El Último Verso

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UN DIBUJO PARA CAROLINA

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Carolina tiene tres lunares en la espalda, siempre que sonríe se forman dos huequitos en sus mejillas y  siento que son las arenas movedizas de un desierto por el cual devora la inocencia con que la ad-miro antes de las caricias. Sus ojos son oscuros y sus caderas anchas, tiene las curvas perfectas para dar tres botes en la cama y no caerse. Un día descubrí que en la cima de sus pezones mi lengua reposaba mejor que entre mis labios, entonces supe que ocasionalmente nacemos para ser libres y nuestros, luego viene el placer y no nos pertenecen ni-siquiera estas palabras.

Carolina es demasiado ella para ser real, demasiada revolución en su corazón como para quedarme a gusto en su vida. Muchísimas ganas de todo para saber esperarnos. Demasiado dispuesta a la noche u olvidarnos como si de una moneda al aire se tratara un abrazo. Demasiado ella para venir y demasiado yo para quedarme a su lado. Carolina toma el cigarro y aspira con fuerza la valentía de la noche, sabe que sus ojos brillan en medio de esa oscuridad y que la luz en ellos o en su boca es el precipicio perfecto para dejarme morir en su hermosura.

Pero si algo sale mal y la noche no tuvo su voz, su sudor, sus senos. Olvida todo de Carolina, olvídala por completo, no permitas que quede un vestigio de que te quería, de que la esperabas esta noche con su boca helada como hielos o diamantes, y su cercanía con un calor que envidiaría cualquier fogata. Olvídala por completo y sálvate a ti y sálvala a ella de ti antes de que sea tarde. No es saludable dejar bajo tus ojos una sombra.

Carolina sabe que los sentimientos son prestados y suelen tener la lasitud y consistencia de un vaso o una pelota. A veces al primer resbalón se deshacen por completo. El crimen es perfecto, no queda sangre ni heridos. Esto se llama olvido, el hermano perdido de la muerte. Carolina sabe que somos un cuadro a medias, entiende que es realmente difícil esbozar un paisaje que les agrade a tantos. Porque alguien nos dibuja en la pintura y luego ya no hay forma de borrarnos.

A Carolina no la mires tanto, no la toques, no la quieras,  no la mimes mucho, no la abraces, no la hagas sentir eterna. Su condición de aire o viento la hace viajera, déjala libre, que te dé tres besos y se sumerja. No la beses mucho, no la sueñes, no la pretendas. Déjala ahogarse porque es sirena, permite que siga su trazo, su condición de piedra al río, de moneda al aire, de palabra al vacío, de estrella fugaz..

 

Pavel Stev Salazar

Ilustración: Paula Bonet

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