Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Bestias dóciles

 

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Por: OtakuDorama-MANM

 De besos a toqueteos, vaya que vamos rápido.

En la penumbra, mi pecho lo ha conocido.  No hay cuerpo perfecto, pero descubrir es una tarea emocionante.

No creí que me gustase tanto producir miradas, sutil pero tercamente, para lograr que él haga lo que quiera.  Esa dulce pero perversa provocación, el delirio de mi cuerpo a la espera de una sorpresa, era un lado que no conocía.

Tengo deseos de verle ahí, que se deleite con mi voz, que se estremezca y en un susurro me sople la continuidad de mis actos. Me encanta la expectativa que genero, tentar a la bestia, a un ser salvaje, pero.  Con lo osada que puedo llegar a ser, me he empezado a cuestionar quién es la verdadera bestia.

Como buena terca, no dejaré que el placer nos inunde antes del atardecer.

¿Será él un ser salvaje al que me he dado el placer de domar? ¿Seré yo un pequeño canario que está saliendo de su encierro? La espera me carcome, impaciente por saber quién será el monstruo entre los dos.

Un frío invierno nos espera pero quiero que pase de manera tan feroz que solo nos queden las ansias de volver a vernos, de volver a sentirnos; la emoción que provocamos en el otro sin necesidad de que la lujuria nos abarque.

Un pecho desnudo, esa paz que se transmite, ese sentimiento de confianza que logra emanar cada caricia hace que me inquiete la injusticia de ser solo la desnuda, con atrevimiento.  Desnudo a mi confidente y, curiosos pero analíticos, dejamos que las manos hagan lo que plazcan.

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Aquel dulce rostro de niño con atisbo de adultez hace que la corrupción toque mi puerta.  Lograr que su cuerpo cambie viejas experiencias, que logre adaptarse solo a mi figura, hace que el demonio oculto entre sábanas, logre desprenderle, desgarrando su alma.  El pequeño niño asoma tímidamente a la emoción de lo desconocido y, yo, como buena amante, lo seduzco a la espera de dañarlo para que vuelva a nacer.

Supongo que la mujer y tímida ha cambiado en tan poco tiempo, a sorpresa del individuo ajeno a mi persona. Pero esa mirada de duda, de emoción, hace que aparezca aquella peligrosa bestia, indomable hasta en los cuentos, mientras que él, expectante por lo que vendrá, procura alistar sus armas, creyendo que no le servirán.

Es un ser dispuesto a morir con tal de calmarme.  Preferirá un acuerdo mutuo entre demonios, porque somos dos seres salvajes, uno más pasivo que el otro y al final solo uno de los dos logrará llevarse la corona.

Que intriga la que se produce cada que nos vemos, tan gélidos y serios ante otros, pero tan honestos y débiles cuando estamos solos.

La noche está excitada por la intriga que produce nuestro desvelo.  Espera que un día, más temprano que tarde, las bestias se nos pierdan, rompan las cadenas y desaten la agonizante pelea que todos hemos esperado.

Seremos fuertes, valientes, meticulosos, no dejáramos ver nuestros delirios tan cristalinos, nos encargaremos de esperar; al fin y al cabo ellas ha sido pacientes, y el quebrar al otro con su mente es lo que más desean.

Como lobo al acecho, esperan que nuestros exploradores se arriesguen más.  No les basta con la inocencia atrevida y pervertida con la que recorremos el terreno. Quieren que saquemos nuestros rifles, listos para conquistar esa nueva tierra y, cuando alguno de los dos lo haya hecho, atacarán, nos destruirán por completo.

Que tontos somos al pensar que comandamos nuestro ser cuando solo somos marionetas de la duda. Ahora esperamos a que su cuerpo nos desvele mientras que su alma nos revela íntimos secretos. Queremos ver, conocer a nuestros niños juguetones en esos campos escondidos, pero primero debemos devorar a ese viejo inseguro que al pendiente está de que nadie toque su terreno.

Es difícil deducir quién sucumbirá a quién. Al final, los poetas, más que escritores de emociones, son traductores de placeres.  Si uno basta para la revolución, con dos se desatara el caos; es inevitable, somos seres pensantes, mundos diferentes con conexiones sin igual, nuestra razón se impondrá sobre el otro.

Ingenuos si pensamos que lograremos emocionar masas, porque solo deseamos corromper con nuestros textos y, en medio de nuestra orgía literaria, atacaremos al desentendido, lo seduciremos y haremos que sea nuestro esclavo más sublime.

Haremos que le arranque la cabeza, que devore sus entrañas y que con su órgano, haga el texto mas hermoso, porque nos encargaremos de llevar esa pobre alma a la máxima expresión de depravación emocional. No conocerá otra razón de vida diferente a la incertidumbre y, sus textos, llenos de placer, se encargarán de doblegar la poca consciencia del otro.

Haremos de su alma un perro sinvergüenza. Se arrastrará a nuestro culo a la espera de su orden, pero sabrá atacar, porque los falderos no nos sirven, los perros no se quieren; queremos bestias dóciles a nuestras órdenes pero monstruos al complacernos.

Nos encargaremos de conocernos, de destruirnos, de devorarnos para que seamos nosotros mismos quienes nos salvemos de recoger los trozos de piel y unirlos. Seremos quienes armen cuerpos destruidos y los unan a su alma mater, porque al final eso somos: demonios.

No hay expresión más grande de posesión que armar lo que hemos destruido, por lo que solo uno de los dos logrará llevar a cabo el sublime acto.  Solo uno será el encargado de liderar el desorden, de liberar nuestros encadenados seres.

Oh!. Qué majestuoso es esperar! La espera es el mejor manjar.  Al fin y al cabo, nada dura para siempre y esperar hace que podamos ver el brillo del atardecer mientras la noche se alista y el día solloza.

Qué hermosa es la espera sabiendo que solo nuestros cuerpos nos conectan al desorden de las almas. Ella sabe que tentándonos a lo inevitable hará más placentero el acto y aun así, sabe que debemos tener cuidado.

Ella solo quiere vernos arder y sin embargo, ahí está, diciéndonos que el invierno pasa para que la primavera llegue y nosotros la volvamos fría, fría como los glaciares.  Que tierna es; nos advierte con su sutil juego de coqueteo y seducción de lo que se avecina.  Sabe que después de hoy todo cambiará, que solo hay que encender la orquesta de nuestras pulsaciones, porque sin un ritmo establecido, el daño será peor.

Que dulce es el placer y que sublime el acto. Somos las criaturas atrevidas de las hadas buscando qué armar o destruir. Queremos que nuestras manos sean las que logren hacer la magia que tanto se comenta en textos.

Qué alegría es saber que el reloj marca las doce, porque después, los muertos se levantan y los vivos se acuestan.

Falta poco, lo sé, pero tengo la rabia de hacerlo mío, de que me pertenezca.  Paciente he sido, pero después del invierno, todo el infierno danzará de calor. Puedo llegar a ser aquella bestia celosa que cuida con fervor su amasado tesoro.

No deseo compartirlo con nadie, ni con el rey más poderoso del reino. Aquel tesoro solo busca acomodarse en mi aposento mientras escapa de las garras de los avaros.

Esperaré porque después del invierno y cuando el reloj marque las doce, el tiempo habrá parado. No esperaré ni un una vuelta más de la tierra y haré que él se vuelva mío por completo o que los ladrones saqueen esta loba vestida de cordero que  no tiene mucha paciencia con las hienas.

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