En segunda fila

Publicado el Juan José Ferro Hoyos

El programa

El engaño del Siglo (que según su título original en español debería llamarse El Programa) promete contar exactamente lo que cuenta: la historia de cómo Lance Amstrong engañó a millones de personas ganando el Tour de Francia gracias al más sofisticado esquema de dopaje. Ni más ni menos. A quienes ya tienen un conocimiento mediano del asunto la película les ofrecerá muy pocos elementos nuevos y a quienes no conocen el tema le permitirá un par de horas de fácil indignación. La historia del engaño del ciclista parece el material de un artículo periodístico bien investigado. La tarea del director Stephen Frears y sus actores es mostrarnos algo que sólo podemos descubrir al ver la historia en la pantalla.

 

En manos de un virtuoso de la cámara, un Sorrentino por ejemplo, la vida de Lance Amstrong tendría una dimensión diferente. En manos de Frears se convierte en una película efectista. Las imágenes son poco ingeniosas en el mejor de los casos (los momentos durante las carreras) y directamente torpes en los peores (los comerciales de televisión). Como ya muchos críticos han señalado, la mayoría de las tomas parece tomada de un larguísimo comercial de ropa deportiva. En este sentido poco ayudan esas las actuaciones cuyo mayor mérito es parecerse físicamente a los protagonistas, y no desentonar en los momentos en que la película utiliza imágenes de archivo.

El engaño del siglo 1

Hacer de un tema tan conocido una película tiene sentido si se trata de dar voz a quienes normalmente no la han tenido. Algo particularmente doloroso del engaño cometido por Amstrong es la manera como, al descubrirse la verdad, la opinión pública se encargó de condenarlo a él sin tomarse el mismo tiempo para resarcir a quienes el mismo Amstrong se había dedicado a difamar. En esta tarea de visibilizar a los olvidados la película acierta un poco. Y lo hace a través de dos personajes centrales, el periodista David Walsh (Chris O´Dowd) y el ciclista Floyd Landis (Jesse Plemmons). El caso del periodista que va contracorriente ya lo hemos visto en miles de películas, y en este caso ofrece poco más que la gran actuación de O´Dowd. Mucho más interesante es la historia vital de Floyd Landis, nacido en una comunidad menonita donde montar bicicleta por placer era pecado. El engaño del Siglo no se atreve a tomarse en serio estas historias por su obsesión en seguir mostrando la maldad de Amstrong y su deseo monstruoso por ganar.

 

Al final el resultado es la indignación fácil de ver actuar  a un malvado, y la engañosa tranquilidad de que a la larga a los deportistas que se dopan los castigan. El tema merecía menos énfasis en la ruindad del personaje y más atención a la manera como nuestro mundo, nuestra obsesión con la victoria, crea un mundo donde el dopaje es la mejor alternativa. El mayor fracaso de El engaño del Siglo es permitir a su público dar el caso por cerrado.

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