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América

Mystical forest, Flickr, Ernst Vikne
Mystical forest, Flickr, Ernst Vikne

Rosario C (*)

Y aquí estoy, en Zoonosis. Si, en Zoonosis. Me agarraron en el Parque Nacional. Hacía mucho calor. Esa tarde había pasado junto a unos obreros y me echaron pintura amarilla en el pelo. La gente creyó que era sarna. Por eso vino ese carro negro. De fondo sonaban tiros y había muchos curiosos. Había muchos “patos” y “extras”. A nosotros no nos dejaban pasar, pero igual nos colamos en una de las tomas y salimos en la película “Tetas y títeres” – nada que ver con “Todos los perros van al cielo”, mi cinta favorita. Los actores gritaban: “no me maten, no me maten”, como en todas las películas colombianas. En esas estábamos –es un decir- cuando un estudiante me empezó a dar galletas integrales (con sabor a icopor), pero bueno, algo sí me movió las tripas. Yo lo miraba y después miraba el carro de perros calientes y me hubiera gustado ser su ventrílocuo. Ese siempre ha sido mi sueño: convertirme en un muñeco inanimado que nunca sufra y que nunca muera. Se lo he pedido de rodillas a Bil y Bolin. Los vendedores gritaban: “¡Perros calientes!, lleven sus perros calientes…”. ¿Alguien me puede explicar vía Twitter qué entienden los humanos por eso? ¿Perros calientes? Por ahí he escuchado que hay perros raza salchicha, ¿será lo mismo? Yo no los he visto nunca. A mí sólo me dicen “Perro” o “Gozque” a secas y no sé cual será mi raza. Soy de piel blanca y negra.

Hacía años no dormía de día. Aproveché el cariño del estudiante para hacer una siesta a sus pies. Él me miraba pero no me acariciaba (todo por culpa de la pintura), mientras hablaba por teléfono en voz muy alta. Ninguna de sus palabras me era familiar. La mitad de sus expresiones eran en otro idioma. En un momento pensé que me iba a llevar para su casa (Ah…si no hubiera sido por esa pintura!). La tarde era ardiente y vinieron los del traje gris a rociar los prados. Yo aproveché para refrescarme. En esas estábamos cuando llegaron los de verde y me cogieron con una red filosa y sucia. Me gritaron insultos humanos y me echaron agua fría. Los perros con cadena miraban de reojo y me lanzaban aullidos que yo asumí como un grito de solidaridad de especie. El estudiante trató de ayudarme pero lo empujaron lejos. Su rostro sangraba. Eso fue lo que más me dolió. No lo vi más. Me hubiera gustado que supiera que me llaman “América”.

Desde el camión vi la ciudad por última vez. Las calles que he aprendido de memoria se me fueron borrando una a una y un olor a gato muerto fue invadiendo mi cuerpo. Es extraño observar la ciudad desde un carro. Uno se pierde todo. El viaje fue largo. Después se me nubla todo. Mucho, mucho ruido, demasiado ruido. Frío, mucho frío. La noche se me vino encima, sin avisar.

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(*) Colaboradora.

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