Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Tan vieja como Hercules Poirot

Todo el mundo sabe quien fue Hércules Poirot, detective privado que todo lo fiaba al trabajo de sus «pequeñas células grises», y héroe de tantas novelas de Agatha Christie, la primera e indiscutible dama del crimen, de quien el 15 de septiembre se cumplió el 120° aniversario de su nacimiento. Pero ¡oh paradoja!: ella sólo alcanzó a cumplir 86 años, mientras que a su criatura la hizo vivir la vetotestamentaria edad de justamente 120.

Encontré el dato en un libro de Anne Hart dedicado a contarnos la biografía del maestro. Para hacerlo, releyó todos y cada uno de los relatos que tienen a Hércules Poirot como protagonista, anotando minuciosamente todos y cada uno de los detalles que configuran su curriculo y su personalidad. Se trata de una lectura fascinante, pero lo más fascinante es que la autora documenta una proeza cronológica casi sin igual desde el Génesis: el incombustible Hércules Poirot falleció a la avanzada edad de, por lo menos, 120 años.

Pitágoras, es decir, los números, no mienten. Al menos en este caso.

En la primera aventura de Hércules Poirot, El misterioso caso de Styles, el detective es un refugiado que llega a Gran Bretaña huyendo de la invasión alemana de su país, Bélgica, en la primera guerra mundial. Hablamos pues de 1914, y el capitán Hastings, que será una especie de doctor Watson de este nuevo Sherlock Holmes, nos presenta a Poirot diciendo que la guerra lo lanzó al exilio justamente cuando estaba a punto de jubilarse como jefe de la policía belga.

Calculando que la edad promedio para la jubilación laboral en Europa oscila entre los 60 y los 65 años, y poniéndonos en el mejor de los casos, nuestro hombre rondaba en 1914 la sexta década de su existencia. Y a partir de ese momento va resolviendo los casos más enrevesados, entre ellos inolvidable por supuesto el de Roger Ackroyd, cuyo relato es una obra maestra de la literatura policial de todos los tiempos y consagró a Agatha Christie como la más refinada autora en el arte de suspender el ánimo de sus lectores.

En fin, lo cierto es que el último caso en que Hércules Poirot interviene lo vuelve a llevar allí donde resolvió el primero, a Styles St. Mary, en la primavera de 1974, y es ahí donde muere y donde se le entierra. De modo que recurramos al buen Pitágoras y preguntémonos: si alguien tenía 60 años en 1914 ¿qué edad contaría sesenta años después, en 1974?  La respuesta es 120.

Exceptuando en ciertos valles perdidos y casi inaccesibles del Ecuador, Bulgaria y algún lugar de Asia del que ahora no me acuerdo, estas edades bíblicas son excepcionales. Así pues, sólo queda decir entre envidioso y compasivo: Monsieur Poirot, chapeau! si no fuese que nos queda la duda de que la nonagenaria dama Agatha Christie nos quiso tomar el pelo. Y éso, en quienes empezamos a leerla muy jovencitos y muy pronto nos quedamos calvos, la verdad, le da mucho que pensar a nuestras pequeñas células grises. C’est ça dégoûtant, madame Christie!

O como diría su reina: «We are not amused!»

**************************************

Comentarios