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Tudo bem, Pelé

 

Pelé
Pelé

 

Fernando Araújo Vélez (*)

Cuando jugaba, cuando la gente repetía sin parar que era el mejor futbolista del mundo, y su fama y su nombre y su imagen eran mitos que de tanto en tanto se podían ver en los diarios y noticieros, Pelé sólo decía Tudo bem, tudo bem, aunque pocos lo oyeran. Si lo dejaban por fuera de un partido trascendental porque un informe médico decía que tenía los pies planos, y así no podría resistir 90 minutos seguidos de piques y gambetas, como le ocurrió a los 17 años en la Copa del Mundo de 1958, él decía tudo bem, tudo bem. Si luego, por intermediación de sus propios compañeros -Didí, Zito, Djalma Santos-, el técnico lo anunciaba como titular y jugaba y  hacía los goles de la victoria y del título, como en aquella misma copa de Suecia, él decía tudo bem, tudo bem.

Dijo tudo bem, tudo bem, cuando salió lesionado en la Copa del 62 y celebró el campeonato que en la cancha ganaron Garrincha y otros 10. Dijo tudo bem, tudo bem cuando lo reventaron a patadas y puñetazos en Inglaterra 66 y se fue con la pierna casi rota a Brasil, humillado, derrotado y vencido. Y repitió su eslogan, como una letanía, cuatro años más tarde, cuando el entonces entrenador de Brasil, Joao Saldanha, lo dejó por fuera de la Selección porque, dijo, “ya no veía bien”. A él le contaron esa historia. Después la leyó en los periódicos y la escuchó en la radio. De alguna manera, esa era la historia oficial, la versión “oficial” que querían propagar desde la dictadura de Emilio Garrastuzu Medici.

Cuando en un vestuario, a media voz y a media luz, uno de sus compañeros de equipo, Tostao, le relató la verdad, o “su verdad”, Pelé también comentó tudo bem, tudo bem. La verdad era que Saldanha, un viejo periodista curtido de intrigas y rumores, había sido señalado por la dictadura por sus preferencias políticas. Era un hombre de izquierdas que incluso había lamentado la muerte-asesinato de Ernesto Che Guevara. Por aquellos años, para los gobernantes y las altas clases o se era de derechas o no se era nada. Garrastuzu y los suyos investigaron a Saldanha, lo acusaron de inepto ante los altos tribunales del fútbol, lo amenazaron, y surgió la versión de que iba a prescindir de Pelé. Alguien lo difundió porque alguien lo ordenó, como ha ocurrido desde años a.

Tudo bem, tudo bem, les respondió Pelé a los periodistas cuando le preguntaron por el nuevo técnico del scracht, Mario Lobo Zagalo, y más tarde, cuando su Brasil se convirtió en el mejor equipo de todos los tiempos y fue campeón del mundo y Pelé levantó la Jules Rimet y el Azteca se rindió a sus pies, a su negrura, a su sonrisa blanca, a su 10 en la espalda, a los millones de calificativos que lo sentenciaban como el mejor, o mais grande do mundo, O Rei. Tudo bem, gritó a finales de junio de 1970, mientras Garrastuzu mostraba la Copa como el mayor trofeo de su gobierno, y entre sus pliegues dorados, los pliegues de la Juiles Rimet, escondía desaparecidos, torturas, malversaciones, manipulaciones y engaños. Tudo bem, dijo Pelé, por fin, meses después, recorriendo la pista atlética  del Maracaná luego de haber jugado su último partido con la camiseta de Brasil.

Todos lloraban. Doscientos mil de sus fanáticos feligreses lloraban, y él también. Nunca más habló dentro de una cancha, que en últimas, era lo que más le gustaba hacer y lo que mejor hacía. Tal vez por eso, durante 13 años, se limitó a decir tudo bem. ¿Lo obligaron? ¿Quisieron transformarlo en un objeto que además de hacer goles debía hablar? ¿Él se prestó porque simplemente quería jugar, y ese era el precio? El día en que Pelé se volvió mortal, de corbata y camisa,  dejó de contestar tudo bem. Empezó a ser él. Le tocó ser él. No más O Rei, no más O mais grande do mundo, no más Pelé. Simplemente él, Edson Arantes do Nascimento.  Enmtonces habló.  Afirmó que Colombia ganaría la Copa del 94, que España la obtendría en el 98, que Maradona era un gordiflón…

Ayer, nada más, sentenció que Messi era el mejor del mundo en este momento, pero que estaba lejos, muy lejos, de los más grandes de la historia, Dístéfano, Cruyff y Platini.

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(*) Periodista, escritor y editor de El Magazín online y de la sección de cultura del periódico El Espectador. Además, tiene a su cargo la edición de los Lunes Festivos

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