Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Türki lava más blanco

En España, allá por las lejanííííííísimas calendas de mi infancia, incluso durante la terrible adolescencia, a veces sucedía que llamasen a la puerta y que al abrirla nos encontrásemos con una gitana –una isla rodeada de churumbeles [=niños, en la lengua gitana] por todas partes menos por una, que era el churumbel que le colgaba de una de sus dos fuentes de la vida, ustedes saben de qué les hablo–, una gitana que pedía una limosnita por amor de Dios.

En otras ocasiones se trataba del representante de una firma de venta a domicilio de electrodomésticos, en este caso pidiendo limosna de compra de sus productos por amor al dios de la civilización del consumo. Y también podía suceder que fuese alguien que quisiera suscribirnos a una enciclopedia universal en infinitos fascículos…¡¡en una España que ya de por sí era lo bastante fascista!!

La verdad sea dicha: al venirme a vivir a Alemania, en fecha tan remota como 1963, uno creía haber dejado atrás todas esas irredimibles plagas de las sociedades no desarrolladas. Craso error. No falta casi ningún día sin que nos llamen a la puerta y nos intenten convencer de su verdad unos testigos (aunque más habitualmente testigas) de Jehová de quienes nunca conseguimos que nos revelen cuáles son sus domicilios para en justa revancha ir a llamar a sus respectivas puertas y tratar de convencerlos de nuestras propias verdades.

O bien podían ser –porque nunca están secas las pilas de los timbres que aprietan– unos muchachos dizque estudiantes que querían costearse así los estudios, o dizque expresidiarios que intentan reinsertarse en la sociedad, tratando de vendernos, en uno y otro caso, suscripciones a las más diversas revistas ilustradas. [Escribí “podían” porque este género de mendicidad larvada ha sido prohibido legalmente hace algunos años].

Eso para no hablar de otra picaresca mendicidad bastante más insidiosa: la que se expresa en nuestro buzón postal a través de una carga de prospectos, folletos y repartidos, a cuál más brillantes, pregonando la absoluta necesidad de que compremos algo, hasta décimos de lotería en la que siempre toca…: perder. Y entonces, por deformación profesional, uno, que es periodista, lee a veces esos folletos, prospectos y repartidos que le polucionan el buzón.

Así me ha sucedido una vez que encontré entre tan indeseada correspondencia una circular que me creo en el deber de exhumar. Decía así, al pie de la letra: «Les ofrecemos nuestros servicios como empresa especializada en el sector de la limpieza de oficinas y domicilios particulares. Nuestros limpiadores –ningún extranjero entre ellos– se encuentran a disposición de ustedes». Hasta aquí la traducción, y conste que lo de «ningún extranjero entre ellos» estaba subrayado en letras negritas dentro de la circular, por la propia agencia.

Lo único que se me ocurre comentar es lo siguiente: Considerando que hoy en día, en este mismo país en donde escribo, las empresas de limpieza de oficinas y de domicilios particulares están casi al 100% ofreciendo servicios prestados por casi un 100% de extranjeros, la conclusión que se impone es bastante clara: o bien los limpiadores alemanes no limpiaban a gusto del consumidor (o sea, no eran lo suficientemente limpios), o más bien los extranjeros, sencillamente, son más limpios y/o limpian mejor. ¿O es que a ustedes se les ocurre alguna conclusión diferente?

Si es así, envíenme un email, eso sí, a condición de que me lleguen, los emails, limpios, limpios de polvo y paja, nada de virus, y aquí vuelvo al principio de este texto y me vuelvo mendigo: nada de virus, por el amor de Dios.

*******************************************************************

Comentarios