Dos o tres cosas que sé de cine

Publicado el fgonzalezse

Citizenfour: retrato de Edward Snowden y de sus revelaciones

En la primera imagen, después de un intertítulo explicativo, vemos las luces de un túnel desde un carro. Oímos la voz de la documentalista Laura Poitras leer uno de los correos que recibió de Citizenfour (Edward Snowden) Apenas vemos nada más, pero de por sí la imagen transmite un aire de encierro y leve pesadilla: no es una mera imagen, es casi una metáfora que da constancia de un estado mental con más precisión que mis torpes palabras. De eso se trata el documental Citizenfour: de revelar una realidad ópaca en la que la ominosa presencia de unos anónimos vigilantes está al constante acecho de nuestros actos, el documental es casi que la puesta en escena -con material real- de un estado de paranoia que resulta fundarse en sospechas ciertas. La tecnología nos ha ofrecido modos de comunicación que han ampliado significativamente los modos de contacto y de comunicación. Casi todo se puede compartir hoy por la red, casi todo se puede vigilar. La privacidad, o lo que esta palabra significó para comunidades concretas, ha ido mutando aceleradamente. La tecnología también ofrece la oportunidad para que se reduzca la privacidad significativamente. Ese sombrío panorama es el que nos ofrecen las revelaciones de Edward Snowden, es el que nos muestra contundentemente Citizenfour. Laura Poitras realiza un documental comprometido que busca actuar tanto como documento que revela como, al mismo tiempo, un testimonio del modo en que afecta a los involucrados, en particular a ese atípico héroe que procura encontrar en Snowden. La realizadora estadounidense usa el cinema vérité para configurar esta suerte de thriller político-conspiratorio. El proyecto original con el que buscaba cerrar lo que ella denominaba una trilogía sobre los efectos del 9/11 en los EEUU, se convierte en Citizenfour en una cinta que combina inteligentemente el drama de Snowden con un discurso que llama al debate público sobre los alcances de la vigilancia que agencias como la NSA llevan a cabo. En el largometraje siempre está presente, aunque invisible, Poitras, siempre observamos desde su perspectiva, miramos con su distorsión. Y eso no nos debe molestar porque en el cine siempre existe: el seleccionar imágenes, diálogos, ángulos, ya es imponer un punto de vista, es crear un discurso y delinear un subtexto. El de Poitras nos llega abiertamente como una advertencia sobre la cercanía que tenemos de vivir en una sociedad orwelliana. Citizenfour es un ejemplo admirable de enunciación de un discurso efectivo y certero. 

Dividido en 3 secciones como si tuviese el armazón dramatúrgico aristotélico, cada una de ellas cumple una función que uno puede identificar como planteamiento, nudo y desenlace -con final abierto, claro está. La primera sección sirve de exposición de la llamada «seguridad doméstica», como de los señalamientos con los que se afirma que el gobierno de los EEUU habría espiado las comunicaciones de millones de usuarios sin tener una orden judicial. Un informante que se hace llamar Citizenfour entra en contacto con Poitras para decirle que tiene una valiosa información. Tras compartir una correspondencia cifrada, Poitras acuerda reunirse con el informante en Hong Kong. La reunión va dar paso a la segunda sección de la cinta. A petición del mismo Citizenfour, Glenn Greenwald, periodista de The Guardian, también está presente y reporta las revelaciones, a quien más tarde se une Ewen MacAskill, otro periodista de la misma publicación. Durante una semana se entrevistan y dan a conocer las  revelaciones que se publican en junio de 2013. El grueso de Citizenfour testimonia este encuentro que abarca desde la exposición técnica de los programas usados para recoger la información de los ciudadanos a observar como el curso de los eventos va afectando a Snowden y compañía. Tras hacerse público, Snowden ya no puede estar en el hotel y con su salida comienza la tercera sección del film que relata de modo ágil las consecuencias y eventos posteriores a la divulgación de esta información. Poitras confecciona el material para que sea tanto una narración acorde a preceptos del cinema vérité,como una afirmación llena de convicción respecto a la postura que defiende. El centro de la cinta es precisamente Snowden como provocador de la situación, pero también como persona inmersa en ella. Citizenfour consigue insertar un retrato de Snowden en medio del proyecto original de Poitras con lo que produce un documental que mantiene un perfecto balance entre el tema que aborda y el testimonio de los efectos que sufren las personas involucradas. 

Dos años después el impacto de las revelaciones de Snowden se ha ido diluyendo. No tenemos certeza de si se detuvo el tipo de planes que reveló el ex-contratista de la NSA, ni, si como afirman sus detractores, estas noticias fueron una exageración de la prensa. Sin embargo, el debate que propusieron es vital para las sociedades en que vivimos. El valor de Citizenfour, en todo caso, no se limita a ello. Su valor reside en armar un discurso coherente acompasado por el testimonio de quienes se vieron inmersos en estos sucesos. Poitras hila con destreza uno y otro para dar el efecto de narración natural que describe con veracidad la naturaleza de los hechos.  Una evidencia de ello es una secuencia en que, tras revelar su identidad, Snowden frente al espejo intenta cambiar su apariencia. El espectador ve a un hombre vulnerable y temeroso sostener un paraguas frente a un espejo mientras sus gestos revelan que imagina que tal vez así pueda pasar desapercibido. En otras palabras, vemos a la antítesis de los sofisticados agentes de las películas de espías, vemos a los protagonistas de una historia de auténticos secretos de estado y de persecuciones políticas. Con sutileza, Poitras puede cifrar mucho más significado en esas imágenes que tantos histéricos dramas con discursos altisonantes. La fragilidad del individuo que ha arriesgado su propia seguridad por defender lo que considera correcto es expuesta de forma desnuda. Es importante pedir que en algún momento la cinta se difunda también en Colombia, que tiene, guardando las proporciones, su propia historia de chuzadas e interceptaciones ilegales. Los alcances de una vigilancia sistemática constriñen a quienes no se alinean con determinadas posiciones políticas o ideológicas, lo que puede ser fuente para un abuso de poder de los gobiernos o por parte de personas inescrupulosas. El documental de Poitras busca participar activamente en el desarrollo de los acontecimientos que narra, al tiempo que suscribe su propia posición en el juego político. El cine también forma parte de la acción y funciona como documento que establece una posición específica: su perspectiva y su distorsión sirven para darle cuerpo a una visión determinada. Luego pueden venir los debates, el momento en que haya que sopesarse y discutirse lo que el film plantea. En ese sentido, es bueno concluir observando que Citizenfour es un film sobre la ética. Un alegato en favor de un desprestigiado tipo de idealismo que se atreve todavía a defender causas como el derecho que todos tenemos a una privacidad. Con todo el escépticismo que nos pueda embargar, hay algo admirable en esa posición. Y la cinta es todavía más admirable si recordamos ahora la primera imagen y notamos, entonces, que simultanéamente no solo defiende una posición, sino que reconstruye con contundencia el aire enrarecido y pesadillesco que se sume sobre los que son constantemente vigilados.

 

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