El Magazín

Publicado el elmagazin

¡Eh, viva! o una pequeña historia de las alegrías

 

Josefina Carroll

A veces pasa que la alegría llega con su gran caderón, meneándolo de un lado a otro: alegría, cocada, enyucado… La alegría llega negra, con ese vozarrón, arrastrando las chancletas y como siempre con todo ese sabor a pelotita de crispetas, apretadas y endulzadas con panela. Llega sí, a las calurosas calles de Barranquilla a eso de las tres, la ventana de mi casa da justo a la calle y la escucho cuando me llama; tengo los quinientos cincuenta pesos que me cuesta la alegría y parece que hasta la puedo comprar, todos corremos y la rodeamos: no, ¡esta, esta! Y parecemos niños gritando…Decía que nos llega la alegría así, de pronto con ese olor a dulce y nos la comemos. Se desmorona en la boca como pasa a veces con las alegrías.

Y hace unos diítas que la conozco se llama así: Alegría, como esa sensación a la que todos quisiéramos llegar y acurrucarnos, sí, se llama Alegría, con mayúscula. No sé si ponerle el artículo porque cuando ella llega también parece que se me llenara el corazón de muchas pelotitas apretaditas y endulzadas con panela. Me enamoro es cierto, de ella, de la alegría o de la alegría o de las alegrías porque lo que pasa es que me emociono todavía si la veo llegar. Me dice que ella no tiene los quinientos cincuenta pesos para comprarla y comérsela hasta el final como cuando éramos niños y jugábamos toda la tarde. Pero el problema está cuando la veo irse, pero la espero como siempre, aunque se vaya. A la alegría la envuelven en papel kraft café, la abro poco a poco, así me imagino yo una alegría como la de hoy.

Comentarios