Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

De los amores no correspondidos

 

 

anillo

 Federico Acevedo Ramírez

 

www.lloronasdeabril.blogspot.com

 

Hace días recibo llamadas de una amiga muy cercana, que conocí en la adolescencia y que llamaré Aracely (por aquello de proteger su identidad). Sus comunicaciones se han incrementado y son más asiduas que de costumbre. La razón: está pasando por un drama sentimental. Conoció en su trabajo a un hombre que la tiene loca. Ni ella misma sabe por qué. Acepta que no es el hombre más lindo con el que ha soñado, ni la mejor persona, ni siquiera el más adinerado (algo que cuenta mucho, aunque no se acepte, ni se mencione), pero  que tiene un “algo” que la enloquece, aún más.

Aracely es muy tímida y no toma iniciativas durante el cortejo, ni llama la atención del hombre que le gusta (cuando ya los tiene es ella quien propone y da las órdenes). He pensado que es muy buena estrategia suya. Se muestra dócil, tierna, de poco mundo y cuando los atrapa en su red, saca sus malas mañas y se las da de tonta. En este caso, la estrategia parecía no funcionar. El caballero no se mostraba interesado y eso, obviamente, incrementó en un 100% el deseo de Aracely por tenerlo.

Cuando parecía que su interés no podía ascender más, se enteró de que vivía con otra en unión libre. No es tan mala mujer como para tratar de quitárselo, pero tampoco tan buena como para no haberlo pensado. Se resignó y se propuso olvidarlo. Pero ya se había metido y de cabezas en el terreno del amor no correspondido.  Ese amor que es más parecido a una obsesión y  que ha acabado con grandes como Truman Capote: no  temía a nada, excepto al amor no correspondido.

Cuando Aracely me llamaba lo abandonaba todo para  destinar por lo menos una hora a escucharla hablar de aquel amor. Fantaseaba con que un día llegaría él al trabajo con unas enormes ojeras (de tanto llorar) y con la noticia de que se había separado. Y, claro, ella estaría ahí para consolarlo y mal aconsejarlo. Varias veces imaginó ser su esposa y hasta pensó en cómo saldrían sus hijos, si más parecidos a él o a ella o, quizás, una perfecta mezcla de los dos. Hizo lo que hacemos todos (mentalmente) con la persona idealizada: pasear de la mano por un parque, tomar caipiriña en Bali, casarse en Cartagena y ser la envidia de todas sus amigas; arruncharse en una abullonada cama king size una tarde de domingo lluviosa, tener su propio y modesto nidito de amor (estrato seis, por supuesto), abrocharlo del brazo en los eventos sociales, reírse en secreto de las que aún besan sapos, y más.

El día de las enormes ojeras y de la noticia de la separación llegó. Aracely saltaba en una pata, por dentro, porque debía disimularlo. Se convirtió en su confidente, su paño de lágrimas y su apoyo incondicional. Aquel caballero terminó fijándose en ella. Yo estaba inmensamente feliz, en especial porque eso significaba el fin de las eternas y dramáticas llamadas. Pero, no. Aracely ahora llama a quejarse. No fue sino que el amor no correspondido empezara a corresponder para que ella encontrara “peros”. Yo que pensé que por fin sería feliz en una relación sentimental. Ahora resulta que el hecho de que él gane menos que ella es complicado, como si no hubiese sabido eso desde un inicio.

El problema de Aracely, que es el de todos, pero que parece mayor en las mujeres, es su inconformismo. Si el hombre es juicioso, entonces es un “dormido”; pero si, en cambio, es avispado, entonces es un “sin vergüenza” o un “coqueto”. Tal parece que es intrínseco en el ser humano anhelar algo con todo el corazón para después no saber qué hacer con eso cuando lo tenemos.  Si bien el inconformismo ha permitido (lo sigue haciendo) que avancemos, que luchemos por mejorar las condiciones actuales (qué sería del desarrollo de la ciencia sin el inconformismo), también es cierto que impide disfrutar de lo que se tiene en el momento presente. Entonces, condenados a vivir siempre en un tiempo futuro (¿quién nos garantiza que sea mejor?) y llenarnos de ansiedad.

Bueno.  Finalmente Aracely empezó a tomar conciencia y está decidida a conocerlo mejor y a vivir el tiempo presente.  Ella tiene muy claro que uno nace y muere solo (que si no funciona no pasa nada), aunque, y cita a Isabella Santo Domingo, “la vida se vive mejor acompañados, así sea de un bastón, de un perro o de un novio virtual en Chechenia”.

Nota aclaratoria: en la mayoría de los casos el amor no correspondido no nos corresponde nunca. Lo mejor, para que no se quede pegado ahí toda la vida, es que abandone la partida. Hay que entender que hay batallas que no se libran. A veces la rendición es la mejor estrategia, sobre todo si se quiere conservar algo de dignidad.

 

Comentarios