El último pasillo

Publicado el laurgar

Gajes del inmigrante: Los protagonistas

En el artículo pasado invité a todos los lectores de esta serie “Gajes del inmigrante” a enviarme sus propias anécdotas e historias como colombianos inmigrantes. Nunca sospeché cuando comencé a escribir esta serie que me llegarían tantísimos correos electrónicos diarios, a veces mi bandeja estaba repleta. Espero haber recibido bien la ola. No todos me decían cosas amables, es verdad, pero le agradezco muchísimo a todos aquellos que me dieron a conocer sus puntos de vista sin insultarme, ni acusar a mi mamá de cosas que estoy segura ella no ha hecho.

Todos ustedes, con sus comentarios y con sus correos, son los verdaderos protagonistas de esta serie, de este blog, y por eso les cedo la palabra, los presento entre ustedes, los presento a todos los que por aquí llegan de visita. Son los colombianos dispersos en el mundo y desde ahora y para siempre mis hermanos.

Estos son sus gajes del inmigrante.

Colombiana inmigrante: Marta Bustamante

Ciudad/País: Roma – Italia.

Gaje: La nieve

Probablemente no encaje como anécdota, pero coincide tu invitación con la primera nevada del 2009. ¿Sabes una cosa? Después de 9 años de estar fuera de mi país, el momento en el que me siento extranjera, extraña e inmigrante es cuando veo la nieve. Las demás estaciones me permiten el juego inconsciente de la comparación con ciudades del trópico, pero la nieve, que existe en las nieves perpetuas del trópico, a mí me inunda de la sensación de que esto es lindo detrás de la ventana, pero no me pertenece. Salgo a la calle y camino como un pato con el terror de caerme, mientras la gente camina de los más normal y feliz. Solamente conduzco un automóvil si me veo obligada a ello porque tengo la certeza interior de que no cuento con las habilidades necesarias para conducir sobre el pavimento blanco.

El color blanco brillante se refleja dentro de mi casa como si fuera una lámpara de neón, el ruido de la calle se bloquea y da paso a un silencio profundo; las aves no cantan y no vuelan, se recogen. La gente abre las ventanas para dejar a la nieve purificar el aire de las viviendas, momentos solamente, luego vuelven a cerrar, a encerrarse.

Y son estos los momentos en los que siento… qué vaina, es que yo no soy de aquí.

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Colombiana inmigrante: Alejandra Gómez

Ciudad/País: Maringá, Brasil

Gaje: El aeropuerto

Es mi primera experiencia en el exterior y como toda primera vez, todo ha estado acompañado de una mezcla de ansiedad y emoción. He conocido gente maravillosa que me ha colaborado desde el inicio, desde personas de la organización hasta otras que uno conoce en un instante y resultan ser mas cercanas que cualquiera, como me sucedió en el aeropuerto en Bogotá, cuando esperaba salir mi primer stop en Manaos.  Estaba haciendo mi check y tenía que pagar por mi peso extra en las maletas. Entonces me dirigí a otra ventanilla de la aerolínea y cuando estaba resolviendo el asunto la señorita me dice: «pero no tienes tu tiquete de regreso…» y yo le respondí: «usted sabe que si uno lo compra por internet no tiene la opción tener la fecha de regreso a un año y además yo voy por AIESEC» (recordando la recomendación de un colega de que mencionara la organización si me encontraba en apuros).  En ese instante, en la fila de la ventanilla de enseguida, de la misma aerolínea, se encontraba un joven de mi misma edad. Se giró inmediatamente hacia mí cuando escuchó mi última palabra y dijo con entusiasmo: «¡Yo también soy de Aiesec!», inmediatamente empezamos a hablar casi ignorando a las niñas de las aerolíneas, quienes al presenciar nuestro emotiva forma de conocernos no tuvieron mas remedio que despachar nuestros asuntos sin problemas.
Pude ver el Amazonas desde el avión cuando salía de Manaos al día siguiente rumbo a Maringá, lo que me robó lágrimas de emoción al sentirme tan privilegiada de poder observar esa majestuosidad natural que se ha venido reduciendo poco a poco.

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Colombiano inmigrante: John Frey Becerra

Ciudad/País: Fogo/Cabo Verde (África)

Gaje: La actitud de los africanos

Para mí, que aún no me he desarraigado por completo de Colombia y que creo que no sucederá, ha sido complicado el hecho de estar en otra tierra, más que por la variable cultural, lo digo por el apego que siento por mi familia y mis amigos. Aunque nunca fui de muchos amigos, lo primero que haces al llegar a un lugar desconocido, al sentirte un extraño, más que ser un extranjero, lo primero que buscas es un apoyo, un amigo que te ayude a llevar la carga del exilio. No sé si por nuestra sangre latina o por el tipo de educación que recibimos, buscamos amigos donde llegamos. En mis primeros intentos acá en África parecía que la cosa iba bien pues las personas son abiertas a tratarte a pesar de la dificultad idiomática, son expresivas en sus manifestaciones culturales y en definitiva ofrecen acogida para el que llega. El problema fue descubrir, luego de un tiempo de residencia, que ese calor humano se va apagando. Ya no eres un turista típico, temporal y esporádico sino un “blanco” que vino a ganarse un salario por decirles cosas que ya saben y que al final, les está ocupando un empleo que podría ser para uno de ellos. Allí comienza luego la batalla por justificar la razón por la cual trabajas en sus dominios y el por qué, un colombiano tercermundista, va a venir a asesorarlos a ellos, que han tenido la influencia europea directa y múltiple durante su larga historia como colonia y su corta experiencia como república. Los extranjeros venimos, en el caso particular de África, a heredar el estigma europeo de esclavizadores y el de latinos subdesarrollados. A puro pulso terminas demostrando tus habilidades profesionales y confirmas que estas no son tierras para hacer amigos, solo colegas de trabajo, donde la fraternidad termina con la caída del sol y que cualquier cosa que hagas o digas podría ser utilizada en tu contra (de facto, lo será), para demostrarte culpable, para confirmar el estigma, para perpetuar su mito.

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Colombiana inmigrante: Carolina Jaramillo

Ciudad/País: Santiago, Chile

Gajes: La navidad en Santiago

Me llamo Catalina, estuve leyendo tu blog en El Espectador y me hiciste recordar la época en la que vivía en Chile. Yo viví allá entre el 2000 y el 2004, y bueno, la verdad no fue la mejor época de mi vida, pero esos años allá me hicieron madurar a la fuerza.

Yo trabajaba en una empresa colombiana y éramos 10 colombianos en la parte administrativa y 30 chilenos en puestos operativos y comerciales (bodega, ventas, etc). Allá al igual que en E.U juegan amigo secreto para navidad, entonces tratamos de seguir las dos tradiciones, el amigo secreto y las novenas colombianas. Los chilenos además de tenernos una envidia injustificada (porque a pesar de tener cargos de menor responsabilidad ganaban el doble de nosotros pero juraban que nosotros ganábamos más); rechazaban completamente lo que nosotros queríamos mostrarles de nuestro país. Cada que tratábamos de entonar algún villancico (ensayado y todo), o contarles qué hacíamos en Colombia, pero empezaban a chiflar y a hablar a los gritos, así que yo desistí de seguir en ese cuento y mejor me iba para mi casa.

El primer día de velitas: prendí las velas en el balcón de mi apartamento y me llamó el conserje a decirme que las apagara porque los vecinos estaban llamando a preguntar qué clase de brujería era esa. Llamé a un amigo a preguntarle cómo le había ido en su -también- primer día de velitas y a el le fue peor: ¡le mandaron a los bomberos! Después íbamos a prenderlas al frente de la embajada en un evento organizado y donde si teníamos permiso del alcalde de Las Condes. entendimos más tarde que el tema de las velas prendidas era para ellos una «velatón» o sea la conmemoración del aniversario de muerte de algún detenido desaparecido que obviamente es muy triste, y para hacerla hay que pedir permiso a la municipalidad y se celebra con policías vigilando.

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Colombiana inmigrante: Irene Blanco

Ciudad/País: Berlín – Alemania

Gaje: Conversaciones absurdas

Me encontre tu blog por casualidad y me encantó leer tu serie  «los gajes del inmigrante». Te comparto algunos de los mios: las conversaciones absurdas… en esas en las que uno se ve metido y atrapado sin otra razón de ser, más que porque uno es colombiano:

En la terraza de un hostal de Berlín con un australiano

Australiano: Y ¿de dónde vienes?

Yo: De Colombia, en Suramérica

Australiano: ¡Ah! ¿Colombia es la Capital de Suramérica?

Yo: ¿Perdón?

Australiano: Sí, entonces, ¿cuál es la capital de Suramérica?

Yo: ¿Qué quieres decir?

Australiano: Pues, como decir que la capital de Alemania es Berlín.

Yo: Ah, ya entiendo, pero es que Suramérica no es un país: es la región sur del continente Americano, entonces pues más bien es un continente, y pues Colombia es un País en Suramérica. Pero Bogotá es la Capital de Colombia, si te interesa saber…

Australiano: Ah, pero yo siempre pensé que Suramérica era un país muy grande, como Australia…

En el aeropuerto de Munich, pasando inmigración

Guardia: Hola

Yo: Buenos días (paso mi pasaporte por la ventanilla)

Guardia (Mira mi pasaporte, se voltea y le dice al colega de al lado): Hombre, odio los pasaportes colombianos

Yo: mirando con ojos de plato, como un guardia de inmigración dice esto en mi cara y sin pena alguna, mientras tanto el guardia abre mi pasaporte y encuentra mi permiso de residencia.

Guardia: (mirando el pasaporte): Ah ella tiene permiso de residencia. (Levanta la cara y me mira) ¿Habla Alemán?

Yo: Sí.

Guardia: Veo que usted vive acá, ¿a qué se dedica?

Yo: Soy estudiante

Guardia: Bien: Bienvenida a Alemania. Puede relajarse, ¡ha vuelto a casa!
Me devuelve mi pasaporte sin ni siquiera sellarlo, porque claro yo ya tengo la estampita mágica. Yo lo agarro y me voy pensando: ¿cómo alguien odia un pasaporte de un lugar en el que nunca ha estado, de una persona que en su vida ha visto, pero termina dándole la bienvenida de vuelta a casa porque tiene, en ese pedazo de papel que odia, otro papel que dice que reside en el país en donde él nació?

***

Gracias a todos por sus historias, comentarios y mensajes. Yo no calculé las consecuencias de mi invitación y me llegaron muchísimos, muchísimos correos y tuve que hacer una selección o de lo contrario esta entrada sería interminable, sin embargo, me llevo sus historias en mi corazón y quizás haga otra entrada con ellas, ya veremos. Quiero hacer especial mención a Andrés Rentería en Toronto, Canadá (www.andresentoronto.blogspot.com) y Diana Jaramillo en el DF, México (www.gatonecio.blogspot.com) quienes me dieron a conocer sus gajes a través de sus respectivos blogs.

¡Hasta la próxima!

SERIE «GAJES DEL INMIGRANTE»

(6) Los protagonistas

(5) El amor

(4) El inmigrante de segunda

(3) La navidad

(2) El equipaje y la traición

(1) La estampa colombiana

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