El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

CASADA A LA FUERZA, EL CASO DE LEILA

MariéePor: Berta Lucía Estrada Estrada

En mayo de 2011 la prensa nos sorprendía contándonos el caso aberrante que un importante político francés, Dominique Strauss-Khann, antiguo Presidente del FMI,  habría cometido; hablo de la violación y agresión a una mucama, de origen africano, en una elegante suite de un hotel neoyorkino. Pocos meses después la prensa francesa ponía al descubierto una trama de prostitución en el principal hotel de la ciudad de Lille, donde el señor en cuestión, en complicidad con algunos altos integrantes de la policía y un reconocido proxeneta, lideraría desde hace algunos años una gran red de prostitución. Esto es una muestra más del permanente acoso y maltrato a la mujer en una sociedad patriarcal y machista como lo es la socidad contemporánea. Lo que me recuerda otro dato de la prensa francesa de diciembre de 2005 que relataba el caso de un marroquí que mantenía encerradas a sus cuatro hijas, todas en edad escolar, en un pequeño apartamento de uno de los tantos inmuebles que son administrados por las alcaldías de cada ciudad gala. Sus hijas estaban entre los cuatro y los 14 años, ninguna sabía hablar francés, ni mucho menos leer ni escribir. Sólo hablaban árabe y cuando salían al parqueadero del edificio, único lugar de esparcimiento, lo hacían en compañía de alguien. Su padre, un desempleado, aducía que el aislamiento que había impuesto a sus hijas era en nombre del Islam, pero los estudiosos no ortodoxos del Corán niegan dicho postulado. Este hombre cobraba cada mes el subsidio familiar, 300 € por cada una de sus hijas, 1200 € en total. Cualquiera podría decir que se trata de un caso aislado, pero la verdad es que en Francia no se ha logrado la integración de los inmigrantes que han llegado a este país en los últimos 40 años, como no ha pasado tampoco en ningún otro país europeo; la prueba podrían ser los partidos políticos de extrema derecha que no hacen sino aumentar su caudal de influencia. Los acontecimientos de Evry, en los alrededores de París, acaecidos en noviembre de 2005, así lo constatan. En esta historia de desarraigo, de exilio y de choque cultural, es la mujer la que lleva la peor parte de la carga. No obstante,  algunas han logrado romper el silencio y han escrito sus testimonios, he aquí el de Leila.
Casada a la fuerza:

En el 2005 se publicó el libro «Casada a la fuerza«, (Mariée de Force), escrito por una francesa de origen marroquí y educada bajo los preceptos más estrictos de la tradición musulmana, firmó su libro con el seudónimo de ‘Leila’; reconocerlo con su verdadero nombre hubiese significado la muerte a manos de personas allegadas o de cualquier vecino a quien le hubiese incomodado el libro. Y por supuesto que es un libro que incomoda. En una sociedad como la nuestra, en la Colombia del siglo XXI , y a pesar de todas las desigualdades económicas, sociales, laborales y de género, pensar en un matrimonio «arreglado», y lo que es peor «a la fuerza», es inconcebible. Cualquiera diría que fue una práctica de la aristocracia y burguesía europea, desde el Medioevo hasta el siglo XIX, incluso hasta la primera guerra mundial, pero que hoy no se lleva a cabo. Lo cual no es verdad, es una práctica bastante común, y en muchos países es aceptada plenamente por los jóvenes en edad de casarse; así lo corroboró una encuesta realizada en la India a finales del 2005, donde el 70% de los jóvenes está de acuerdo con esta práctica; y más aún, está de acuerdo con el hecho de no contraer nupcias con alguien que no pertenezca a la misma casta. No quiero entrar a debatir si dicha costumbre hay que respetarla por el hecho de ser una práctica milenaria y que cada pueblo tiene el derecho a preservar su identidad cultural; lo que si me interesa, es denunciar como millones de mujeres son casadas diariamente sin su consentimiento, algunas a edades tan tempranas que ni siquiera la menarquía les ha llegado. Me  refiero al caso espcífico de Nojoud, la niña afgana divorciada a los 10 años de edad.

“Mariée de Force” es narrado en primera persona. Leila cuenta su vida en el seno de una familia ultraconservadora e instalada desde hace 30 años en uno de los suburbios parisinos. Como muchas otras familias musulmanas, sus padres aceptaron escolarizarla, pero dentro del hogar su rol era de una esclava. Esclava del padre y de sus 11 hermanos, esclava de la madre, que descargaba en ella la mayoría de los trabajos domésticos y la frustración de su propia vida. Leila fue sometida a una violencia sin límites, tanto física como psicológica. Y es que las mujeres que han logrado romper el silencio, como ha sido el caso de las musulmanas Mukhtar Mai o de Souad, o de la hindú Bama, no dejan de hacer énfasis en la difícil situación que enfrentan millones de nuestras congéneres, donde nacer mujer es la peor de las pesadillas que pueda enfrentar un ser humano. El caso de Leila no difiere mucho, así hable, escriba y lea francés. En su hogar es la ley del patriarca la que impera, y la de los hermanos por supuesto. Cuando el padre lo considera pertinente simplemente le comunica a la hija que tal día y a tal hora deberá contraer matrimonio con el hombre que él le ha escogido. De nada vale decir no, ni llorar ni gritar. Si el padre lo ha decidido así se hará.

En Francia, dentro de la comunidad musulmana, se llevarían a cabo cada año decenas de  matrimonios a la fuerza. Muchos de los hombres que terminan casándose con mujeres musulmanas, pero francesas para el Estado francés, vienen del Maghreb, o de otros países musulmanes, por lo que generalmente sólo buscan regularizar sus papeles y beneficiarse de las ventajas que otorga la seguridad social francesa. La mayoría son cruelmente maltratadas e incluso abandonadas, después de haberlas despojado de todas sus pertenencias. El abandono se conoce con el nombre de «repudio», lo que significa el deshonor y la vergüenza tanto para la víctima, como para su familia. Las mujeres aceptan casarse porque saben que de no hacerlo, son sus vidas las que corren peligro. Los musulmanes lo llaman «Crimen de honor», como lo explicaba en el artículo publicado la semana anterior, QUEMADA VIVA, EL CASO DE SOUAD: la mujer puede ser quemada viva, rociada con ácido, estrangulada, degollada, lapidada y también citaba a Leila y su manera desgarradora de expresar su condición de mujer:
“… el cuerpo de la mujer musulmana representa un pecado desde el momento mismo de su nacimiento. Para un padre, una hija es sinónimo de sirvienta de la casa, la alcoba es su prisión y su virginidad es el regalo más preciado que él dará al hombre que escogerá como su marido. Yo luché con todas mis fuerzas contra el matrimonio que se me imponía a la fuerza, no obstante me casaron”. Ante un relato semejante cualquier comentario queda por fuera de lugar.

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