca sus mejores argumentos: “al menos no soy gorda” o “al menos me recogen en carro” o “jamás tendrás este cuerpo”. Sus atributos físicos son fuertes argumentos y no duda en esgrimirlos con orgullo. Las demás caen desplomadas ante la contundencia del ataque. Certero.

Ella adora los accesorios, desea convertirse en uno. Ser un accesorio más de los que él ya tiene:  gafas, carros, relojes,  hectáreas de tierra, caballos de paso fino y un número  considerable de subordinados. Ella estará ahí para darle poder, como todo lo demás, para conferirle virilidad. Ella, por su parte, deberá cumplir con su cuota: mantenerse siempre en forma. Una dura tarea.

Ella está dispuesta a todo,  será la constatación de las bondades del sistema: a mayor esfuerzo, mayor recompensa. Porque sí que le ha costado, sí que ha tenido disciplina, sí que le ha tocado lidiar con envidias. Se lo merece.  Solo queda esperar a que sus esfuerzos rindan frutos.  Queda seguir navegando por las tórridas aguas superficiales, plagadas de pirañas que no le hacen daño. Ella es una de las escogidas, de las afortunadas, ella es, sin lugar a dudas, como lo manifiestan sus pies de foto, una BENDECIDA.

Fotografía tomada de Ben Goosseens.

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