Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

«Mi siglo», de Günter Grass

Mein Jahrhundert (Mi siglo): Este es un libro del que se habló mucho cuando se publicó en 1999, y del que se hablará todavía mucho más. Empero, y como de costumbre, la crítica alemana ni siquiera se enteró del prodigio.

Es un libro en el que Günter Grass destiló su sabiduría del tiempo y del espacio, en cien estampas que comienzan el año 1900 y concluyen ese año del Señor de 1000-y-999, dizque el último del siglo veinte y del segundo milenio: doble mentira. Una estampa por cada uno de los cien años, una instantánea histórica, o personal, y con las cien estampas se compone un jardín de las delicias y de los horrores de ese siglo de Grass y también nuestro (o al menos, mío)

Del libro, existen dos ediciones originales: la ilustrada y la que no. La primera incluye cien reproducciones de otras tantas acuarelas del propio Grass en las que se condensa visualmente, en cada una de ellas, la estampa que ilustra. Es un volumen bellísimo, pero no lo es menos, aunque falten las acuarelas, la edición normal. Porque aunque hay una interrelación muy güntergrassiana entre la imagen y la palabra, la palabra, en este libro, es la dueña y señora de la casa. La variedad de registros de la que echó mano Grass, maestro del idioma y del relato, es algo que no encuentra su igual en los anales de la narrativa contemporánea.

Personalmente recomiendo enfrentar la lectura de este libro siguiendo el método patentado por Julio Cortázar en el «Tablero de Dirección» de su Rayuela, sólo que en este caso el tablero lo deben confeccionar el propio lector y sus particulares antenas detectando el azar. Para quien les cuenta, y por si les vale como bitácora, el barrido sistemático del libro comenzó con la lectura de la estampa correspondiente a 1939 (año de mi nacimiento), continuando por la de 1965 (en que conocí a mi esposa), saltando luego a 1967 (el nacimiento de mi primera hija, Rebeca) y de allí a 1997 (el nacimiento de mi primer nieto, Paul), que me retrotrajo a 1978 (la muerte de mi padre), y de repente un primer impulso por encima de la barrera de la propia biografía: ¿habría recogido Grass el mítico instante del renacer alemán de sus cenizas, la final de Berna del Campeonato Mundial de Fútbol de 1954, cuando el once capitaneado por Fritz Walter derrotó por 3:2 a la invencible Hungría, que iba ganando confortablemente por 2:0? ¡Sí, lo había hecho!

¿Y en 1936, se había asomado su memoria a los Juegos Olímpicos de Berlín? ¡También…, y no sólo también, sino que en esa estampa el Deus ex machina es un aparato de radio con el que unos prisioneros que están construyendo el campo de concentración de Sachsenhausen se enteran de lo que sucede en el Estadio Olímpico de la capital!

Y así, de tumbo en tumbo, de incitación en incitación, ya sean de la biografía personal o de la historia de ese siglo que nos tocó vivir, uno fue leyendo Mi siglo, este libro de Günter Grass que admite cien lecturas diferentes. Todas ellas válidas y todas ellas gratificantes. Casi me atrevo a decir que quienes lo lean desde la página primera a la última, en su rigurosa secuencia cronológica, no saben lo que se pierden. Nada más y nada menos que la mágica aventura del redescubrimiento de la propia memoria.

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