Por: Ramiro Hernández Restrepo
En este lúcido ocaso
la lánguida mirada
de los brumosos lares
a olor rancio y apetitoso
hay un flujo mortuorio
con vencido carruaje
sin que lleve muerto alguno
en emprendido viaje.
Enconadas heridas no hay
y sí escamado sosiego
en la filosa brisa
en el cro, cro.. de las ranas
en los fugaces cucuyos
en el rojo entreabierto
de tenue y tibia muerte
que me recuerda tu boca.