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Literatura por encargo

Ilustración de Bibiana Rojas
Ilustración de Bibiana Rojas

Juan Villamil (*)

Hablar de esto es hablar otra vez de lo mismo. Maldita nostalgia, ¿no? Pero cómo no hablar, cómo no maldecir, si hace apenas unas décadas Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti. Mientras que en pleno auge del nuevo milenio, de inverosímiles avances tecnológicos, de otra sociedad… nada.

Y con nada hago referencia no a la quietud, sino a la decadencia. Latinoamérica produjo uno de los movimientos literarios más importantes de los últimos tiempos. Movimiento que, desafortunadamente, pasó como un torrencial pero breve aguacero. Después vino el post-boom. Lo que llamaron boomerang. Y después de ese después, repito, nada. Al séptimo día la literatura latinoamericana descansó.

No se puede culpar a nadie, de manera particular, por esa decadencia. Quizá sí a la sociedad, pero esto no sería más que una hipótesis. Lo que podemos intentar con calma, nostalgia y remordimiento, es identificar algunos factores aislados cuya sumatoria nos traen al día de hoy. Un día de hoy del que excluyo a autores como Santiago Gamboa, William Ospina, Juan Gabriel Vásquez o Héctor Abad (curioso que todos sean columnistas de El Espectador), pues, si bien su obra es y será significativa, no hacen parte propiamente de esta generación, sino de algunas más atrás.

Al profundizarse en el campo editorial colombiano, descubre uno ciertas marcadas tendencias. A saber: libros sobre el conflicto armado, superación personal, banalidades como la decoración y el estrés, y literatura infantil. Exceptuando el primer tema, los demás son todos comunes al campo editorial mundial, pues continúan siendo lucrativos, mientras que la ficción y la poesía amenazan con desaparecer de las librerías y, en consecuencia, de las bibliotecas.

Esa clase de libros, además de su sencillez, acaso simpleza temática, comparten un rasgo común más complejo: son en la mayoría de los casos obras por encargo. Esto quiere decir que en vez de tratarse de una obra escrita a partir de la idea de un escritor, es una obra escrita a partir de una necesidad editorial. Por ejemplo: las recientes condenas a dos allegados del expresidente Uribe crean el escenario ideal para la publicación de un libro sobre la corrupción en el gobierno anterior.

Obras por encargo son también la mayoría de libros infantiles. Para escribir hoy literatura infantil solo hace falta una habilidad común y mecánica: teclear. Lo explicaré con una poco conveniente anécdota. Hace un año escribí una novela infantil. Dos semanas después fue aceptada por una editorial colombiana y lanzada durante la 24 Feria del Libro. Así, me convertí en un escritor de literatura infantil. Y no importa si los niños me resultan irritantes, o si escribí esa novela en dos días, o si para poder escribirla debí vaciar dos botellas de vino. Yo escribí, la editorial publicó, y ambos obtuvimos una ganancia. Pero, ahora que conoce el pasado oscuro de mi novela, ¿aceptaría sin enojos que su hijo la leyera?

Ojalá haya respondido tajantemente “no”. Y se lo siga respondiendo al saber que todas, lea con atención, todas las novelas infantiles que se producen en el país fueron escritas de la misma horrible manera. Si la literatura se escribe con pasión a pesar del hambre, la literatura por encargo se escribe solo con hambre. Y por culpa de esa hambre, que al cabo de varias publicaciones será comodidad, ocurren en Colombia catástrofes literarias como el cierre de la línea narrativa de Norma, o las exageradas ventas de Desestrésate.

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(*) Colaborador.

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