Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Rigoberta Menchú Tum 

Comenzó su trasegar en la vida como una recolectora de café en las fincas de los más acaudalados de Guatemala. Allí sufriría en carne propia los estragos, abusos y maltratos a los que eran condenados los mayas quichés, tribu indígena de la cual hacía parte, y así empezarían los avatares de esta revolucionaria indígena descontenta con la discriminación y explotación a la que venía siendo sometida desde siempre su pueblo, y por lo que vería morir a sus hermanos y a muchos de sus amigos. “En el intento de sofocar la rebelión, las dictaduras cometieron las más grandes atrocidades. Se arrasaron aldeas, se asesinaron decenas de miles de campesinos, principalmente indígenas, centenas de sindicalistas y estudiantes, numerosos periodistas por dar a conocer la información, connotados intelectuales y políticos, religiosos y religiosas”. Rigoberta y su comunidad fueron varias veces víctimas de la represión militar cuando intentaron levantar sus voces, las cuales siempre serían acalladas por la voz dominante de los terratenientes y las armas de sus ejércitos. Muy joven se involucra activamente en la lucha por los derechos humanos, fundando el Comité de Unidad Campesina y la Represión Unitaria de la Oposición Guatemalteca, lo que le valió múltiples amenazas y persecuciones que terminarían obligándola a exiliarse. Durante décadas Guatemala se sumergiría en una guerra civil, y en donde se volvieron cosa corriente las supuestas limpiezas que los “escuadrones de la muerte” realizaban con el exterminio de asentamientos y comunidades indígenas. La madre de Rigoberta, reconocida y respetada partera de su comunidad, sería torturada y asesinada, y así mismo su padre fue quemado vivo junto con otras treinta y siete personas en una masacre perpetrada en las instalaciones de la embajada española. Sus hermanos sobrevivientes tomaron su camino por la vía de las armas, Rigoberta prefirió una ruta pacífica, e inició una campaña de denuncia del régimen, denunciando cómo durante años había venido violando sistemáticamente los derechos humanos y atentando en contra de las comunidades indígenas. Ella por sí misma era la imagen viva del indígena sobresaliente y representaba con altura la lucha por dignificar los valores de su pueblo. En México escribe su autobiografía, lo que significará ganarse un renombre y una importancia a nivel internacional, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. Se destaca entonces por su liderazgo y es invitada para que participe en varios foros por todo el mundo. En 1988 regresa a Guatemala con la protección y las garantías de seguridad que le ofrecieron por tratarse de un personaje ampliamente reconocido. En 1991 participó en la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas por parte de las Naciones Unidas. En 1992, quinientos años después de que Colón arribara a las costas de América, Rigoberta Menchú es condecorada con el Premio Nobel de la Paz, como un reconocimiento por su insistencia en la lucha por la justicia social y la reconciliación etnocultural, basado en el respeto a los derechos indígenas. Hasta ese momento sería la persona más joven en recibir dicho reconocimiento. Con el dinero que le fue otorgado abrió tres fundaciones en Guatemala, México y Estado Unidos, y su posición le permitiría servir como mediadora en las futuras negociaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla. En el discurso que dio durante la entrega del Premio Nobel, Rigoberta reivindica los derechos históricos que le han sido arrebatados a los pueblos indígenas desde la llegada de los españoles, enfatizando en las culturas ricas y desarrolladas en varios ámbitos del conocimiento y las civilizaciones que ya prosperaban a este lado del mundo sin la intervención de otras culturas y sus ideas del progreso. Una vez más levanta su voz. Esta vez defiende las ideas de una desmilitarización en Guatemala, aboga por el respeto a la ecología y el medio ambiente e insiste en la defensa por la igualdad de género. En 1995 se casa con su compañero indígena de batalla, y en adelante no pararán las invitaciones, condecoraciones, honores y reconocimientos. En 1998 fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional “por su trabajo, por separado, en defensa y dignificación de la mujer”. En 2003 negoció con las farmacéuticas y laboratorios para la producción de medicamentos genéricos que fueran asequibles a las personas de bajos recursos. En 2006 la UNESCO la nombra embajadora de buena voluntad. Un año más tarde anunció su candidatura a las elecciones presidenciales, pero pese a sus muchas conquistas pasadas al pueblo guatemalteco le pareció más conveniente dejar a Rigoberta en su lugar, que es el de la fervorosa revolucionaria pacífica. A sus casi 70 años la regordeta y carismática maya sigue insistiendo en el combate que ha sido su vida: la lucha por visibilizar y destacar la importancia de las culturas indígenas.

Rigoberta Menchú

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