El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

EL FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO Y SU BANDERA A FAVOR DE LA HOMOFOBIA

El concejal de Bogotá que vetó un video de Shakira, aduciendo que es “una apología al lesbianismo”, o el temible Ordoñez, con su llamado al odio contra los homosexuales,  o el desagradable Gerlein, deben de estar felices con la medida que ha tomado Uganda al firmar una ley que condena a prisión perpetua a los homosexuales; imagino que también deben de estar aplaudiendo al Estado de Arizona que pretende apoyar a los empresarios que se nieguen a emplear a una persona que pertenezca a esta minoría sexual.

No puedo dejar de pensar que estamos viviendo en un tiempo de retroceso poco menos que aberrante, y que las pocas luchas que se habían ganado en el siglo XX, después del terrible legado victoriano, están siendo enterradas y vapuleadas por la ignorancia y el fanatismo religioso que tanto daño nos ha hecho desde la Edad Media. Solemos olvidar que los griegos y romanos tenían una visión muy diferente de la homosexualidad, no sólo no era condenada sino que era socialmente aceptada en todos los estamentos sociales y por supuesto religiosos.

En muchos grupos indígenas un homosexual es considerado alguien que es habitado por dos espíritus, llegando así a tener un rol preponderante en su comunidad.

No es el caso de Occidente -para hablar de un mundo al que pertenezco-, heredero de la tradición judía, ha hecho del homosexualismo una culpa abominable. Y la religión católica, con su concepción de pecado,  terrible látigo con el que nos han amenazado siempre, ha hecho que el homosexualismo no sólo no sea comprendido y respetado, sino que nunca combatió las leyes que lo castigaban con la cárcel; tal y como le sucedió a Verlaine o a Oscar Wilde. El Vaticano cobija a cientos, miles de homosexuales; y si bien acepta sin reservas a los curas que lo son, persigue y estigmatiza a los laicos homosexuales. La doble moral ha sido su senda; y lo que es verdaderamente grave, es que no persigue ni castiga a los cientos de curas pederastas que abriga en su seno. Apenas ahora, después de todo el escándalo que han suscitado las violaciones a menores de edad, por parte de muchos de los integrantes del clero, han decidido tomar medidas al respecto. Eso sí, tratando de minimizar el delito que un acto de pedofilia representa. No en vano hace unos días uno de sus representantes respondía furioso a la ONU por la condena implícita que se le hacía por haber protegido durante años a muchos depredadores sexuales que se esconden detrás de la sotana. Incluso se lamenta porque para él es “un intento [de la ONU] de interferir con la enseñanza de la Iglesia Católica sobre la dignidad de la persona y el ejercicio de la libertad religiosa”. Como quien dice, la libertad religiosa debe de ir de la mano del abuso sexual a los infantes.

Para terminar no quiero pasar por alto que la nueva ley de Uganda va acompañada de otra que condena el uso de la minifalda; pero no dice nada de los torsos desnudos de los hombres o de su costumbre de llevar pantaloneta. ¿Por qué el torso de un hombre puede ser exhibido y el de una mujer causa tanto estupor y rechazo? ¿Por qué un hombre puede usar pantaloneta en todas partes y una mujer que lleve short, o minifalda, es considerada una puta? ¿Cuáles son los parámetros con los que se miden esas dos circunstancias? No hay que olvidar que el año pasado Andrés Carne de Res, ante una acusación sobre una posible violación en su establecimiento, alegaba que la mujer que habría sido víctima de tan execrable crimen , no sólo había llegado sin la compañía de un hombre, solo con algunas amigas, sino que había bebido, y además llevaba una minifalda. El colmo, seguramente, para muchos que como él piensan que la mujer es sinónimo de virtud, pero únicamente cuando pertenece a su círculo más íntimo -eso cuando no son violadas por sus propios padres o hermanos o tíos o abuelos- las otras – tal y como sucede en transmilenio, en las calles o en cualquier bus o ascensor u oficina- son para tomarlas y dejarlas tiradas como si fuesen basura, o tirarles ácido a la cara o asesinarlas; es decir, borrarlas como seres humanos, reduciéndolas a la nada y lanzándolas al vacío.

 

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