Por: Milena Agudelo Trejos
Comprendí que somos los artífices de nuestras alegrías y tristezas. Que reiniciarme es el arma que tengo a favor para soltar lo que ya no está.
Desperté con una hermosa sensación de tener el alma limpia y sin el eco en la mente, de los fantasmas que deja el pasado.
Sentí al abrir mis ojos, que algo hizo clic en mi ser.
Entendí, que el estado de nuestro cuerpo, mente y espíritu, recae en la actitud con que asumimos cada nuevo despertar.
Celebré tu existir, porque haber vivido a tu lado fue la mayor lección para mi vida. Y si hoy no estamos juntos, no fue una derrota sino una transformación de lo que éramos.
Celebré cómo quedaste impregnado en mi piel y los días en los que me permití creer que el amor verdadero sólo ocurre una vez y nos marca para siempre.
Recordé las risas y los recuerdos, como cuando sentimos mariposas en el estómago y logramos ver la cara de la luna.
Porque me elegiste cuando nos miramos cómo si estuviéramos solos en el mundo, mientras bailábamos sintiendo ansias, mientras en medio de tantas adversidades logré comprender que tu compañero de vida no es quien cumple con ciertas expectativas, sino quien con sus imperfecciones te cause caos, pero al finalizar el día te mire y te siga eligiendo a pesar de que el panorama sea espinoso.
Comprendí que soy la artífice de mis alegrías y tristezas, porque es mucho mejor librar las batallas agarrada de la mano y agradecida de tener a mi lado a quien ha llorado y reído por mí.