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Don Marco

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Por: Cristian Morales

Ya hacía un poco de calor, de ese sofocante, sin embargo, Don Marco seguía eufórico, inquieto al querer contar todo acerca de su vida.

Con sonrisas de oreja a oreja, ojos grandes empapados, fuertes abrazos y apretones de mano, nos recibían los ancianos pertenecientes al CBA (Centro de Bienestar del Anciano) del corregimiento de Pantanillo ubicado en el municipio de Abejorral – Antioquía. Un lugar desterrado, una tierra incógnita – como si de Chernóbil se tratara- donde los ancianos que lo habitan esperan deseosamente un reencuentro con un ser querido, una visita inesperada, un poco de amor y comprensión.

Este sitio ignorado por la civilización, donde se respira tranquilidad,  y el estar rodeado de verdes montañas y grandes bosques puede ser un espectáculo para la vista; es la casa de más de 20 ancianos que han llegado allí; unos por abandono de sus familiares, otros por merito propio y otros en busca de un refugio, un lugar en el que puedan pasar plácidamente sus últimos días de vida.

Mientras me disponía a recorrer el hogar, sentía que alguien me acechaba, no obstante seguí contemplando la zona. En un instante, escuché una voz suave y con un acento pueblerino que me decía:

-Oiga amiguito, ¿será que usted me puede tomar una foto?

Sin pensarlo dos veces lo observé y respondí:

–Por supuesto que si mi señor.-

Recuerdo esa sonrisa de par a par mostrando su postiza dentadura blanca en señal de agradecimiento. Le dije mi nombre y estreché su magullada mano con pulcritud, lo miré fijamente y decidí invitarlo a conversar. Fue así como en un asiento de  madera ruñida por las termitas, dimos comienzo a lo que sería una admirable conversación.

Yo siempre quise ser artista

Criado en el corregimiento de Pantanillo, Marco Antonio Álzate Velázquez, narraba las remembranzas de su niñez, esa pura y divertida infancia en la que compartir tiempo con su hermano mayor y su padre era irremplazable. Los recuerdos de mi infancia son demasiado divertidos, pues me mantenía jugando mucho con mi hermano Rogelio que era el cachaco – el famoso- y yo siempre quise ser el artista, el curioso, el que quería jugar con todo. Don Marco, recordaba que un día cualquiera, su padre Marco Antonio Álzate Álvarez, le enseñó a hacer canastos; algo que se convirtió en el detonante perfecto para que se enamorará del arte de las manualidades.

Marco, comenzó a trabajar desde muy temprana edad, pues a los 13 años en compañía de su padre, realizaban actividades relacionadas a la carpintería y ebanistería. Trabajé 11 años con mi padre haciendo camas, ventanas, mesas, tallando madera, sin embargo, luego me aburrí de eso, y comencé un curso en el SENA sobre el cultivo y el proceso de guadua y bambú. Don Marco Antonio, es reconocido en el pueblo por ser uno de los mejores artistas en guadua y bambú, pues ha realizado obras en este material tales como: cobres, pesebres, juegos de sala, entre otros. Este tipo de creaciones han hecho que se le hayan otorgado condecoraciones y demás menciones por el esfuerzo y dedicación que se refleja en cada una de sus productos. Gracias a esta profesión he conocido muchos lugares y he realizado trabajos a importantes personalidades, es por esto que mi labor es reconocida, y eso es algo que en realidad me llena el alma.

El olor a la vejez

Humilde, pujante, laborioso, respetuoso y apasionado, son adjetivos que describen perfectamente a Marco Antonio Álzate Velázquez, un tipo de ojos verde esmeralda, caídos y chispeantes, anteojos empañados, contextura gruesa, que traía consigo una camiseta amarilla desgastada, un overol azul cielo y un sombrero clásico de los que solían usar nuestros ancestros. A su vez, este sujeto es un claro ejemplo de la palabra constancia, un hombre con más de mil y una cualidades que se han visto plasmadas a través de sus años, un hombre que se ha sabido colocar muy bien los guantes de la vida y superar cuan obstáculo se le presente.

Aquel hombre que se mantenía estudiando y leyendo libros de ciencia, de un momento a otro llegó a este hogar en busca de compañía, de una voz de aliento que le acordara el admirable ser que es y lo impulsara a seguir soñando. Yo dejé de trabajar porque me diagnosticaron una enfermedad en los pulmones –insuficiencia respiratoria- y así fue como llegué a este lugar: enfermo y solitario. Los años no llegan solos. Don Marco, era una persona fiel al cigarrillo, -esto se afirmaba por la ansiedad con la que movía sus manos a la hora de expresarse.- No obstante, evocaba chistosamente la manera en como dejó de fumar. Me fumaba un paquete diario, de esos cigarrillos royal que eran los más famosos de la época, y recuerdo de una manera divertida que iba donde Don Martin García el tendero del pueblo y le decía:

-Buenas don Martín, que si me va fiar otro paquete de cigarrillos

-No señor, ya no puedo, usted me debe muchos.

Después de eso salí todo apenado de la tienda y mientras me venía para la casa me coge un aguacero que Dios mío; llegué a mi casa todo empapado, me bañé con agua caliente y me metí debajo de las cobijas y pensaba: cuántas veces voy a ser tonto yo en la edad que estoy, todo lo que le debo a ese señor y fuera de estos cacharros que me pasan por la culpa de este maldito vicio. Fue así como de una vez por todas dejé el cigarrillo hace ya 5 años.

Es cierto que para la mayoría de los fumadores, dejarlo no es tarea fácil, después de todo, la nicotina que llevan los cigarrillos en es una droga poderosamente adictiva. Empero, Don Marco cada día estaba más seguro de no volver a tocar una caja de cigarrillos y aunque lo prohibido se hace tentador, hacía lo posible por estar lejos de sus compañeros fumadores. Acá la mayoría de los viejos fuman, y eso me ofusca, primero porque puedo volver a caer en el vicio y segundo porque ellos saben que ese humo me hace daño para mi salud; es por eso que trato de estar lo más retirado posible de ellos.

Por consiguiente, entre sollozos, gestos y carcajadas, seguíamos entablando una grata conversación, cargada de reminiscencias y en la cual esa dentadura blanca pero postiza, seguía irradiando de luz el sitio en el que nos encontrábamos.

El hombre de las 7 luces

El amor es como esa sensación mágica que te ocasiona un placer interior recóndito y real, donde te viene como complemento el poder de todo. Ay mijito, uno a veces se mete tanto en los recuerdos, que cuando se quiere salir se los lleva puestos. Tuve 7 novias de nombre Luz: Luz Estela, Gloria Luz, Luz Marina… me gustaban las luces, pero llegó la más sardina y se me fueron las luces. ¡Ay señor que agonía! Mencionaba Don Marco en medio de risas.

5 hijos (dos fallecidos durante el parto) fueron el fruto de su matrimonio con su última luz; Luz Dary García, su mujer amada, la dama que recuerda con nostalgia pero que lo hizo según él: el mortal más feliz y afortunado del planeta. El dolor nos recuerda que estamos vivos, la gente que amamos nos recuerda para qué. Yo a ella la quiero mucho, es una persona adorada para mí; hace mucho no la veo, pero sé que está viviendo en Medellín y que mis hijas se mantienen pendientes de ella.

De eso se trata el querer, de estar dispuestos a la herida, y de llevarla como demostración de que estuvimos vivos y nos arriesgamos a todo. Una gran memoria tiene Don Marco de su esposa Luz Dary, una persona a la que día a día le desea lo mejor y por la que le pide al altísimo colmarla de bendiciones y felicidad.

Una nueva compañía

A sus 66 años de edad, este hombre continúa realizando lo que le apasiona: el arte. Hoy en día, Don Marco es una grandiosa demostración de dedicación y sacrificio. Es una guía de vida entre carcajadas y suspiros; que a pesar de la soledad a la que ahora está condenado, no deja de soñar, de repartir lo que mejor sabe hacer: contar historias divertidas. La vida es eso que pasa sin avisar, por eso yo siempre trato de estar contento a pesar de las adversidades que se presenten. Yo aquí vivo muy bueno y a pesar de abandono, con mis compañeros y las personas que nos cuidan, me siento en familia.

Epilogo

Cómo usted me lo dijo Don Marco: “somos un arsenal de cicatrices que revelan nuestro pasaje por la vida”. Somos experiencias, somos sueños, somos vida. Ese es el diseño. Espero que estas letras inmortalicen a este ser que me abrió el espacio de conocerlo, de escucharlo y de aprender. Me quedo con esa gran sonrisa que me llena el alma. Espero verlo pronto Don Marco.

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