Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Tango, luego existo

Como diría Descartes: Tango, ergo sum. El tango debe ser la música popular que más ha motivado a pensar a los intelectuales y a quienes pasan por serlo. Famosa es la definición según la cuál el tango «es un pensamiento triste que se baila». Si ustedes se detienen aunque sólo sea un par de segundos a reflexionar sobre ella caerán en la cuenta de que es linda, suena bien y a fin de cuentas no dice nada. Pero sin entrar ahora en más profundidades, una cosa debiera ser ya para nosotros bastante evidente, a saber: Que sea el tango lo que haya sido, en la actualidad no pasa de ser un negocio.

Recuerdo que en la época en que empezó a llegar bastante emigración latinoamericana a Alemania, allá por los años setenta, un espectáculo que repelía profundamente a los recién llegados era el de los concursos de baile, que son en este país algo así como la elección de las reinas de belleza en Colombia y que convocan una atención multitudinaria, con su consecuente reflejo en tiempo de transmisión por TV.

En esos concursos existe la especialidad «danza latina», como uno de los números fijos que las parejas deben absolver, y que es además de los que más esfuerzo e imaginación exigen. En esa especialidad y siguiendo el guión de la música se baila pasodoble, chachacha y tango y no sé si algún otro ritmo: como no soy bailarín ni aficionado al baile, nunca le he prestado mucha atención al asunto.

Pero sí se la prestaba cuando por casualidad aparecía en la pantalla de TV uno de los tales concursos y estaban presentes latinoamericanos. Sus carcajadas eran homéricas viendo cómo se movían las parejas alemanas, es decir, con una exactitud de muñecos a los que se ha dado cuerda, un envaramiento que sugiere un suplicio parejo al que padeció Caupolicán, y unos rostros rígidos y hieráticos que quieren traslucir mucha intensidad reprimida.

No, no, no, éso no era danza latina, éso no era la sabrosura del chachacha, así no se bailaba el tango, y seguían las carcajadas. Pero el tiempo pasa, el tiempo pasa, y a mí me gustaría que ustedes acudieran alguna vez a las academias particulares que han proliferado en Alemania como hongos y en las que se imparte la enseñanza del tango, academias generalmente abiertas por argentinos y/o uruguayos que así intentan salir adelante en sus vidas, y conste que no me parece mal, cada quien tiene el derecho inalienable a ganarse el pan como mejor le parezca y/o pueda. Sólo que ese tango que en ellas se enseña es una ampliación casi caricaturesca del que bailan en los denigrados concursos las parejas alemanas que carecen de genes rioplatenses.

La verdad es que a mí, cuando por las razones que sea me veo obligado a presenciar algún espectáculo de este género, siempre me da vergüenza ajena. La gran sorpresa es que la situación en Buenos Aires no debe ser mucho mejor. Tengo a la vista un folleto turístico de la Reina del Plata con el catálogo de las tanguerías, de los locales donde se exhibe y se baila el tango, y que tanto proliferan en la ciudad y a las que no dediqué ninguna visita durante mis vacaciones allá, en diciembre 2001/enero 2002.

[Por cierto que una de estas tanguerías se llama Michelangelo, y otra, más bien especializada en milongas, se llama Torcuato Tasso, nombres que parecen (al relacionarlos con el tango, y según el gráfico dicho de los españoles) «como un santo cristo con dos pistolas». Pero en fin, algún motivo debe de haber para que se llamen así].

Lo que sí puedo decirles desde ya, y con ello termino, es que si me pongo a juzgar por este material informativo turístico que tengo a la mano, Argentina ha descubierto hace tiempo que el tango es negocio. Precisemos que les hablo del tango baile, y si los pensamientos tristes que se bailan son estos tangos que veo reproducidos en imágenes y cuyas imágenes oscilan entre el coitus interruptus y la puñalada por la espalda, con alguna que otra cita involuntaria de los andares de Groucho Marx, entonces, adiós pampa míay me explico muy bien el auge de la siquiatría en la Argentina.

Pero por suerte, y como ustedes saben, el morocho del Abasto, Carlitos Gardel, cada día canta mejor.

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