El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

JULIE OTSUKA – PREMIO FÉMINA EXTRANJERO 2012

Otsuka

Nota: En estos días Isabel Allende ha estado haciendo la promoción de su último libro, El amante japonés, y en las entrevistas que ha dado suele decir que cuando estuvo documentándose para escribirlo descubrió que en Estados Unidos hubo campos de concentración donde se recluyó a la población japonesa que en ese momento ya era bastante numerosa en ese país. Lo que quiere decir que ella no lee a las escritoras que han ganado premios importantes, como es el Fémina; si lo hiciera hubiese sabido de la existencia de dichos campos antes de escribir su libro. Me refiero a Algunas no habían visto nunca el mar y Buda en el ático de Julie Otsuka. (leer más:)

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En octubre del 2012 el nombre de Julie Otsuka no me decía nada, nunca la había oído nombrar. Vi su libro Algunas no habían visto nunca el mar en la vitrina de una librería e inmediatamente entré a echarle una mirada a la contracarátula, ya que no solo me interesa leer lo que la gente llama, erróneamente, “literatura de género” sino que además la literatura japonesa, o la de sus descendientes, como es el caso de Otsuka, me atrae poderosamente la atención. Comencé a leerlo con un gran deleite, a pequeños sorbos, como quien toma el elixir de los dioses y no quiere que el placer termine, e incluso lo dejé a un lado cinco días ya que me fui de viaje, ayer lo retomé y lo terminé cuatro horas antes de saber que el libro en cuestión había ganado el Premio Fémina Extranjero 2012. Es de anotar que el Premio Fémina lo ganó Patrick Deville, con su libro Peste&Cólera.

Julie Otsuka (USA-1962), nació en California, su padre es japonés y su madre es estadounidense, descendiente directa de japoneses, así que siempre se impregnó de la cultura, de la tradición y de la lengua nipona; y aunque su formación es artística, finalmente la abandonó para dedicarse por entero a la literatura. Su primer libro, Cuando el emperador era un dios (2002), fue aclamado por la crítica, desde entonces no publicaba nada.

Algunas no habían visto nunca el mar, fue inmediatamente catalogado por la crítica de su país como una obra de arte y obtuvo el Premio PEN/Faulkner Award for fiction. La narradora  es una voz colectiva, a la manera de los coros antiguos, un coro de mujeres que cuenta las vicisitudes del exilio de cientos de mujeres japonesas que emigran a comienzos del siglo XX a California en busca de una mejor vida; pero sobre todo detrás de un matrimonio arreglado con anterioridad. Van tras las huellas de hombres que nunca han visto y que les han enviado fotos, en muchos de los casos que no les pertenecen, o que han sido tomadas años antes cuando aún eran jóvenes y hermosos, hombres que les han enviado cartas en las que les pintan un mundo fantástico, donde el dinero y las casas, llenas de luz, son los protagonistas, para encontrarse finalmente con que el sueño de hadas a la occidental nunca existió, y que han sido traídas no sólo para que ellos tengan con quien acostarse en las noches y poder reproducirse, sino para ponerlas a trabajar como mulas de carga. No en vano Otsuka dice:

Una jovencita debe fundirse en la decoración: debe quedarse allí sin que nadie se dé cuenta de su presencia. Nosotras sabíamos comportarnos como se debe en un sepelio, escribir poemas cortos y melancólicos sobre la llegada del otoño que tuvieran exactamente 17 sílabas”. Algunas de ellas sólo habían recibido como instrucción para la nueva vida una sentencia que habría de marcarlas toda la vida: “Ya verás: las mujeres son débiles, pero las madres son fuertes”. Y en cuanto a la primera noche: “Nos cogieron sorpresivamente, algunas de nosotras no habíamos sido informadas por nuestra madre de los que nos esperaba. Yo tenía trece años y nunca había mirado a un hombre a los ojos”. Es el libro del encuentro de dos culturas, la dominante y la invisible: “No nos querían como vecinos, no nos querían en sus valles, ni como amigos. Nosotros vivíamos en cabañas horribles y ni siquiera hablábamos el inglés básico”.

Algunas no habían visto nunca el mar, es el libro del exilio, de la sumisión absoluta y ancestral, es el libro del miedo del presente y de la angustia por el futuro, es el libro de la evocación frente a un mundo nuevo en el que no encuentran ningún punto de referencia a la isla perdida para siempre. Sin embargo, el pasado siempre nos atrapa, nos encarcela detrás de barrotes de olvido y bruma, ya que las trompetas de guerra suenan en los oídos de cada una de ellas, de sus maridos e hijos, y se los llevan al lugar de donde no se regresa nunca.

Este libro me hizo pensar una y otra vez en esa pequeña joya del cine colombiano, tal vez la única, así algunos digan que esta película pudo haber sido mejor, que le faltó sensibilidad, dramatismo, que la fotografía le roba protagonismo a los actores que son demasiado estáticos, me refiero a Sueño en el Paraíso (2007) de Carlos Palau; cinta que me hizo pensar en Akira Kurosawa, no en vano Palau vivió varios años en Japón y es un gran admirador de la cultura japonesa.

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