En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Binóculos

Barrio en la montaña

Cometas, Stanislaus Bhor

Son jóvenes y son ladrones y viven en una invasión de terrenos y desde sus casas de tabla ven quién sube o quién baja de la reserva forestal. Cuando ven gente con apariencia de llevar objetos de valor, se emboscan. El profesor, que sube a correr todas las tardes, los reconoce porque son sus alumnos, y sabe cuándo se han emboscado para robar. Ve a la pareja que sube hacia la trampa, y sin embargo no puede hacer nada  para que no los roben unos metros más arriba. Sigue corriendo y los deja atrás.

-¿Qué más, profe?

-Bien, ¿y ustedes?

-Bien, profe: ¿no vio una pareja que viene subiendo por el camino?

¿Podría negarlo y desorientarlos si sabe de antemano que ellos ven todo desde las casas de su invasión? El profesor cuenta ahora que en el colegio le dieron la misión de enseñar justo a la mayoría de este grupo de vándalos.

-¿Qué quieren tocar?

-Metal.

Los ensayó. El grupo de Metal acabó llamándose RataPicha después de una apretada discusión interna. Prepararon un concierto de cinco canciones. En el colegio, las directivas no estaban de acuerdo con que fuera justamente Metal, pero al fin el profesor logró convencerlos para que les prestaran guitarras eléctricas y batería, pero sobre todo para que los dejaran ensayar en sana paz. Les dijo que para el día del concierto deberían llegar muy puntuales, a mediodía, porque todo estaría listo a la una para el toque. Cuando el profesor llegó al colegio, a las once, los estudiantes ya se estaban yendo.

-¿Qué pasó?

-Se acabó el evento, profe.

-Pero si RataPicha iba a tocar a la una.

-Ya no hay rata, profe.

Entonces se enteró de que otros muchachos rompieron los instrumentos y los dejaron tirados en la entrada del colegio. La batería se había extraviado, y los integrantes del grupo RataPicha eran los principales sospechosos del saqueo.

Había más historias de esos habitantes: el bebé que fue rescatado del basurero antes de que llegara el camión triturador. Muchachos a los que se les destruye el amor y enloquecen. Casas donde expenden droga y fabrican muñecas artesanales con ameros de mazorca. Según Natalia Ginzburg lo que se debe enseñar son las grandes virtudes:  “no el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber”. Lo decía por sus hijos y por los hijos de los demás.

-Les enseño música, no ética -dice el profesor y barre la montaña con unos binoculares.

Comentarios