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La metáfora ha muerto

Dublin's secret blast of colour, Flickr, Steve-h
Dublin's secret blast of colour, Flickr, Steve-h

Arturo Prado Lima (*)


Uno

La metáfora ha muerto.

Su cadáver pasa lloviendo por la boca

Y en el reverso del corazón

Un terremoto cósmico

Te anuncia recién amanecida.

Aquella noche tus ojos claros y precisos

Contenían todo el silencio del mar,

Con sus rugidos y plegarias

Y sus naufragas constelaciones de futuro.

Dentro de una lágrima azul del tamaño del mundo

Recorrimos la vastedad elemental de nuestros cuerpos,

Segundo a segundo, milenio tras milenio

Con sus dedos claros y sus años luz

Mientras la metáfora agonizaba en nuestros versos.

La metáfora ha muerto.

Sus murallas siderales, su velocidad de luz,

Sus terremotos de orgasmo

Viajan ya por los huesos de tu nombre.

Metáfora en reposo, mujer de cruda cal

Que ha estallado dentro de mi ser, honda, total,

Sin comparar, sin apariencias,

Líquida, telúrica, ya para siempre huérfana

De las metáforas de ayer a la hora del amor.

Dos

Lo que nunca nace, lo que nunca muere,

Es lo sagrado que quedará de ti

Antes y después de lo que fuiste y serás.

Déjame por ahora que duerma en tu ombligo,

En la galaxia menor de tu centro eternal,

Quiero oír el rumor de tu cuerpo

A la hora del silencio del otro lado del tiempo.

Quiero que mis noches profundas ardan con tu fuego

Y mirar cómo se apaga una estrella celeste

Bajo el vientre

Y asumir lo que queda después de dormir en tu ombligo

Despojado ya de la mortal metáfora

Con que quise despojarte de tu luz.

Tres

A miles de años luz está tu boca, junto a mi labio azul.

Fuimos, somos, lo seremos el lodo pensativo

Con el que Dios se anunció a sí mismo en tus entrañas,

Directo y sin metáforas.

Fuiste tú, entonces, el alimento de un Dios femenino

Fundido entre los labios y los besos

Que hubimos de saborear a la hora de morder

El mangar divino que producía tu lengua.

Cuarto

Al principio fue el lodo cósmico subiendo raudo por la espalda.

Millones de ausencias cayeron  entonces en la boca del tiempo

Y formaron el silencio del vientre

Donde el líquido de Dios dio forma y sabor a tu estatura.

De allí surgió tu carne pensativa,

Tus muslos de pan a la hora del hambre,

Tus besos dormidos aun debajo de los labios,

Tus pechos de amamantar las primeras galaxias de la existencia.

Fuiste carne, hueso y pan, la mezcla absorta

Que se trasformó en nostalgia

La noche en que cayó el poema, gravemente herido

Cuyos versos, huérfanos de ti asesinaron la metáfora

Que fuiste desde el principio universal del vivir y el morir.

Cinco

La metáfora ha muerto.

El rumor recorre de Júpiter a Venus,

Desde tu dulce vello hasta la edad de los mares,

De tu falda iniciática

Al corazón del ser y el no ser en el mismo ojo.

¿Quién pudo meterte en un poema?

¿Quién osó atraparte entre rimas, decasílabos,

Palabras libertarias?

Fuiste mi dolor, mi soledad a secas, la hermosa ruina,

El caos que florecerá al final de los días

Cuando mi caída no tenga a quien alzar los ojos,

Cuando el sol salga de tu cuerpo

Y cese la luz un instante cósmico en tu vientre.

Seis

Bajaremos hasta el último rincón de ser supremo,

Allí donde el lodo astral

Alimenta a los antiguos herreros

Que a martillazo limpio dan forma a la sonrisa

Que llevas en los labios.

Subiremos hasta el último cielo

Que llevas en el cuello, juntos a veces,

Dispersos y lejanos otras,

Y  allí juntaremos las dos energías

Ante la presencia inequívoca del fuego:

Lo cóncavo y convexo.

Nos desintegraremos entonces

En minúsculos dioses, que han de contener,

Al fin y al cabo,

El tiempo, la pena, la soledad, las palabras

Girando al rededor de un “te quiero”

Mientras beso los pezones de amamantar el mundo.

Siete

El polvo cósmico que venía del fin.

El suave de tus manos que iban al origen.

En la mitad un pálpito, un labio roto,

La soledad del mundo convirtiéndose en muslo,

El muslo en nostalgia, la nostalgia en pan.

El poema exacto,

Con las mismas palabras con que te llamó a mi orilla.

Y tú en medio, entre el principio y el fin

Sacudiéndote el polvo cósmico a la altura del vientre.

Ocho

Llueve por la ventana la luz preliminar del mundo

Y la sombra de una mejer es respirada al instante

Y desvestida en un rincón de su propia memoria.

Ella misma se quita las enaguas de luz

Y sale a caminar por los valles de la espalada

Y de tarde en tarde navega en un barquito de papel

Por las arterias y las venas

Llevando el afán como bandera.

La mitad de una luna original

Que por milenios persiguió a un cometa elemental,

Choca,  a la altura del hombre, con la sombra viajera,

Y se hace un agujero negro

Capaz de tragarse la antimateria de nuestros locos cuerpos.

Herida de muerte la sombra,

Salió a espacio abierto en busca de la luz

Y la silueta de la mujer que fue

Para no perecer en la infinitud de mi cuerpo.

Así lo hicimos.

¿Te acuerdas?

Te colocaste frente a la silueta de ti,

Detrás de la luz que llovía por la ventana

Y todo se hizo carne, hueso, pan.

Nueve

Un verso relincha en el establo.

Desde el fondo de la noche un lobo vagabundo

Le muestra sus colmillos.

Tú sigues doliéndome, no se dónde,

Pero doliendo aun.

Mañana ya no habrá metáfora para entretener al dolor,

Para ilusionar el desmadre del corazón.

Y sin embargo, una palabra tuya bastaría para salvarme.

Diez

Eres bella. La metáfora no cabe en tu piel,

Ni la piel en ella.

Yo iba a jugar por debajo de tu ropa

La víspera de toda creación.

La metáfora ha muerto.

Irán de luto los poetas, de azul los caballeros,

De rojo las palabras los deseos las frustraciones.

Y tú iras al trabajo, como siempre.

Llevarás tu belleza

Desde el dedo gordo a la rubia cabellera.

Yo recogeré a los hijos

Y también me iré a trabajar.

No iremos al funeral. Hay varios sepultureros

De metáforas esperando este instante.

No hay tumba mejor que un verso sin ella

Cuyo epitafio rece

Al fin y al cabo la muerte es u nacer,

Pero de otro modo.

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(*) Colaborador.

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