El Último Verso

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INDELEBLE – Pavel Stev

La noche trae revanchas, des-encuentros que suceden en tu  almohada con algunos aromas y cuerpos que ya no están, trae recuerdos y estos pesan más cuando son húmedos. Intentas calmar el clima, vas por hielo y te pones un poco en la frente para apaciguar los pensamientos suscritos en la madrugada. 

Descubres que lo más difícil de borrar son los jadeos, los rostros con los ojos en el nirvana, la mirada que se quiebra en la búsqueda del otro, el pavor que segrega cada palabra como si sufrieras incluso juntando las ideas. Y no tienes cómo borrar las acotaciones más impúdicas que se abrigaron a tu oído mientras disfrutabas de su cuerpo despojado de toda mentira, de toda moral, de cualquier vendaje. El placer es sincero porque nos acerca, nos muestra al otro tan humano como nosotros mismos, tan ganas de querer revolcarse en nuestra piel.

Y sólo ahí aparece nuestra verdadera versión, la entrega. Cierras los ojos y los rasguños repasan tu espalda una vez más, los dientes tiñen tu oreja de un rojo suave que es dictamen de que aún no olvidas. Esa sensación empeora si la película que atraviesa tus parpados se repite pero con diferentes personajes, con diferentes nombres, aromas, cuerpos… Entonces no sabes si el encuentro fue una victoria o tan solo una fullería del destino que ahora se vuelca sobre vos haciéndote saber que ya no están.

Sales a la calle a caminar, buscas algún bar para situarte y beber algo, sabes que vendrá a vos en algún momento un contragolpe. La melodía. La canción que sirve de boceto para que recalcar la escena, el cabello suelto entre tus dedos, la comisura de sus piernas hirviendo como si bajo ellas el abrigo de un gemido te aguardara. Y mientras padeces vuelve a respirar en tu cobija esa boca, vuelve la punzada, el latido más allá del corazón, el ritmo con que te adentrabas en su piel y la lisura con que se deslizaba tu ser en su vientre. Todo era dejar algo de vos en cada cuerpo, abandonarse un poco, alimentar tu idea del mundo desde sus entrañas.

Luego te acosan los temblores, el reflejo del clímax, el espasmo. Ahora puedes decir que todo fue bonito pero no rico. Porque lo bonito suele olvidarse, pero estas cosas quedan con un triste reflejo de estremecimiento, un jadeo con ansias de una bocanada final, un polvo mental que no tienes como quitarte de encima.

@PavelStev

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