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La cita

dios

Andrés Galeano

Me llamo Dios, a secas. De chico me di un apellido: Dios Silencio, así me presentaba ante nada porque antes nada había, sólo silencio sobre el silencio… ya se imaginarán mi tedio. En ese entonces sólo pensaba en mí y en la manera de matarme. He intentado matarme setenta y cuatro veces, desde el principio de los tiempos hasta hoy, 15 de octubre, día en que se me fue asignada la cita con la doctora y psiquiatra Dana Rojas. Dicen que es el boom del momento, dicen que con su voz y un escote rojo ha logrado salvar del precipicio a centenares de desahuciados por la vida y el amor. Espero pueda ayudarme. Espero que su voz y su escote logren mitigar estas ansias de muerte que me siguen y me trajeron hasta aquí.

No estoy loco, pero estoy vivo, y como todo ser vivo necesito un poco de ayuda. La mente es un gusano que crece con rabia y mi gusano, ¡vaya si ha crecido! Estuve un poco loco, lo admito, en esos días andaba entre la nada preguntándome por qué y para qué mi existencia. Es difícil carecer de un pasado, es difícil crecer sin un álbum familiar. Por mucho tiempo me miré las palmas de las manos. Por mucho tiempo miré hacia arriba. Cada cosa posee un propósito, me decía. Cada cosa posee un sueño, me decía. Cada cosa, menos yo.

Llevo dos horas aquí, la puntualidad es para impuntuales, siempre llego dos horas antes a cualquier lugar. Me gusta conocer el terreno, afianzarme con las formas, las texturas, y los seres de ésta y otras dimensiones. Esta vez vine en forma de chico obeso, me sudan los brazos y me pica el culo por el roce con el jean. Es difícil ser gordoEs difícil ser alguien. Antier fui un Bernes de la Montaña, fui feliz ladrando, corriendo, viviendo el día a día sin tener que hablar o discutir

Faltan veinte minutos para las tres. En veinte minutos conoceré el escote de la doctora Rojas. En veinte minutos sabrá quien soy y seguramente reirá. Suele pasarme y con justa razón. Espero termine por creerme y no tenga que levantar su escritorio con mi mente o mostrarle el universo en mis encías. Espero, no tenga que jugar a ser yo.

Tras convencerse creerá que la hice, a ella, a la loca de su madre y al resto de los mortales. La gente a menudo se equivoca. Creé al hombre como daño colateral, éste salió del agua… y sin mi consentimiento. Ya se imaginarán el susto que me di al toparme con semejante neandertal tan feo, porque vaya si era feo.

Pensé en mejorarlo, echarle una mano a su estúpida genética, pero entonces aparecieron los gigantes con ojos como ventanas y caras de reptiles y se me adelantaron. Nunca los quise. ¡Cómo hacerlo! Vinieron del espacio a saquear mi planeta en mis propias narices. Los odié. ¡Vaya si los odié! Los odié tanto que fui feliz odiándolos. Nunca antes había experimentado tal pasión. Odiar es amar ciegamente y nunca había amado ciegamente a otro ser ajeno a mí.

Faltan diez minutos para las tres. Pronto conoceré a la doctora Rojas. De seguro me preguntará por mis chicos, Mahoma, Jesús, Sidharta, Krishna, Mitra y otros más…. Buenos chicos, sin duda alguna, pero locos de remate. Siempre he pensado… Ninguna idea vale la vida, la vida es sólo una, corta para muchos, eterna para mí.

No dejo de sudar. Faltan dos minutos cuarenta y tres segundos para las tres. En un tiempo estuve loco ya lo he dicho. La soledad es un espejo inquebrantable incapaz de mentir. Es quererse matar y no poder. Me niego a volver a hacerlo. No quiero cortarme más los brazos ni las piernas. No quiero aventarme más a los coches y a los metros. Quiero reír, amar, creer en algo, en alguien. Tener fe.

La puerta del consultorio se ha abierto. Mi turno por fin ha llegado. Espero que la doctora Rojas pueda curarme, con escote o sin escote. Más le vale que lo haga. He matado. ¡Vaya, si he matado!

 

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