Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

El momento de la verdad

verdad

 

Hoy he comprendido con más razón que sentimientos, que esta vida no puede ser un juego.  Que hay que volcarse a lo importante, porque el jugador más fuerte del equipo ronda y ronda el arco; bombea y bombea la cancha entera, antes de las jugadas memorables.
Que los retratos de la perfección saben a carcajadas liberadas en tu carro para conjurar dolores; a las certezas de la gente alegre; a la dosis perfecta de cortisona con olor a esencia de chicle.
Que es en las pérdidas donde nos volvemos amigos de los verdaderos ojos del llanto, antes de pasar la página y refugiarnos en la bondad de las almas cercanas.  Que la inmortalidad se palpa en los abrazos espontáneos de quienes creen en las acciones éticas, y aparecen de repente en el piso 18 cuando el mundo celebra la inconsciencia, solo para recordarte que tienes un par, lejos de la miseria.
Que la idea curiosa de repasar titulares e imaginar otros, es un ejercicio de contemplación, porque la complicidad está en las torpes intensidades de almas que irremediablemente volarán a tus ojos, porque te pertenecen.
Que no hay humillación pues todo se compensa; las ilusiones no se apagan, solo se nutren de nuevos beneficiarios.
Que no puedes estar derrotado jamás si caminas por la línea blanca del placer respetuoso.  Que nadie puede burlarse si los une camino de vistosas mariposas.  Que no existe la derrota si adentro palpita la transparencia de las acciones, incluso si habitas  un sillón prestado en las escaleras que conducen a la soledad del poder.
Que tus armas más dignas son impenetrables.  Que escuchas voces de aliento, femeninas, conscientes, invencibles.
Que después del desenfreno está la acertada renuncia, porque el regalo llegará un día, disfrazado de tonos y frases del cono sur, capaces que descubrir tus sueños mojados y ponerlo en metáforas, a pesar de que solo queden pocos días.
Que dará miedo pensar en ese espejo de vida, pero que los caminantes aparecerán como recompensa, como acto de fe, como buena suerte, como compensación individual, no de patria, de vida, de muerte, de juego…
Tus leyes se imponen en medio de la algarabía colectiva, del recibimiento de los héroes, de los falsos regaños, de los correctivos de los egos, con órdenes a distancia.
Hoy he comprendido con más razón que sentimiento, que la historia no se borra…que nada te arrebata la esencia, que las oportunidades llegan con generosidad, porque aún no hemos perdido el anhelado partido del cariño.
Que el marcador estruendoso es solo una oportunidad para continuar siendo.  Que nada te borra de tajo el día 28, que puede ser un siglo, si adentro florecen los audios de primera mañana para las amigas; la encendida de la vela morada en el baño; el buenos días a distancia, con ojos cerrados, con editada de letras para no perturbar el sueño de escritor.
Eso es lo que habría que decirles a las chicas que esperan el rescate, para sacarles media sonrisa, o por lo menos, una mueca de sonrisa: que la historia no se borra, que puedes soñar sin límites, que puedes nombrarlo, imaginarlo, amarlo, esperarlo, sin que nadie lo prohíba, porque son tus momentos de verdad infinita.

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