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Sólo a veces

Luisa Tibanta

Pasó el tiempo y mi ritmo estaba en pausa, me enfrentaba a la colosal soledad diaria de querer estar así y eso estaba bien. No había ideas claras, simplemente no tenía ideas porque a veces el miedo las rechaza.

Hay impulsos, conexiones, hay distracción, hay vida y es ahí donde tiembla el miedo y arranca el juego. Me ato al tiempo cuando intento contemplarlo y en espacios efímeros está él, y a veces escribo por él, solo a veces vuelvo y me siento por él, y no a sensaciones carnales, es solo a eso que se llena cuando lo escribo, cuando el pensamiento se arraiga a la palabra perfecta y lo describe en pretérito presente, solo a veces no hay significantes que lo describan.

Tengo una situación difusa que solo se ratifica con su presencia. A veces parto de sus decisiones, de esas que no se concluyen y permanecen en el beso oculto; la mirada lo ratifica, el deseo está pero es la época, no el tiempo el que coincide.

En su abrazo está mi perdón, ese que el silencio abastece y libera, arroja al miedo y refugia la ilusión; él abraza en una mirada el sentir y decir que se refleja en los colores que no pintamos dentro del mantra.

El verbo se hace carne, contemplamos la materia confusa y la distanciamos, a veces, solo a veces hacemos parte de ese ciclo de historias de tiempo temporal, de la palabra que no se jura, del verbo que materializamos, del capítulo que trasciende, del libro que no leemos.

Solo somos experimentos del universo, el balance del tiempo en el que se esclarece lo difuso y se enfrenta el miedo, su inseguridad es para mí la cumbre de fuego, la incertidumbre de nada que se sosiega con el beso, porque apenas se complementa, cesa y ratifico que no tengo nada más por decir.

No quiero sentir nada y lo deseo todo y, como a veces solo a veces no sé qué sentir, te prefiero escrito; porque mis letras son los mandalas que a veces no llevan color y que expresan más de lo que intento decir. A veces, solo a veces te pido tiempo a cambio de experiencias, porque mientras el tiempo envejece y el latir se acelera, el cuerpo y el alma siguen juntos evocando vida.

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