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Esquina del universo con tres caminos

Flickr, Lali Masriera
Flickr, Lali Masriera

Juan Villamil (*)

La felicidad no es una meta, es el camino.

Proverbio tibetano

El siglo XXI se paró en una esquina donde solo hay un camino A y un camino B. En A transitan hombres y mujeres sin corbata que no invierten cada mañana un billete en lustrar sus zapatos. Los llaman locos. Están locos. La otra mitad los llama locos y ellos están locos. Nadie entiende por qué su mirada se detiene en los carteles, en las luces de neón que brillan de día y en los mensajes con bombillas tipo LED de los autobuses. Ni se entiende cómo es que viven. Comen poco, se sabe, pero ¿cómo es que viven? Esa mitad del mundo que transita por A está demente, y nada tiene que ver con B. En B están los más exitosos individuos: contadores, abogados, curanderos profesionales y gente que ha pasado 8 años y una sífilis o un aborto en la universidad. Desde A los miran con el rabillo, con recelo, con lástima, con vigilante envidia. No es que los envidien, aunque lo hacen, sino que en B todos están locos. ¿Quién puede pasar 8 horas sentado a una ventanilla de banco, o a una ventanilla de juzgado, o a una ventanilla de hospital o a cualquier otra ventanilla sin estar loco? Son los B. La otra mitad los llama locos y ellos están locos. Aunque, en el callado fondo, los profesionales quisieran transitar un día por A, ya saben, probar aquello de lo que tanto y tan precavidamente se habla. La pasión. El pecado. Cualquier cosa fuera de B. Como ven, B es un circuito cerrado. En cansitan hombres y mujeres sin corbata que no invierten cada mañana un billete en lustrar sus zapatos. Los llaman locos. Están locos. La otra mitad los llama locos y ellos están locos. Nadie entiende por qué su mirada se detiene en los carteles, en las luces de neón que brillan de día y en los mensajes con bombillas tipo LED de los autobuses. Ni se entiende cómo es que viven. Comen poco, se sabe, pero ¿cómo es que viven? Esa mitad del mundo que transita por A está demente, y nada tiene que ver con B. En B están los más exitosos individuos: contadores, abogados, curanderos profesionales y gente que ha pasado 8 años y una sífilis o un aborto en la universidad. Desde A los miran con el rabillo, con recelo, con lástima, con vigilante envidia. No es que los envidien, aunque lo hacen, sino que en B todos están locos. ¿Quién puede pasar 8 horas sentado a una ventanilla de banco, o a una ventanilla de juzgado, o a una ventanilla de hospital o a cualquier otra ventanilla sin estar loco? Son los B. La otra mitad los llama locos y ellos están locos. Aunque, en el callado fondo, los profesionales quisieran transitar un día por A, ya saben, probar aquello de lo que tanto y tan precavidamente se habla. La pasión. El pecado. Cualquier cosa fuera de B.

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