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Carta a un hijo en la modernidad

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Jefferson Orlando Sanabria Orjuela

Querido mío, ayer por la noche te escuché llorar, mientras caminaba cerca de tu alcoba oí que te lamentabas con un dolor inmenso ¿Qué te sucede? no logro comprender nada. Hoy en el trabajo no conseguí sacarte de mi cabeza, todos mis pensamientos terminaban sucumbiendo al sonido desgarrador de tu tristeza, al singular eco de aquellas lágrimas que siguen retumbando aún sobre mi alma. Hijo mío, pretendí hablar contigo por la noche, pensé un instante que cuando llegara podríamos conversar, pero algo inesperado sucedió y es que, al momento de ingresar a la casa un frío paralizó mi voluntad. No pude ni siquiera dirigirte una palabra. Estabas sentado en el sofá leyendo un libro y cuando me viste llegar esbozaste una sonrisa que me nubló por completo el entendimiento, luego pasaron las horas comunes y ahora estás durmiendo, descansando para mañana retomar la tediosa rutina, ojalá sueñes cosas hermosas, yo mientras tanto estoy sentada escribiéndote esto, unas cortas líneas que espero te sirvan para algo.

Mira hijo, tal vez yo no posea la respuesta adecuada para tus inquietudes. Es más, no soy una persona estudiada que te pueda enriquecer intelectualmente, pero de algo estoy segura, lo que llena de melancolía tus venas ya lo viví, de una manera distinta pero aun así lo viví. La etapa por la que pasas es complicada, muchos han escogido el camino fácil, dejándose llevar por la soledad y la tristeza han terminado olvidados, llenos de oscuridad y fatalismo. Te digo esto porque las lágrimas comúnmente no nacen de la satisfacción de vivir, se originan más bien en el hecho de llevar una vida cansada, de soportar un peso enorme. Y es que esto me llena de preguntas inquietantes ¿Por qué sufres? ¿Por qué no me cuentas las cosas? ¿Por qué buscas el aislamiento de tus penas? Yo quizá pueda brindarte una ayuda, aunque exista un abismo entre nosotros coexiste el puente de mis años pasados y la sabiduría que he adquirido hasta entonces. Mira hijo yo simplemente busco tu bienestar ¿Acaso alguna vez te has acostado sin comer? ¿He fallado algún día como madre, padre, hermano o amigo? Dímelo de una vez, di con tranquilidad tus acusaciones, yo las tengo contra Dios en este círculo incoherente llamado existencia, no te reprimas más… Lo único que pido de ti, que espero de ti formalmente, es que sobrevivas, que no desfallezcas tan rápidamente ante lo duro de esta vida, de esta bellaca suerte. Sal adelante hijo, muéstrame que eres mejor que los demás, enséñale al mundo que se puede ser bueno y feliz al mismo tiempo, yo seguiré haciendo lo posible para que nada te falte, soy tu madre y te amo, pero tienes que salir de esto. Te anexaré un poema para que me comprendas mejor, mañana despertarás y verás que me habré ido, ya estaré trabajando; tendrás tiempo para meditar en esto, hijo mío, para pensar más allá de tu aflicción, cariño mío, corazoncito atormentado…

Bendito el cariño de mis manos,

Suave el dulce velo de mis brazos,

Que te abrigan en las noches de nostalgia.

¿Parpadeas y el deseo de estar solo te acompleja?

Triste cae la lluvia en tu mirar.

 

La luna susurra mensajes de olvido,

El tiempo se llevó todas las cartas de amor.

Sólo nos queda el orgullo y la arrogancia.

¿Ves cómo el hombre solidario ha muerto?

¿Sientes como el frio acompaña nuestras veladas?

 

Olvidaste al amigo que aconseja,

Alimentas el vacío en tu sonrisa,

Aborreciendo la sensatez de tu destino…

 

¡Yo! Que en la soledad me he vuelto sabia.

Tratando de encontrarle sentido a la tristeza

Mientras los lamentos se inmortalizan en el viaje.

 

Querido mío,

¿Por qué odias al que ama y por qué amas al que odia?

¿Por qué sucumbes a las lágrimas cansadas ya de tanto dolor?

¿Por qué te sientes solo en la compañía de mi canto?

¿Por qué quieres dormir y no despertar jamás, si alguien te espera cada mañana?

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