Arturo Prado Lima (*)
Uno
La metáfora ha muerto.
Su cadáver pasa lloviendo por la boca
Y en el reverso del corazón
Un terremoto cósmico
Te anuncia recién amanecida.
Aquella noche tus ojos claros y precisos
Contenían todo el silencio del mar,
Con sus rugidos y plegarias
Y sus naufragas constelaciones de futuro.
Dentro de una lágrima azul del tamaño del mundo
Recorrimos la vastedad elemental de nuestros cuerpos,
Segundo a segundo, milenio tras milenio
Con sus dedos claros y sus años luz
Mientras la metáfora agonizaba en nuestros versos.
La metáfora ha muerto.
Sus murallas siderales, su velocidad de luz,
Sus terremotos de orgasmo
Viajan ya por los huesos de tu nombre.
Metáfora en reposo, mujer de cruda cal
Que ha estallado dentro de mi ser, honda, total,
Sin comparar, sin apariencias,
Líquida, telúrica, ya para siempre huérfana
De las metáforas de ayer a la hora del amor.
Dos
Lo que nunca nace, lo que nunca muere,
Es lo sagrado que quedará de ti
Antes y después de lo que fuiste y serás.
Déjame por ahora que duerma en tu ombligo,
En la galaxia menor de tu centro eternal,
Quiero oír el rumor de tu cuerpo
A la hora del silencio del otro lado del tiempo.
Quiero que mis noches profundas ardan con tu fuego
Y mirar cómo se apaga una estrella celeste
Bajo el vientre
Y asumir lo que queda después de dormir en tu ombligo
Despojado ya de la mortal metáfora
Con que quise despojarte de tu luz.
Tres
A miles de años luz está tu boca, junto a mi labio azul.
Fuimos, somos, lo seremos el lodo pensativo
Con el que Dios se anunció a sí mismo en tus entrañas,
Directo y sin metáforas.
Fuiste tú, entonces, el alimento de un Dios femenino
Fundido entre los labios y los besos
Que hubimos de saborear a la hora de morder
El mangar divino que producía tu lengua.
Cuarto
Al principio fue el lodo cósmico subiendo raudo por la espalda.
Millones de ausencias cayeron entonces en la boca del tiempo
Y formaron el silencio del vientre
Donde el líquido de Dios dio forma y sabor a tu estatura.
De allí surgió tu carne pensativa,
Tus muslos de pan a la hora del hambre,
Tus besos dormidos aun debajo de los labios,
Tus pechos de amamantar las primeras galaxias de la existencia.
Fuiste carne, hueso y pan, la mezcla absorta
Que se trasformó en nostalgia
La noche en que cayó el poema, gravemente herido
Cuyos versos, huérfanos de ti asesinaron la metáfora
Que fuiste desde el principio universal del vivir y el morir.
Cinco
La metáfora ha muerto.
El rumor recorre de Júpiter a Venus,
Desde tu dulce vello hasta la edad de los mares,
De tu falda iniciática
Al corazón del ser y el no ser en el mismo ojo.
¿Quién pudo meterte en un poema?
¿Quién osó atraparte entre rimas, decasílabos,
Palabras libertarias?
Fuiste mi dolor, mi soledad a secas, la hermosa ruina,
El caos que florecerá al final de los días
Cuando mi caída no tenga a quien alzar los ojos,
Cuando el sol salga de tu cuerpo
Y cese la luz un instante cósmico en tu vientre.
Seis
Bajaremos hasta el último rincón de ser supremo,
Allí donde el lodo astral
Alimenta a los antiguos herreros
Que a martillazo limpio dan forma a la sonrisa
Que llevas en los labios.
Subiremos hasta el último cielo
Que llevas en el cuello, juntos a veces,
Dispersos y lejanos otras,
Y allí juntaremos las dos energías
Ante la presencia inequívoca del fuego:
Lo cóncavo y convexo.
Nos desintegraremos entonces
En minúsculos dioses, que han de contener,
Al fin y al cabo,
El tiempo, la pena, la soledad, las palabras
Girando al rededor de un “te quiero”
Mientras beso los pezones de amamantar el mundo.
Siete
El polvo cósmico que venía del fin.
El suave de tus manos que iban al origen.
En la mitad un pálpito, un labio roto,
La soledad del mundo convirtiéndose en muslo,
El muslo en nostalgia, la nostalgia en pan.
El poema exacto,
Con las mismas palabras con que te llamó a mi orilla.
Y tú en medio, entre el principio y el fin
Sacudiéndote el polvo cósmico a la altura del vientre.
Ocho
Llueve por la ventana la luz preliminar del mundo
Y la sombra de una mejer es respirada al instante
Y desvestida en un rincón de su propia memoria.
Ella misma se quita las enaguas de luz
Y sale a caminar por los valles de la espalada
Y de tarde en tarde navega en un barquito de papel
Por las arterias y las venas
Llevando el afán como bandera.
La mitad de una luna original
Que por milenios persiguió a un cometa elemental,
Choca, a la altura del hombre, con la sombra viajera,
Y se hace un agujero negro
Capaz de tragarse la antimateria de nuestros locos cuerpos.
Herida de muerte la sombra,
Salió a espacio abierto en busca de la luz
Y la silueta de la mujer que fue
Para no perecer en la infinitud de mi cuerpo.
Así lo hicimos.
¿Te acuerdas?
Te colocaste frente a la silueta de ti,
Detrás de la luz que llovía por la ventana
Y todo se hizo carne, hueso, pan.
Nueve
Un verso relincha en el establo.
Desde el fondo de la noche un lobo vagabundo
Le muestra sus colmillos.
Tú sigues doliéndome, no se dónde,
Pero doliendo aun.
Mañana ya no habrá metáfora para entretener al dolor,
Para ilusionar el desmadre del corazón.
Y sin embargo, una palabra tuya bastaría para salvarme.
Diez
Eres bella. La metáfora no cabe en tu piel,
Ni la piel en ella.
Yo iba a jugar por debajo de tu ropa
La víspera de toda creación.
La metáfora ha muerto.
Irán de luto los poetas, de azul los caballeros,
De rojo las palabras los deseos las frustraciones.
Y tú iras al trabajo, como siempre.
Llevarás tu belleza
Desde el dedo gordo a la rubia cabellera.
Yo recogeré a los hijos
Y también me iré a trabajar.
No iremos al funeral. Hay varios sepultureros
De metáforas esperando este instante.
No hay tumba mejor que un verso sin ella
Cuyo epitafio rece
Al fin y al cabo la muerte es u nacer,
Pero de otro modo.
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(*) Colaborador.