Dirección única

Publicado el Carlos Andrés Almeyda Gómez

Pasajera en trance: Diablo guardián

Diablo Guardián
Javier Velasco
México, Premio Alfaguara de Novela 2003, 2003 (587 pp.)

diablo guardianUn videojuego vertiginoso, suspendido en la realidad por los friolentos acordes de Iggy Pop «I need some loving, like a fastball needs control», es el marco para la historia de Violetta, una joven «encueratriz» que llega a Nueva York con tan sólo quince años de edad, muchos dólares robados y la firme convicción de sobrellevar su osado estilo de vida en medio de la ciudad más caótica del mundo.

Construida en dos tonos que se van desarrollando paralelamente, y con un tratamiento anacrónico que se resuelve en la convergencia de sus dos personajes centrales, el relato va revelando las peripecias de Violetta en la gran manzana a la par del denso mundo de Pig, un escritor enfrentado a las taras propias de su existencia y al que parece ser el mayor problema al mirar críticamente su ejercicio creativo, el Detector de Faulkner . Dos tonos que se presentan desde la segunda persona de Violetta, que pone su aventura «en las garras de su biógrafo» —como ella misma cuenta al referirse, desde luego, a Pig— a través de una intrépida y desembarazada confesión, y a partir de la historia de Pig, contada desde afuera, en una depurada y contenida primera persona.

Violetta —la femme fatale que, según Velasco, ninguna madre en sus cinco sentidos querría para su hijo— se niega a seguir siendo aquella Rosa del Alba Rosas Valdivia, la niña sensata y correcta que no infringe cosa alguna, emprendiendo por ello un viaje hacia el que ella considera su verdadero destino. Valiéndose de sus «técnicas avanzadas de aperrizaje forzoso» y ayudada por su instinto y por varias personas que encuentra en su camino —entre las que se cuenta una suerte de superman texano que conviene en viajar con ella—, logra llegar a Nueva York no sin antes despilfarrar alegremente buena parte del dinero que hurtó. Así, perdida en el corazón de una ciudad que se muestra ante sus ojos como una enorme máquina de consumo y excentricidad, su estancia cobra matices dispares en los que muchos iconos de la cultura norteamericana entran en controversia, siempre con el tono nada evasivo de una mujer dispuesta a todo con tal de lograr lo que se propone.

La ligereza con la que Violetta asume su nueva vida fuera de casa, viviendo en una lucha incesante contra la austeridad y las buenas costumbres, hace que Diablo Guardián no sea otra manida historia sobre el azar y la locura que significa cruzar la frontera en aras del sueño americano; más bien, y aprovechando el sincretismo cultural que ha resultado de la migración indiscriminada hacia Estados Unidos, lo que se denota en la lectura no es tanto el fin, sino los medios, pues incluso Nueva York —luego habrá de ir a Las Vegas para finalmente retornar a México— no resulta aquí más que un pretexto para mostrar un personaje femenino cuya mentalidad está lejos de ser parte del engranaje social del primer mundo; Violetta se plantea un rompimiento con el sentido común, de ahí que su trasegar devenga finalmente en el diablo guardián, biógrafo y confesor, junto al que logra precipitarse del todo y sin salvavidas, por un destino que Xavier Velasco lleva finalmente al absurdo, retomando elementos presentes en la literatura de Rubem Fonseca —Pig lo alude al final de la historia—, con los que construye una vertiente lo bastante locuaz y novedosa para el desenlace de su novela.

Tras cumplir su cometido —llegar al centro de Nueva York para sentirse tan cosmopolita o «newyorka» como cualquier habitante pudiente de Manhattan—, Violetta aprende a dar buen uso a su cuerpo al descubrir que «una mujer con el escote en su lugar tiene todas las armas para mover al mundo». En ello invierte buena parte de su tiempo, reuniendo lo necesario para prodigarse la vida de desorden y lujo que tanto disfruta, hasta que su correría es interrumpida por Nefastófeles, un supuesto rico que termina por convertirse en un verdadero problema para sus planes.

Diablo Guardián no sólo sugiere una crítica de los modelos culturales establecidos —aquellos por los cuales Estados Unidos resulta ser la tierra prometida para el latinoamericano promedio—, sino que también se propone discrepar sobre la ética y los procesos sociales que se producen desde la tal vez más beligerante institución que rige al ser humano: la familia. Por ello el rompimiento entre esa Rosalba mexicana «ñoña» y aquella Violetta «newyorka» gobernada por un insensato ánimo de romper todo a su paso termina por ser, en sí, el centro de la historia.

«Hay gente que es capaz de inventar cosas sensatas con dinero en la bolsa. Invierten, compran, venden, rentan, hacen más y más lana. En cambio a mí sólo se me ilumina el panorama cuando el dinero se me está acabando. Así como hay un angelito que me avisa cada que estoy a punto de irme hasta el mero fondo del despeñadero, tengo un diablo integrado que empieza a pensar rápido cuando ve que se agotan los billetes. No es un diablo guardián, es diablo-diablo».

 

En su página de Internet, Velasco hace claridad sobre ciertas cosas que lo llevaron a escribir el presente libro, ganador del premio que Alfaguara promueve anualmente desde su primera versión en 1998 —ciento setenta y cinco mil dólares americanos, algo más de lo que su heroína hurtó de casa—, y lo hace discerniendo sobre el objeto mismo de la literatura como opción, y que al caso resulta muy diciente si de entender su personaje se trata:

«Toda ficción comienza cuando, deseosos de extender los límites de la realidad, y eventualmente digerirla mejor, nos desviamos de la carretera, y así nos preguntamos ya no tanto por lo que pasa, como por todo lo que podría pasar: un cosmos infinito en el que acaso preferiríamos perdernos, antes que continuar rodando por aquel despropósito asfaltado…»

 

Los cuestionamientos que Pig elabora frecuentemente sobre la literatura conducen la novela a varias lecturas. Primero, la que surge de dichos cuestionamientos, refrendados en el ánimo de un autor que siente la necesidad de disentir sobre lo que inevitablemente le atañe, y luego por el tratamiento que un hombre pueda hacer a la voz femenina, cuyo personaje está elaborado de manera minuciosa y acertada. Tal vez sea por ello que lo que más llamó la atención del jurado haya sido precisamente «la voz y la peripecia de un extraordinario personaje femenino». Tras el velo de un viaje que, según el lugar común, depararía toda una búsqueda de seguridades, se teje un discurso mucho más intrincado y vital en el cual lo importante no es lo obtenido —el dinero de la Cruz Roja robado por los padres de Violetta o el conseguido por vías más desenfadadas—, sino el modo de despilfarrarlo.

«Cómo aprender a vivir al chilazo en cuatro prácticas lecciones», sugiere Violetta a su biógrafo: «Lección número uno: Róbese muchos dólares. Lección número dos: Pélese pa’ Nueva York. Lección número tres: Quémeselos. Lección número cuatro: Arrégleselas». O «Cómo convertir más de cien mil dólares en mierda, por Violetta la compulsiva. Capítulo uno: It’s up to you New York. Atención: Este es un libro no apto para jodidos. Texanos, absténganse. Mexicanos, ni lo sueñen».

 

Tal vez el título que va más a tono con el ímpetu disociador de Violetta sea uno al que constantemente alude y que explica el carácter etéreo de su aventura. The passenger, un tema musical de Iggy Pop, tal como uno de los versos que también trae a colación a lo largo de su relato y que se cita al inicio de esta nota. Como pasajera, Violetta busca finalmente ser amada, no tras el automatismo de la linealidad sino a través de la huida, de una complicidad que sustente su descenso y le haga pensar, como confiesa al encontrar al superman que le sirvió de apoyo en buena parte de su osada empresa, en un nosotros, y ese otro pasajero será aquel que, además de su biógrafo, se convertirá sin remedio en su diablo guardián.

D.R. Carlos A. Almeyda. Revista Número.

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