En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Hilo de araña, de Jose Hoyos

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Jose Hoyos escribe en Pereira. Escribe en la sala de lecturas de la biblioteca municipal. Hay una maravillosa vista desde los ventanales que dan a la plaza donde la gente hace transacciones en pesos y dólares. Jose Hoyos está todo el día rodeado de gente que tiene problemas con la ley. De gente que usa la biblioteca para trabajar. De gente que trabaja en la biblioteca y de la fauna escolar propia de las bibliotecas. Dice que es asfixiante el día a día de una pequeña ciudad de provincia, pero no hay dos noches iguales en Pereira, porque lo que no se consigue en Nueva York se consigue en Pereira. De modo que a veces puede verse pasear a Jose Hoyos de noche por las dos calles principales del centro o entrar en la cervecería El pavo donde se da cita la intelligetsia local. José Hoyos escribe cuentos. Los más destacables que he leído recientemente entre los libros de cuentos publicados en Colombia. Obtuvo en 2016 el premio  Colección de autores pereiranos (Ciudad de Pereira de Cuento, aunque el galardón famoso es el de novela) con una docena de relatos (y uno tectónico que está de más) donde la mayoría de personajes son anormales. La anormalidad es un hilo de araña que funciona como el nexo oculto que une todos los hechos de la vida. Si te fijas en dónde está lo anormal entre lo normal (y lo normal es lo predecible), entonces estás descifrando el hilo que gobierna la vida. Una criada negra le envía una carta a su patrona donde le explica que desertó de su trabajo para enseñarle al hijo que tuvo, producto de la violación de todos los machos de su familia, la Luz del río Atrato: “¿Señora Lourdes, qué vendrá siendo usted de este bebé que espero? ¿Habrá algún grado de parentesco para la esposa y madre del papá de mi bebé?”. La empatía que se establece entre el lector y personajes tan tristes remueve las aguas negras de las sociedades estratificadas, donde la esclavitud moderna se llama subempleo, donde hay profesiones prestigiosas y otras desprestigiadas, donde el hombre que cuida los libros no tiene oportunidad de leerlos, donde todos vivimos bajo la alienación anestesiante del trabajo sin emociones. Jose Hoyos se enfrenta día tras día en Pereira a un trabajo lleno de emociones y altibajos que choca con los trabajos remunerados de los demás: escribe a todas horas aunque no le paguen. Es un programa arriesgado que pocos están dispuestos a tomar y que protege contra el diletantismo. Es un proyecto existencial. Y hay proyectos vitales y otros existenciales. Los proyectos vitales se miden con los límites de la vida. Los existenciales aprovechan la vida para cumplir éticas y estéticas y no están limitados por las normas y la economía. Cuando no escribe, Jose Hoyos está pensando en lo que escribirá cuando escriba. Y cuando no piensa en lo que escribe Jose Hoyos está pensando en cómo escribieron los maestros del relato universal las mejores piezas breves de la literatura, donde ha encontrado el modelo para sus propios cuentos. Jose Hoyos es un personaje tomado de un cuento de Jose Hoyos. Pero cuesta establecer cuál de los dos es el que vive las historias y cuál es el que las escribe. Intentando descifrar ese misterio, fui a visitarlo a Pereira y terminamos haciendo su recorrido habitual: biblioteca, restaurante, librería roma, cineclub de la Cámara de comercio y cervecería el Pavo. Culminado el recorrido me dijo que a las 6 en punto entrarían al bar tres mujeres, que se sentarían en una mesa del lado derecho y que una de ellas llevaría una pañoleta en la cabeza. Una hora después, mientras conversábamos en una de las mesas, hicieron la aparición estelar por la puerta de El Pavo las tres extrañas mujeres. Sacaron una baraja de tarot y empezaron la consulta. Entonces me di cuenta que José Hoyos tenía entre los dedos los hilos de araña de toda una ciudad porque había logrado descifrar las normas de la vida desde un lugar privilegiado: su mesa de trabajo. ¿Pero cómo lo hizo? El secreto para ver  y mover literariamente esos hilos de araña está en moverse más lento que la velocidad a la que avanza la vida. Jose Hoyos sufre la misma enfermedad cronológica de Lichtemberg: es un minutero en un mundo de segunderos. Su tiempo no es Cronos, el tiempo lineal. Su tiempo es Kairós, el tiempo del espíritu de los griegos. Ir a la biblioteca es más peligroso que vivir.

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