Dos o tres cosas que sé de cine

Publicado el fgonzalezse

Mad Max: furia en el camino

Por Felipe González Serna (@fgonzalezse) Un árido paisaje se levanta al principio de Mad Max: furia en el camino, uno en el que la vida apenas sobrevive bajo el ardiente sol. Casi que uno siente el calor asfixiante del lugar, el polvo que se levanta inclemente a la menor oportunidad. Sin tiempo para las contemplaciones comienza la acción. Con pocas paradas George Miller revive a su personaje en una nueva entrega de la saga con una vitalidad contagiosa. Acción y más acción nos depara la pieza brillante de un orfebre experto. Acción. En el centro de lo que es el cine cada director o realizador ha de decidir qué papel jugara para su obra. El cine es una arte del movimiento -o de su carencia. Luego viene el género: cine de acción. Ese nombre debía de ser una suerte de oxímoron, aun si contamos films al estilo de Empire de Andy Warhol. Hay buenos ejemplos de un cine genial en lo que comúnmente llamamos acción no aparece en pantalla, desde Ozu, pasando por Antonioni, Tarkovski y Béla Tarr. Pero también hay un cine excepcional en las antípodas. Un cine que se mueve por rutas en los que toda imagen conlleva un irrefrenable aumento del movimiento, de la acción. Se debe anotar, sin embargo, que en el género del cine de acción últimamente hemos carecido de películas de tal calidad como esta nueva Mad Max: furia en el camino. La nueva cinta de Miller nos hace alucinar con una infatigable serie de eventos al punto de hacernos percibir como realidad concreta cada plano de la cinta. En una emocionante y absorbente película, Miller exhibe toda la energía que frecuentemente se ausenta en tanta super-producción y remake que se autodenomina de acción. Mad Max: furia en el camino revive el placer de ver plasmada en pantalla una experiencia audiovisual pura, una que crea una realidad alternativa con la veracidad que tiene nuestros más  vívidos sueños.

 

Vuelvo a la imagen inicial. En medio del desierto Max (Tom Hardy) es atrapado por una horda de excéntricos guerreros para luego ser llevado prisionero a La Ciudadela. Max es usado allí como una «bolsa de sangre» para Nux (Nicholas Hoult), uno de los guerreros denominados War Boys. Entre tanto, el tirano que regenta el lugar, Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne), se dispone a dar su visto bueno para el convoy que lidera Imperator Furiosa (Charlize Theron); convoy que debe traer petróleo al asentamiento. Sin embargo, Furiosa tiene otros planes. Esconde dentro de su vehículo a las mujeres que conforman el harén de Immortan Joe. Furiosa quiere liberarlas de su cautiverio y llevarlas a un lugar que tiene el evidente nombre paradísiaco de «Lugar Verde». Apenas se enteran en La Ciudadela, comienza la persecución con la que se quiere impedir la liberación del grupo, encabazada por el mismo Immortan Joe, Nux y Max, todavía encadenado. El grueso del film entonces se dedicará a dar cuenta de la persecución de Immortan y sus secuaces para intentar impedir que este grupo de mujeres se liberen de su yugo. Max, por azar, y una vez libre, terminará colaborándoles a Furiosa y el resto de fugitivas con Nux, también convertido a la causa. Es un hilo narrativo sencillo que no impide que el film nos arrobe por su poderío kinético. Mad Max: furia en el camino posee el encanto de las aventuras de los antiguos Western, si bien cargada con toda la desenfrenada energía de una distopía enloquecida. Es una mezcla perfecta de terrenalidad con  el mundo excéntrico y delirante que Miller ya había construido en su trilogía original.

 

 

Resulta estimulante que una cinta de este presupuesto vuelva a tener una plena confianza en la capacidad del audiovisual para narrar y someter al espectador al relato que cuenta. Antes que abusar de diálogos explicativos, voces en off o intertítulos y créditos que develen el contexto y detalles sobre la historia, Miller prefiere que sean las mismas imágenes y el diseño sonoro las que nos envuelvan para luego obligarnos a surcarlos del mismo modo en que uno lo haría por una montaña rusa de pura adrenalina. Mad Max: furia en el camino es un ejercicio de placer cinematográfico puro.  Miller, un director con oficio, sabe recurrir a los efectos de buena parte de las películas de acción de los últimos 30 años para insertarlos a su cinta como un modo de amplificación del energético cóctel que nos ofrece. De esta manera, el manido truco de ralentizar una secuencia de acción para subrayar una imagen cobra la vida que no tiene en otros films que simplemente abusan de estos efectos sin ningún sentido del hacer cinematográfico. El director australiano y su equipo procuran que la «fisicalidad» de la cinta se nos haga presente por todos esos efectos. Como resultado, Mad Max: furia en el camino nos revela un presente desenfrenado en el que aparece una extraña belleza que nos cautiva en su frenético metraje. Ahora, la conjunción de los talentos y el esfuerzo de varios colaboradores transforman a la cinta en el espectáculo absorbente que saboreamos en pantalla: desde la cuidadosa y evocativa fotografía de John Seale, la precisa edición de Margaret Sixel, la conjunción de un diseño sonoro atronador y sugerente con la música de Junkie XL y, claro, la planificación esmerada de Miller y su equipo para que cada secuencia configure una parte del vibrante cuadro de horror y acción que se despliega con soberbia maestría ante nuestros ojos. Lo que consigue Mad Max:furia en el camino es demostrar que un blockbuster puede ser también una delicada artesanía.

 

La nueva película de Miller  también es una sorpresa en varios sentidos, y es, sobre todo, una sorpresa premeditada. El film se construye como una alteración de las expectativas. Ni claramente secuela, ni del todo reboot, Mad Max: furia en el camino puede verse como pieza solitaria o como reinvención de la trilogía original. En esta nueva versión la personalidad del mismo Max se ha transformado, ahora más adusto que enfurecido, lo que le da un sabor distinto a quien es el héroe sobre el que gira parte de la historia.  En ese sentido es interesante notar que Max colabora en la liberación del grupo de mujeres sin hacer de ello una causa, ni volverlo un modo de redención. Max simplemente sobrevive y termina, en parte por azar y en parte por una suerte de sentido de solidaridad, por ayudar a Furiosa y compañía. En contraste, Furiosa es un personaje con el que es más fácil identificarse por su intención de deshacerse del trato abominable al que sometían a las mujeres que libera de La Ciudadela. Es ella el personaje que ocupa el centro del drama, más si se tiene en cuenta la soberbia interpretación de Charlize Theron. El director australiano altera las reglas de juego del género y las complejiza. El protagonista pasa a ser una sombra que contrasta con ese otro personaje central con el que compartimos sus luchas y motivaciones. Tras las experiencias de los dos personajes se concretan respuestas a sus propias existencias, una esperanzada -la de Furiosa- y otra, la de Max, que dice en una de sus pocas líneas que pronuncia en la película que la esperanza es una trampa. Pura diálecta en una cinta de acción. Sin dejar de pertenecer al género, sin dejar de recurrir a las inflexiones dramáticas y desenlaces de este tipo de películas, Mad Max: furia en el camino las subvierte y las re-define. Más que cargar un film con un sub-texto que defienda una posición afiliada a un grupo, lo que está haciendo Miller es jugar intertextualmente con una tradición para a un tiempo desafiarla y alimentarla. Eventualmente se podrá llegar a conclusiones de otros órdenes al analizar los roles que otorga a sus personajes, pero creo que la sustancia principal es la de un director que ama tanto un tipo de cine que lo puede distorsionar para que funcione con elementos que no suelen ponerse sobre la mesa.  El film se transforma en un ejercicio de re-elaboración y revitalización de un género, defórmandolo pero no acabándolo. El resultado es una productiva re-invención de algo que pensábamos agotado.

 

Cuando concluye la función uno queda con la sensación de haber presenciado una historia vital, enérgica y emotiva. Mad Max: furia en el camino es una afiebrada y muy distorsionada versión de La diligencia de John Ford. Miller pone en pantalla una experiencia que nos arroba con mayor contundencia que, digamos, Gravedad; si bien ambas cintas están en sintonía acerca del cine que aspiran a crear. Se trata de un cine cuyo objetivo es la recreación de todo un mundo donde el espectador pueda bucear como si anduviera por acuario propio. Es ese intento por hacer del cine un sustituto de la «realidad» para en cambio experimentar un universo alterno lo que se encuentra en el centro de la cinta de Miller y la de Cuarón -y en últimas en la de cualquier película de ficción. La «realidad» de Mad Max: furia en el camino posee una cualidad de objeto que casi se concretiza frente a nosotros. Tanto así que uno se siente tentado a descartar todo ese cine de acción reciente, todos esos blockbusters genéricos que no hacen sino adormirlar los sentidos solamente para romper récords de taquilla. Uno ya no espera tal vitalidad del cine de acción. La cinta de Miller logra demostrar que todavía es posible realizarla, demuestra que se puede presentar un mundo tangible y vivo. Sin esperarlo, repito, Mad Max: furia en el camino se transformó par mi, junto con Adiós al lenguaje de Godard, en una de las exhibiciones más palpables de buena salud del cine reciente: una exhibición del cine como experiencia sensorial y estética. Al final del film uno queda deseando, como antaño con otras de esas cintas fantásticas, que dichos mundos no terminen nunca, que pronto pueda uno volverlos a ver. Esta cinta lo que revive es ese placer adictivo que los amantes del cine en algún momento hemos experimentado al ver una cinta, el placer de compartir algo que nos resulta tan agudamente vivo. Con todos los posibles fallos narrativos que puedan detectarse, con todo ese exacerbado y casi que ininterrumpido clímax que ha hastiado algunos espectadores, Mad Max: furia en el camino es una buena noticia para el cine de acción, y para el cine a secas.

 

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