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Nacimiento y caída de la prensa roja (Sexta entrega)

Stanislaus Bhor emprende un viaje tras las huellas de un extraño periodista (Jaime Ramírez), y pasa revista al periodismo revolucionario de los años 70s, a las fracturas ideológicas de la izquierda, a las sombras proyectadas de Camilo Torres (cura sublevado) y de Rojas Pinilla (dictador demócrata), a García Márquez y Orlando Fals Borda enfrentados al interior de una revista, y al fracaso de aquellos que tampoco hicieron la revolución. Serie en diez entregas, especial para El Magazín on-line.

 El Trópico es tribuna libre

 

“Periódico nauseabundo, ateo, antirreligioso, amoral, izquierdista, degenerado”

Todo lo que empieza como un gran debate en la ciudad llega a la provincia en forma de caricatura. Así como Alternativa tuvo purga interna, El Trópico también halló su disidencia. Al compromiso adquirido Rojas Pinilla, respondió Jaime Ramírez con brigadas de salud y campañas a nombre de la ANAPO. En su periódico convertía datos cuantitativos en opiniones cualitativas:

«Se ha logrado un servicio para aproximadas 700 personas entre niños y adultos que se beneficiaron con más de mil exodoncias, 320 vacunas diferentes, 320 consultas médicas, 135 muestras de sangre para análisis, 400 cortes de pelo, más de $ 15.000 en drogas donadas por el centro de salud, más de $2.500 entre cuadernos, libros y catecismos obsequiados por la Cooperativa de Ahorro y Crédito de San Vicente y el Almacén Lolanna del señor Guillermo Bayona Centeno. (…) También hemos visto solución a varias anomalías y un poco de mejor atención de parte de las autoridades para con los problemas sociales que criticamos; y, lo principal para nosotros, que los habitantes han tenido conciencia de sus deberes y derechos y acuden a nosotros para anunciar sus obras de adelanto así como sus necesidades.»

Era imposible ocultar ya el abierto proselitismo de El Trópico pro ANAPO. Bajo las puertas empezaron a deslizarse anónimos en contra del director y de sus colaboradores. Un ataque abierto fue pronunciado de viva voz por el cura del pueblo, Néstor Díaz Ballesteros, quien se sintió atacado cuando el periódico cuestionó la construcción de una moderna y lujosa Casa Cural en un pueblo que adolecía inclusive de hospital. El cura, en su prédica dominical, se refirió al periódico con ira santa: «Periódico nauseabundo, ateo, antirreligioso, amoral, izquierdista, dirigido por amargados sociales». La réplica por parte de Ramírez no se hizo esperar: el 23 de marzo de 1969, en la página 2, reviró con sarcasmo al cura: «este mismo amargado social ha tomado la rienda en la organización de las brigadas cívico sociales de El Trópico donde con asocio de distinguidísimos galenos, de enfermeros, de peluqueros y del suscrito como odontólogo está tratando de calmar un poco las innumerables dolencias de nuestros semejantes tal como la misma religión y Dios lo mandan y lo exigen.»

Ahora los panfletos vendrían firmados por una colectividad: Chucureños Francos, y las críticas se extendieron a todos los colaboradores del periódico:

«Dirigidos para montar la infamia y la discordia por ese torpe e ignorante secuestrador y explotador de las sanas mentes campesinas, que no comprenden sus “Mal intencionadas brigadas” con ideas de un cerebro pútrido, víctima en muchas ocasiones de su propio invento, por traficar con la falsedad y la mentira, ante la ignorancia de sus pocos y propios seguidores. Nido de crápulas sin ningún respaldo ciudadano, que pretenden ser los abanderados de la próxima administración y que están convencidos en solidarizar un pueblo, pueblo que los ha descalificado por sus procederes poco honestos y sin fundamentos sólidos pero muy mendaces.»

La consecuencia directa de estos panfletos fue la amenaza hecha en la oficina, el banco, la cooperativa donde trabajaban los redactores del periódico de perder sus puestos. La mayoría de los miembros fundadores retiraron definitivamente sus colaboraciones. Y al asumir Jaime Ramírez la redacción de casi todos los contenidos del quincenario, les impuso su huella política, el sesgo intransigente que marcó la segunda fase de El Trópico, convirtiendo el editorial en una trinchera de sarcasmo atrabiliario y el remedo de periodismo de izquierda en embrión de periodismo revolucionario.

El Trópico, necesitan planificar

Crónica de torturados

El último intento de hacer un trabajo periodístico y testimonial se encuentra en un dossier que recoge las denuncias hechas por presos políticos en cárceles del Estado a una comisión del senado. Resultó que la mayoría de presos eran víctimas de una redada colectiva llevada a cabo por el ejército para desmantelar a los miembros de las redes urbanas y a milicianos del ELN. Los testimonios grabados de viva voz en las cárceles fueron publicados parcialmente por Vanguardia Liberal y El Espectador en agosto de 1972, pero fue El Trópico el que reprodujo las más escalofriantes, que fueron ratificados luego ante la comisión del senado. Aun hoy las torturas que aplicaron los militares en el Batallón Ricaurte, el DAS y el B-2 a los presos políticos siguen produciendo náuseas.

Trascribo fragmentos:

«Eleuterio Ortiz:

Soy campesino. Fui detenido en el Municipio de Aguachica el 3 de Julio, en donde vivo, allí una hora más tarde, los del ejército me amarraron con las manos por atrás y me colgaron a una viga por 25 minutos, luego me dijeron que me iban a colgar tipo LANCERO y me amarraron de una vez los pies con las manos atrás y volvieron a colgarme a la viga por espacio de 25 minutos, en estas operaciones duraron como cuatro horas y cuando me tenían colgado me pusieron choques eléctricos en diferentes partes del cuerpo con un aparato al cual le daban vueltas con una manigueta y me hacían preguntas las cuales querían que les respondiera a su gusto; también colgado en la viga me dieron culatazos por las espaldas y por la cara, me dieron uno que me voló un diente; como prueba de las colgadas miren mis manos y verán mis cicatrices en las muñecas…

Uriel Estrada:

Fui detenido el día primero del mes de mayo del año en curso al llegar a un pueblito que llaman El Cerro del corregimiento de Simití (Bolívar)  de donde fui trasladado a Barrancabermeja en donde me tuvieron dos días, en los que fui castigado por intermedio de la justicia, en una forma muy horrible me ataron de pies y manos y una toalla en la boca y me largaban al río, por un extremo del mismo lazo, me volvían a traer a la orilla cuando estaba sumamente apurado, cosa que con la toalla no me aguantaba. Eso ocurrió el mismo día de mi detención, en las horas de la noche… 

Álvaro Pérez:

Fui capturado el 2 de julio de 1972 en el Socorro. Fui llevado al batallón Galán. Allí fui interrogado hasta el día 12 del mismo mes. Durante la interrogación utilizaron contra mí la tortura sicológica, el mismo día 12 me llevaron a un calabozo distinto, oscuro y escurre agua por todos lados. Estos son los mismos calabozos que son utilizados para sancionar a los soldados que prestan el servicio militar en defensa de la patria, este es el pago que ellos reciben (…) Ya llegamos a la Quinta Brigada, aquí nos recibió el mayor. En seguida nos trasladó al Ricaurte donde volvimos a ser encalabozados. El día 19 a las 11:30 fui llevado a interrogatorio donde duré hasta el día 22 a la una de la tarde, durante estos tres días fui torturado físicamente, fui esposado, maneado, vendado y luego choques eléctricos en diferentes partes del cuerpo, golpes de karate, especialmente en el estómago y sin probar comida ni agua durante los tres días…

Isaac Pérez:

En este batallón duré 15 días y me trataron a los hijueputazos y me decían frecuentemente que mi mujer y mis hijas se iban a convertir en prostitutas debido a mi situación…

David Nieto:

Allí amarrado me mantuvieron hasta las 2:00 a.m. cuando apareció un tipo y me amenazó con ponerme “el delator de mentiras”, para que hablara todo lo que me preguntaban, me levantaron con las manos amarradas atrás hasta ponerme colgado, solo tocaba el piso con la punta de los dedos de los pies y en esta posición me pucieron (sic) corriente en los tendones del brazo, lo mismo que en los pies…

Orlando Belluci:

Fui detenido en Barranquilla por el B2. Mi residencia fue allanada y decomisadas algunas cosas que no sirvieron de prueba, pero no he conseguido que sean devueltas. La alimentación que me dieron del 6 al 14 (9 días) fue de un pan y una tacita de aguapanela. El día 17 como a las tres fui llevado a interrogatorio, me llevaron a la capilla del batallón Ricaurte, sitio en el cual se oficia la santa misa a los militares que de por sí son “católicos y buenos cristianos”; allí fui vendado de ojos y de cabeza y atado con las manos atrás de una silla, en ese sitio en la mañana del día 18 un sargento de apellido Rozo trató de colgarme de las manos, había una viga, pero desistió porque dizque estamos “en un sitio sagrado”. Es de notar la honorabilidad y moral de mis torturadores ante el hecho de que mientras se me interrogaba se sustrajeron el cáliz de consagrar. Durante mis interrogatorios me tocó lavar la mierda de un anciano llamado Roque Pinto, al cual, según palabras de los torturadores, en medio de risas, manifestaron que lo habían hecho cagar. Aclaro que durante las colgadas se me revistió de trapos las manos para evitar las huellas de las torturas»

A la asonada de campesinos, le siguieron seis meses de cárcel. Al salir, Jaime Ramírez volvió a San Vicente y fue recibido como héroe y mártir en la manifestación pública de afecto. Poco después fue recapturado sin motivo aparente y allanada su residencia. El Trópico hizo en la editorial un inventario de posibles causas para esta nueva detención, pero todas apuntaban a la arbitrariedad, o al peso invisible de una élite acosada por las denuncias de contrataciones perversas entre alcaldías y entidades, comerciantes y hacendados. Una vez libre, tras 90 de días de reclusión sin cargos, se publica aquel dossier estomacal con testimonios de las cámaras de tortura en los batallones del país. El 6 de enero de 1973 el periódico hace nuevamente una denuncia pública de las irregularidades y abusos que siguen imparables y de los métodos de flagelación llevados a cabo por el ejército de Colombia: uso de vendas, de salas de tortura, del hambre como arma de persuasión, y ausencia de abogados defensores. Jaime Ramírez compulsa cartas a la brigada y al ministerio y a todos los medios nacionales, y  en la primera semana de enero de 1973 el director de El Trópico desaparece como un fantasma.

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*Stanislaus Bhor. Blogger. Acaba de recibir en México el premio Latinoamericano de novela Sergio Galindo. Escribe cada semana una crítica ácida en www.unahogueraparaqueardagoya.blogspot.com

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