Dos o tres cosas que sé de cine

Publicado el fgonzalezse

La gran belleza (La grande bellezza)

 

Por Felipe González Serna (@fgonzalezse) Todos hemos oído el silencio de las calles luego de una noche de fiesta, hemos caminado sin afán en mañanas que ya son tardes. Esa leve superioridad cuando se está ocioso frente al frenético trabajador se disfruta más entonces. Ese silencio parece también significar verdades que trascienden el mundo de concretas certezas de todos nosotros: los empleados comunes y corrientes. Algunos pueden vivir toda una vida de constante e indulgente vacancia. Y sufrir con ello.  La gran belleza es la melancólica celebración y el canto de cisne sobre un tipo de vida, llamada así, decadente. Paolo Sorrentino consigue plasmar la experiencia con una mezcla de amor e ironía. El director abre un paréntesis para compartir la experiencia de sus personajes y para que no dejemos rendir a ella. No se debe buscar en la cinta una narración convencional tanto como la recreacción de un modo de vida para alguien que comienza a entrar en la vejez. El contraste sabido del libertino que descubre su mortalidad y que ha de soportar el ineluctable paso del tiempo. Quizás eso es lo que uno percibe en el silencio de esas enguayabadas mañanas. Pero más que ver un relato a lo que nos invita Sorrentino es a dejarnos encantar por  La gran belleza, a no ponerle las aburridas responsabilidades de la labor cotidiana y de los relatos aristotélicos. De no aceptar tales condiciones es posible que no soportemos la deliciosa compañía de esa suerte de flâneur que es Jep Gambardella.

Jep (Toni Servillo), un sibarita que se ha dedicado a un aburrido periodismo cultural y a la mundanidad, cumple 65 años. Todavía dedica su vida a cultivar los placeres, todavía espera alguna vez retomar su carrera de escritor, aunque no haya escrito una novela en los últimos 40 años. La gran belleza no es un relato de redención. Antes bien, Jep va paulatinamente descubriendo heridas que le ha dejado el tiempo, aquello que sucedió y aquello que no, le duele tanto lo que hizo como, especialmente, lo que dejó de hacer. Para ser honestos, quizás Jep llevaba mucho tiempo enfermo de melancolía. La noticia de la muerte de un amor de juventud, uno que según el marido de la difunta nunca lo dejó de querer, deja a Jep con la inquietud de lo que pudo ser. La vida continúa, las fiestas, los cócteles, los turistas que pululan por Roma. Paulatinamente Jep irá reconociendo la mortalidad, presente en el film desde el mísmisimo principio con la casual muerte de un turista japonés, y el film entonces se irá transformando en una asordinada despedida ante la aparición de la inesperada vejez, de la inesperada muerte. A su manera, y sin moralina, La gran belleza es una lección. O mejor, es la narración del proceso de aprendizaje de un flâneur sobre la mortalidad propia y la mortalidad en general. Aunque claro, al mismo tiempo, Sorrentino haga de su film una emotiva carta de amor a Roma y a sus personajes.

 

 

Poco se recuerda en La gran belleza. Todo el remordimiento que pueda sentir Jep es casi siempre ocurre en el ahora en que ya es viejo. La interpretación de Servillo nos dará muestras, estoicas y educadas, de que la procesión va por dentro. La vejez de Jep, además, no disminuye que la muerte ocurra de manera sorpresiva. Acá es donde nos sirve iluminar a La gran belleza con uno de sus indudables precursores, La dolce vita de Fellini. Una de las escenas cruciales de la cinta de Fellini es la del suicidio de Steiner (Alain Cuny). Hasta ese punto el protagonista, Marcello (M. Mastroianni), ha visto en Steiner un modelo de integridad artística y moral que se contrapone con el periodismo ligero al que se dedica Marcello. El suicidio conmociona a Marcello, lógicamente, y se convierte en un factor más para que Marceloe se rinda a la vida fácil que se le ofrece de diletante disoluto -no es esto una censura, claro está, porque quienes han visto la película de Fellini saben que no hay moralismo en esta. También en La gran belleza irrumpe la muerte, también hay un suicidio. Andrea (Luca Marinelli), hijo excéntrico de Viola (Pamela Villoresi) y lector de Proust, se suicida, y la conmoción para Jep no es tan vital como lo era para Marcello. Es una excusa para que Jep nos enseñe el modo en que adecuadamente se deben dar las condolencias, produce además el asombro de la muerte de alguien antes de tiempo. La muerte del joven ya no tiene más repercusión que enfrentar algo que hacía tiempo venía sucediendo. La muerte de Andrea es una suerte de acusación que ya no tiene eco. Con todo lo que puede notarse la influencia de Fellini en Sorrentino, el centro de la cinta es totalmente distinto. Ambas describen a las sociedades de sus épocas, y algo va a la Italia de comienzos de los 60 a la de hoy, post-Berlusconi. La vida sibáritica de La gran belleza tiene un dejo de agotamiento, aun con su indulgencia, tiene un tono perfecto para constituirse en una obra de estilo tardío. En especial porque aquellos que viven así son en mayoría viejos que no han podido dejar sus costumbres.Ciertamente Sorrentino recurre a temas de La dolce vita, pero los ilumina con la perspectiva de hoy, se trata de homenajear al precursor, y también de contrariarlo con cariñosa ironía.

 

Eso sí, lo que hereda sin vacilación Sorrentino de Fellini es una estructura de escenas con sentido propio que van a ir sumándose para crear todo un paisaje, toda una impresión. No hay tanto una línea dramática como una especie de estructura impresionista que va creando una experiencia del mundo contando a nivel sensorial e intelectual. En la mayoría de la cinta Sorrentino sigue a Jep, al que van ocurriéndole situaciones que no necesariamente se hilan narrativamente unas con otras. Se trata de una imitación más tomada de como van ocurriendo los eventos en nuestras vidas. Antes que ordenar para que se cree una tensión dramática, la intención del director es ir dándonos impresiones que conjugadas van a sumar para aproximarnos al estado que vive Jep, ya no el ennui de ese conocedor sofisticado de los placeres, sino el cansancio y el modesto dolor ante la perspectiva de las postrimerías de la vida .Ya lo notó en un texto Ricardo Menéndez Salmón, uno no debía confundir a Jep con el Marcello de La dolce vita; así queramos ver incluso en La gran belleza la continuación de la que parecía fiesta interminable al final de la cinta de Fellini. Espiritualmente son cintas muy distantes y cada una es la muestra de los poderes indudables como cineastas de sus creadores. La de hoy es una cinta que retrata a una sociedad decadente que se va viendo obligada a reconocer su mortalidad, y que va muriendo. Es una historia de renuncias y de fantasmas. Y casi todos los fantasmas de la cinta siguen todavía vivos.

Todos hemos enfermado hoy de melancolía y desilusión -o es solo Jep que ya anciano debe ir comenzando a aceptar el fin. Con toda su vitalidad y su, valga redundar en el adjetivo, belleza, la cinta de Sorrentino cala bien en aquellos que tienen ese carácter melancólico, así se conviertan cuando convenga en las almas de la fiesta. La gran belleza revive la experiencia de Jep, y revive a una Roma, decadente, con un amor profundo. El centro de la cinta es contar lo que ha significado una vida, y lo que significa la inminencia de su fin. Más que una historia, lo que compartirmos es una forma de sentir el tiempo, una forma de vivir. No es tarde para añadir que junto a Jep la gran protagonista es Roma. Pocas cintas saben captar con tanta perspicacia la esencia de esta ciudad -o de cualquier ciudad. La gran belleza es una carta de amor sentida que no engaña porque, finalmente, la Roma turística es el perfecto escenario decadente para un grupo de decadentes. Este logro inmenso se ve igualado por la capacidad de Sorrentino para hacer vivir al mundo que plasma en pantalla. El mundo en que la revelación para sus protagonistas es, paradójicamente, de su finitud: a todos les llega, incluso a los decadentes. Lo mejor de la cinta es vivirla, dejarse llevar con ella, sin la exigencia de la dramaturgia, como si se tratar de recrear la historia vivida en nuestro día a día. Hay películas excepcionales que se pueden habitar. Y una de ellas es La gran belleza

 

https://www.youtube.com/watch?v=wJ4W4KW1iXc

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